viernes, 14 de junio de 2024

El movimiento de los dos Espejos

 

EL Movimiento de los dos espejos  

 

 

 

Ciertamente ha sido por una profunda comprensión del mundo, y ante todo por un profundo sentimiento del arte, el que Goethe haya expresado las palabras: ''CUando la naturaleza está a punto de revelarle a uno su secreto manifiesto, ella siente un deseo irresistible de su intérprete más digno, el arte.

 

Y es que Lo Bello es una manifestación de las leyes naturales escondidas, las que sin la apariencia de lo bellos, habrían quedado eternamente  ocultas. 

 

Así las sublimes obras de arte son a la vez las supremas obras de la naturaleza, producidas por el hombre, según leyes naturales y genuinas. Todo lo arbitrario e imaginario se desvanece; impera la necesidad, se expresa Dios

 

 

¿Pero cómo sucede esto?

 

Pues por el movimiento de los dos espejos un espejo sensible y otro suprasensible.

 

Y entonces el primer espejo mata y muere

 

Esta es el espejo sensible de la imitación, del análisis, el que luego será el espejo de la ciencia moderna.

 

En este espejo se tiene un reflejo sensible de la naturaleza, pero los orientales que son los primeros en realizar el movimiento de los dos espejos saben que este reflejo es maia, ilusión y matan y mueren a él, así es oriente el que gesta el arte  he aquí lo real imaginario pero es occidente donde nace el arte, una vez que lo simbólico en el misterio pascual esta logrado, más en oriente el chi el prana, los chacras la humildad confuciana, el wu wei y su entrar en la nada   constituyen al espíritu revelado, queremos aprender este primer movimiento tenemos que aprender de oriente, en este movimiento encontraremos la pre expresividad.

 

Una vez muertos a lo sensible, somos luna, espejos del sol espiritual y este se imprime en nosotros, así hay una abstracción de los sensible ene l primer espejo y hay una abstracción de lo espiritual en el segundo espejo.

 

Luego viene el juego de la destrucción de todo artificio para expresar esta abstracción en una expresión carga de chi, cargada de Espíritu invertido en el cuerpo como fuerza vital, este tercer movimiento del juego es antiquísimo el hombre es un ser lúdico, porque la naturaleza juega y en el hombre toma conciencia de su juego, más este es el juego de biotejer los dos espejos para transferir la expresión de lo espiritual.

 

Esta tarea la tarea del espíritu revelado Dios se la ha dejado a la iglesia, ella debería hacer la hermenéutica que develara al luz a la tierra, miremos esta difícil tarea, porque revelar el misterio pascual en nosotros exige esta vivencia, pero sobre todo exige que seamos ese espejo bruñido que refleje a la perfección la vida y nosotros que tendemos a la muerte, que matamos el espejo espiritual y vivimos en la imitación de los sensible   no podemos expresar la vida, así un  mal espectador se conmueve con artificios realistas, donde el artista logra la ilusión de una imitación perfecta, pero esa imitación carece de chi , carece de fuerza vital, lograr la abstracción de lo espiritual y expresarlo, es una tarea sobre humana, quizás por un segundo nuestra expresión  tenga vida, pero luego se desvanece como un acto que logra un estreno increíble de su obra , pero a la segunda función toda ella está muerta, como un pintor que millones de dibujos para que uno solo tanga ese flujo de chi, ese trazo cargado de vida.

 

Imaginemos pues a la iglesia tratando de develar a Cristo, tratando expresar su vida y en vez de ir a la poesía recurre a la muerta metafísica       

 

 

 

 

 

Por su relación con la alegoría, la obra de San Agustín conoce dos etapas. La primera viene detenninada por su entusiasmo ante el método alegórico. La segunda, a la que pertenece De Doctrina Christiana, se caracteriza por el despego de la alegoría y la revalorización del sentido literaF3• La evolución del pensamiento agustiniano obedece a una serie de condicionantes que giran en tomo a la delimitación del sentido literal de la Escritura. El reconocimiento de la construcción retórica de la Escritura, el análisis de los mecanismos figurales en el texto bíblico, la asimilación de la "historia" a la "profecía" y la distinción entre Jos signos propios y transpuestos que llega a su madurez en De Doctrina Christiana detenninan el eje de la evolución de la alegoría agustiniana. La aceptación inicial del método alegórico vino motivada por una doble circunstancia: la lucha contra el maniqueísmo y el magisterio de Ambrosio de Milán. Ambrosio convence a Agustín de que la alegoría, tal y como la entiende Orígenes, es una respuesta efectiva contra los maniqueos y sus ataques al Antiguo Testamento24• La alegoría se convierte en un poderoso instrumento de unificación de las Escrituras, frente a las pretensiones heréticas25• Pero en esta primera etapa, la noción agustiniana de alegoría procede de la retórica de Cicerón: la alegoría es un tropo por el que se dice una cosa para dar a entender otra. Agustín llama alegoría, frente a Jo que antes expusimos, a la simbolización de primer grado, esto es, la de Jos signos propios. Sin embargo, su posición no deja de ser ambigua. Así, en De Trinitate, señala que la alegoría no se encuentra en las palabras, sino en los mismos hechos históricos26• Ahora bien, lo que interesa detenninar es qué entiende Agustín por hechos históricos en esta primera etapa. En De la verdadera religión, escrita entre 389 y 391, Agustín afirma:

 

"Distingamos, pues, qué debemos conocer por el testimonio de la historia, o describir con la luz de la razón, y qué hemos de creer y depositar en la memoria, aun sin entender su sentido ( ... ) y cuál es el método para interpretar las alegorías que ha revelado, según creemos, la Sabiduría de Dios por el Espíritu Santo; si podemos interpretar alegóricamente desde los acontecimientos externos más antiguos hasta los más recientes y extender la alegoría a las afecciones y naturaleza del alma y hasta la inmutable eternidad; si unas significan hechos visibles, otras movimientos espirituales, otras la ley de la eternidad, y si en algunas se cifran todas estas cosas a la vez ( ... ) y la diferencia entre la alegoría histórica y la alegoría del hecho, y la alegoría del discurso y la alegoría de los ritos sagrados."

 

 

 

Historia profética 

 

En su primer periodo, Agustín oponía "historia" a "profecía": la primera se refería al pasado; la segunda se orientaba hacia el futuro30• En su segunda etapa, Agustín desplata la atención desde el contenido de las Escrituras a su interpretación, de tal modo que más que la dualidad bíblica entre "historia" y "profecía" le interesa la posibilidad de leer la Biblia como historia y profecía a la vez: la "historia" amplía su radio de acción y deja de referirse al pasado para abarcar toda la Escritura. La "profecía" experimenta una ampliación similar. Ambas devienen casi sinónimas en La Ciudad de Dios, escrita al final de su vida, entre 413 y 426. En esta obra, Agustín desvincula la "historia de la salvación" de la historia de Roma. Ambas historias están relacionadas, pero no constituyen una unidad esencial. De este modo, funda una teología cristiana de la Historia, y abre la posibilidad de una "historia profética", entendida como dimensión necesaria de la "historia de salvación", escindida de la "ciudad terrenal"31• Así, la fiabilidad de la narración de un hecho pasado se afirma por el acierto que ha tenido en la predicción del futuro32• La consecuencia en el plano de la alegoría es que la profecía pasa a formar parte del sentido literaJ33• Agustín rompe la división estricta entre sentido literal y alegórico. Porque ahora ya no se trata de sostener que un mismo texto pueda ser portador de los dos sentidos a un tiempo, sino que lo que se afirma es que sólo hay un sentido en el que se funden ambas esferas. El giro de una etapa a otra respecto a la comprensión del sentido literal nos parece esencial para poder valorar el alcance de los términos literal y alegórico y determinar con precisión el sentido de las reglas contenidas en De Doctrina Christiana. Agustín observa que la "historia profética" incluye en ocasiones elementos que, formando parte del contexto de las narraciones proféticas, no contienen ninguna referencia al futuro. En la distinción entre estos elementos secundarios y los propiamente constitutivos de la profecía, Agustín establece otro criterio de interpretación fundamental: la tarea interpretativa debe atender al texto completo, puesto que es éste el que resulta profético. El hecho de interpretar el texto en su totalidad de forma profética no significa que deba cometerse el absurdo de encontrar significados ocultos en cada una de sus partes34• La formulación del concepto de "historia profética" permite a Agustín la elaboración de un sistema propio que se singulariza por su objeto y por la nueva actitud del intérprete. Agustín apunta al texto como unidad de la interpretación. Aún no estamos ante la idea moderna de texto35, pero sí ante un paso decisivo frente al alegorismo pagano, que operaba sobre la fragmentación extrema del texto y la vaguedad en la delimitación del objeto de las figuras de pensamiento. La determinación del discurso en su totalidad como depositario del sentido profético modifica también la actitud del intérprete. Frente al método de Orígenes que buscaba en cada palabra de la Escritura un sentido oculto, Agustín advierte del absurdo y de la deformación de la tarea exegética que este método supone, y subraya que la existencia de pasajes no proféticos no menoscaba la naturaleza profética del conjunto. Éste es, a nuestro juicio, el rasgo definitorio de la segunda etapa de Agustín.  

 

 

San Agustín logra la retransferencia del misterio pascual y logra en sus confesiones expresar este nacimiento nuevo en Cristo, es ahí donde San Agustín está vivo, el resto es espíritu subjetivo para lograr un concepto  y aunque el espíritu subjetivo tiene vida como todo espíritu, no es la revelación dela vida misma como el espíritu revelado es, así los conceptos van matando   la radiación del ser.  

 

Más la hermenéutica apofática descubre el primer movimiento del espejo y logra la impresión del segundo.   

 

 

 

 

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-24502009000100001

 

 

Maestro Eckhart: "ruego a Dios que me vacíe de Dios".

 

 

 En efecto, el lenguaje de la negatividad, tan presente en los textos de la mística alemana, tenía sus orígenes en la "teología mística" del Corpus Dionysiacum, conjunto de libros y cartas atribuidos a un monje sirio del siglo VI, que se presentaba a sí mismo como discípulo de san Pablo. Este teólogo establecía la diferencia, para referirse a la divinidad, entre la "vía afirmativa" (katafatiké), que permitía atribuir propiedades precisas a Dios, y la "vía negativa" (apofatiké), en un grado superior, que reconocía la imposibilidad de tener un conocimiento objetivo y conceptual de la divinidad. En este sentido podemos decir que la vía negativa se encuentra en los orígenes de un "nihilismo religioso" o de lo que Nishitani llamó una "nihilidad absoluta" —para distinguirla de aquella "nihilidad relativa" de Nietzsche—, en su enorme esfuerzo por entender a los místicos alemanes desde los motivos fundamentales de la tradición zen

 

 

El enorme éxito del método empleado por la vía negativa se pone en evidencia en los complejos caminos que siguió, entre los siglos XIV y XVII, dicho modo del discurso, en una historia paralela a la historia de la filosofía moderna, y que se inicia ya en el mismo siglo XIV, con los seguidores de Eckhart en Alemania: Heinrich Seuse y Johannes Tauler. Este último fue predicador en Estrasburgo, y Ruusbroec, procedente de los Países Bajos, parece que recogió de él algunas ideas; estos mismos sermones de Tauler llegaron a España en la traducción latina de Surius que san Juan de la Cruz leyó; y tras la muerte de éste, sus obras se editaron por primera vez en Francia. Si leemos el Peregrino querúbico, la obra más importante de Angelus Silesius, autor espiritual del barroco alemán, tan leído por escritores y poetas, encontramos citadas en el proemio a todas estas autoridades como sus fuentes de inspiración. Lo que empezó en el siglo XII en los países germánicos, retornó allí en el XVII habiendo atravesado el sur de Europa, configurando lo que Kolakowski denominó una "internacional mística".12 Y es que aquellas formas de la negatividad están también en los orígenes de la filosofía romántica alemana, muy especialmente en la filosofía de Schelling, de Hegel13 y en la herencia estética posterior, especialmente en la obra de T.W. Adorno.14

Que la capacidad creativa de aquellos hombres y mujeres que escribieron en lengua vernácula está en el fundamento del pensamiento moderno occidental es algo que se hace evidente en la obra de Heidegger, quien, al igual que Hegel lo hiciera con Jacob Böhme (siglo XVI), reconoció en Eckhart una fuente de su propio pensamiento.15 Pero lo mismo podríamos decir de otros filósofos como Simone Weil o, más recientemente, Jacques Derrida, que en junio de 1986 dedicó a Eckhart una conferencia en Jerusalén, con el título: "How to Avoid Speaking", y que representa uno de los ensayos más interesantes de hermenéutica de la negatividad de las últimas décadas.16

Sin embargo, la negatividad como forma del discurso se halla también presente en el arte de las vanguardias europeas, en virtud de los modos de destrucción del lenguaje de las imágenes. Es así como, por ejemplo, la pintura de Braque y Picasso supuso una ruptura fundamental en lo que respecta a la concepción de la realidad visible. Lo que la pintura cubista expresa ha sido considerado como una manifestación precisa de la filosofía fenomenológica, la cual había comenzado su andadura en 1900 con la publicación de las Investigaciones lógicas de Husserl.17 Pero ya antes, uno de los pioneros de la abstracción pictórica, Kandinsky había estado trabajando en la reforma del mundo espiritual de su época a partir de todo un nuevo mundo de formas, como dejó por escrito en algunos de sus libros, especialmente en De lo espiritual en el arte (1912).18 Desde entonces, la abstracción asumió, en muchos aspectos, la tradición espiritual anterior, aunque en una perspectiva que podríamos denominar con Bataille "a–teológica" y que ha encontrado eco en la obra del filósofo Mark C. Taylor, quien identifica una vía negativa en el arte moderno y contemporáneo, a partir de presupuestos filosóficos de lo que ha llamado: "theoesthetics". Más recientemente ha hablado de un doble movimiento de "creación–destrucción" (figuración–desfiguración), característico del cristianismo y de los procesos de secularización ligados a él. La capacidad figurativa y desfigurativa del arte nos advierte de una estructura latente en las sociedades globales, donde la polaridad entre los dos términos, religión–secularidad, queda en cierto modo superada por una coimplicación de ambos al modo en que lo hacen los sistemas de networks.19

Nuestra hipótesis parte del empleo ampliado del término técnico apofatiké a la estética, de ahí "estética apofática o negativa",20 pero más que a las estéticas negativas surgidas en el pensamiento contemporáneo, en las que la negatividad constituye un momento autónomo en virtud de la peculiar situación del sujeto moderno, nuestra "estética apofática", que recupera el término griego por su vocación contemplativa, requiere una comprensión de la negatividad entendida como una vía ascética del pensamiento, con la idea de disponer de un campo de visión de la realidad que consiga evitar los límites conceptuales sujetos al campo semántico de lo trascendente–inmanente. Todo ello, teniendo presente que una estética apofática no es más que el momento ascético de una entera antropología de los sentidos, en su doble dimensión sensible/inteligible. Ahora bien, una "estética apofática", aun cuando hunde sus raíces en la negatividad y se presenta como una ascética, no niega el necesario carácter perceptivo de la sensibilidad; antes bien, desarrolla una entera sensualidad surgida de la contención propia del momento ascético, con la única intención de dar mayor expresión sensible a lo que emerge o aparece frente a los sentidos.21 Una estética apofática se corresponde con el momento destructor de todo proceso creador, razón por la cual aquí la negación es sólo un momento previo a la afirmación. 

 

 

La dificultad de aceptarlo se manifiesta en muchos autores actuales por su connotación teológica, pero soy de la opinión que no es otra cosa lo que acaba por abarcar términos alternativos como "Aura" (Benjamin) y "Ereignis" (Heidegger), que configuran el centro de reflexión de los trabajos de Dieter Mersch acerca de una "estética de lo performativo".25 Una hermenéutica del misterio se inspira también en lo que Michel de Certeau llamó "secreto", en la medida en que no hay hermenéutica sin secreto que descubrir, ni estética sin misterio, o sin silencio que se haga presente.26 Lo apofático aquí es lo que surge y se presenta, aunque en su calidad silente, oscura o vacía, según las metáforas que la tradición mística ha sabido emplear, para no quedar justamente condenada al silencio. Una hermenéutica del secreto o del misterio debería constituir el preámbulo a toda estética apofática.

 

 

Las propuestas sobre el vacío de las enormes esculturas en hierro del escultor vasco Eduardo Chillida (1924–2002), integradas en el paisaje de su tierra, evocan una mitología prenarrativa cercana a la de los cultos megalíticos. Ha sido Jorge Oteiza (1908–2003), sin embargo, quien en sus numerosos textos escritos, desde Carta a los artistas de América, hasta su fundamental Quousque tandem..., ha planteado un programa de educación estética levantado, en sus grandes intuiciones, sobre lo que denominó "la desocupación del vacío", y que le llevaron a un consecuente abandono del arte, según aquella actitud ascético–mística que reclamábamos para una estética apofática. La propuesta teórica de Oteiza, por ejemplo, fue desarrollada por el artista como un imperativo, tras haber abandonado la práctica escultórica en el mejor momento de su creación, cuando acababa de recibir el Primer Premio de la IV Bienal de São Paulo en 1957. Este hecho nos lleva a tener que considerar los distintos momentos de abandono en el arte moderno y contemporáneo como una parte más de la vida del arte y de los sacrificios que lleva implícitos. Si la práctica artística puede continuar lejos de la producción artística, indica que los elementos de la negatividad, como "renuncia" y "abandono", continúan teniendo un sentido nada desdeñable en el camino ascético de la vida de artista. En esta misma línea cabría incluir al artista anglo–indio Anish Kapoor, o antes que él a Joseph Beuys, para quienes el arte cumple funciones religiosas o curativas. Pero nuestra exploración no debería detenerse en el arte objetual. Su complemento dinámico lo encontramos en el uso de la cámara de video, al ofrecernos un espacio escénico abierto en el que los aspectos de la negatividad y de la vacuidad se ponen a prueba. Ejemplo de esto es el artista estadounidense Bill Viola, el cual ha desarrollado una obra de significado místico–contemplativo a partir del uso de las nociones de "imagen–movimiento" del filósofo Henri Bergson. Sus repercusiones en la historia del arte más reciente comienzan a ser estudiadas en el contexto de la tradición occidental a la que el artista ha dedicado algunas de sus exposiciones más impresionantes (The Passions, 2003). La obra de Viola pone de relieve la clara voluntad de ofrecer al espectador la posibilidad de vivir la experiencia de la duración de la imagen en tiempo real, de modo que el carácter fantástico de la representación se vea anulado por la presencia de las imágenes como acontecimiento. En sus performances no sólo se propone ver en escena el cuerpo, sino que se explora una mirada peculiar sobre su visibilidad en el tiempo. Los presupuestos filosóficos de la unidad de lo visible y de lo invisible, que dicha obra cuestiona, atraviesan la entera fenomenología, desde Husserl a Michel Henry.34

 

 

 

El ejemplo del que me serviré para establecer las distintas estaciones de este trabajo es el de Mark Rothko (1903–1970).41 Mi aproximación a este artista se debe a que a lo largo de su extensa obra he creído reconocer una estructura expresiva paralela a la que se da en todo proceso religioso.42 Rothko también se interesó por el mito, pues en él vio la esencia trágica del arte. Sus pinturas de los años cuarenta nos muestran obras cuya morfología queda asociada a sus lecturas de aquellos años, especialmente a las tragedias de Esquilo, El nacimiento de la tragedia de Nietzsche y Temor y temblor de Kierkegaard, pero también a la obra del antropólogo inglés sir James Frazer, La rama dorada. Los títulos de sus cuadros como Antígona, Edipo o Ifigenia muestran una clara preocupación por el tema del sacrificio. La desfiguración de los cuerpos humanos corre paralela, podríamos decir, a la fragmentación ritual del cuerpo conocida en los cultos mistéricos. Pero llegó un tiempo en que el artista ya no pudo hacer uso de la figura humana para expresar sus emociones, y ahí es donde da comienzo la que podríamos llamar fase madura de su obra, conocida como "Sectionals", porque muestra de un modo obsesivo, que no abandonará de hecho hasta el final de su vida, unas telas siempre divididas en dos o tres secciones o franjas de colores. Sabemos que Rothko siempre se vio a sí mismo pintando un muro, como los frescos de Pompeya que tanto admiró en sus viajes a Italia. El proceso de desfiguración de la imagen, que terminó en los grandes paneles monocromos de la Rothko Chapel en Houston, había corrido paralelo al de la religión, desde su aspecto más cultual hasta el más contemplativo, donde la desfiguración ritual de la imagen se situaba en los fundamentos de la abstracción. Rothko siempre se manifestó contrario a todo tipo de interpretación de su obra, al defender que el único modo de explicar sus cuadros era mediante una suerte de "matrimonio de mentes" entre el observador y el artista; es decir, un lugar de encuentro en el que la expresividad adquiere un significado emocional, imprescindible para penetrar los misterios de la obra expuesta. El misterio no es algo que se ha de descubrir en un lugar segregado, como es el caso de lo sagrado que se define frente a lo profano. El misterio no ocupa un lugar fuera de la mente del artista y del observador. El único modo de proseguir, por lo tanto, con una hermenéutica de las imágenes pictóricas es superar la noción de obra de arte como un objeto aparte.

La verdad del arte, si utilizamos la expresión de Heidegger en El origen de la obra de arte (1936/1937), reside en su aparecer, en su emerger, en su abrir espacio en la tierra, al modo de una "apertura al misterio" (Offenheit für das Geheimnis). El arte, para Rothko, no está en la obra, sino en lo que aparece entre la obra y aquel que la observa. De momento conviene, sin embargo, recordar que hemos salido de la obra de arte en su aspecto objetual y que nos hallamos en un escenario de representación en el que los modelos situados en el orden de lo trascendente o invisible han perdido toda dimensión invisible, aunque no para desaparecer definitivamente, sino para hacerse presentes en un escenario en el que no hay espacios secretos. El secreto ya no es algo que debe ser desocultado, sino aquello que debe nacer siempre de nuevo.

A mediados de los años cincuenta, con las series de pinturas conocidas como "Sectionals", Mark Rothko había dado ya con un lenguaje propio en su labor creativa: los cuadros nos muestran diferentes secciones, mayormente espacios rectangulares, cuyas variaciones de color constituyen el complemento único de su expresión. Espacio y color serán los únicos elementos de este lenguaje, a partir de los cuales el artista desarrollará su propia estructura combinatoria. La aparente pobreza de la expresión se debe al escaso movimiento a que se ven reducidos dichos elementos en los límites del espacio pictórico. Y es que el discurso que se inicia en este periodo tiende a acentuar, precisamente, la crisis de significado de los límites. Tenemos una combinatoria que parte de elementos limitados, en un espacio limitado, y cuyo impacto perceptivo en el observador ha de mostrarnos hasta qué punto la presunta simplicidad de la estructura y del uso del color no son sino resultado de una lectura demasiado precipitada de la obra de este artista.

Apophatic Aesthetics and Hermeneutics of Mystery: Some Elements for a Criticism of Visibility

 

Amador Vega

 

 

Luego tendremos la hermenéutica Tomista, cuyo principal valor radica en la transferencia del acto de ser, pero esta transferencia no se experimenta como algo revelado en la hermenéutica de Santo Tomas y es que Santo tomas parte de Aristóteles para el que el arte es imitación y nada más, si bien Platón expulsa todos los poetas de su república, Platón es un poeta, su crítica es justamente al hecho de que los poetas se quedan en el espejo de los sensible sin pasar al espejo de lo espiritual o corrompiendo dicho espejo y en su filosofía, logra una poesía dando cuenta de una experiencia espiritual al salir de la caverna y recibir al impresión dela idea de bien, la iglesia entonces tiene la tarea de dar cuenta de dos experiencias espirituales la Platónica y la Cristiana pero lejos de dar cuenta sobre ella las conceptualiza, felizmente tenemos a San Buenaventura echemos un vistazo a su hermenéutica.         

 

 

http://sta.org.ar/xlvii/files/47-ROSZAK.PDF

 

Santo Tomas   tradición  

 

 

 

https://ciencia.ucp.pt/ws/portalfiles/portal/95156370/20538378.pdf

 

hermemeneutica en san buena ventura 

 

 

 

Doblo mis rodillas al Padre de Nuestro Señor Jesucristo, del que toda paternidad toma el nombre en los cielos y en la tierra, para que según las riquezas de su gloria os dé que seáis corroborados en virtud por su Espíritu en el hombre interior; para que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, radicados y fundamentados en la caridad; para que podáis comprender con todos los santos cuál sea la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad; y conocer también la caridad de Cristo, que sobrepuja todo entendimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

 

 

 

 

A partir del texto Buenaventura sitúa en el centro de la Escritura la relación trinitaria como su origen, fuente y dinamismo. La referencia trinitaria, señala Falqué, es un elemento plenifi cador y unifi cador de la Escritura, de toda teología y de lo creado en general16, como su fundamento a priori17. Buenaventura introduce desde el inicio en su refl exión sobre las dimensiones de la lectura de la Biblia, no solo la palabra escrita (el lenguaje de las palabras), sino el lenguaje de la creación (el lenguaje de la cosas). Como señala el libro del Didascalion de Hugo de San Víctor, es necesario que sepamos que en la palabra divina, signifi can las palabras y las cosas18. Es precisamente en esta signifi cación de las cosas en la que las dimensiones de la Escritura introducen un plus sobre la fi losofía que, centrada en la naturaleza, solo conoce la signifi cación de las palabras con las que los hombres comunican sus sensaciones19. Pero Dios, comunicándose al hombre mediante la palabra, le habla con las cosas —las creaturas— en cuanto que son representación de la razón divina, de su sabiduría. “La Sagrada Escritura retiene esta inteligencia profunda, escribe Hugo de San Víctor, para que lleguemos a la comprensión por la palabra, a la razón por la cosa, a la verdad por la razón”20. Buenaventura muestra desde el principio la necesidad de un redimensionamiento de la palabra cuando esta es Palabra de Dios, cuando, como veremos más tarde, hecha escritura muestre la profundidad de su signifi cación más allá de la literalidad, pero desde ella, de modo que nos señale su realidad mística que nace de la realidad mística del Verbo como medio capaz de sobrevolar la incapacidad del lenguaje humano para hacer referencia a la inefabilidad divina 

 

 

La Escritura tiene, pues, su fuente en Dios por Cristo y el Espíritu Santo22. Cristo es la clave de comprensión de la Escritura, su “lámpara, puerta y fundamento”23. La primacía de Cristo, su Señorío, “no es un símbolo sin sentido, no es irracional…, sino aquello que no puede comprenderse si no se instaura una vida conforme a lo enunciado”24. El pensamiento paulino que ilumina esta hermenéutica sostiene la unidad de la vida y la doctrina, donde la vida de fe es el reverso de la teología. Por su parte, la Escritura, por su naturaleza revelada, demanda una inteligencia que no puede ser retenida con los instrumentos y herramientas de las artes dialécticas, pues está escrito “en parte con palabras claras y en parte con palabras místicas”25. Reclama que el lector tenga en cuenta unas características que siguiendo el texto paulino denomina amplitud, longitud, altura y profundidad. Algunos han querido ver en la utilización de estas cuatro dimensiones nacidas del texto paulino, a partir del sermón 165 de san Agustín, el hecho de la visualización de la cruz de Cristo como principio en el que se sustenta esta hermenéutica bonaventuriana26. Pero, más bien estas cuatro dimensiones parecen señalar los cuatro puntos cardinales indicando la plenitud de la Sagrada Escritura27. Entre el principio invocado y el fi n deseado de la Escritura, las cuatro dimensiones son el medio para entender “el progreso o desarrollo” 

 

La amplitud de la Escritura (Brevil., prol. §1), la primera de las dimensiones, se inspira en Juan de la Rochelle29, esta dimensión señala a toda la Escritura, implica la división de los libros del Antiguo Testamento en legales, históricos, sapienciales y proféticos; división que se mantienen en el Nuevo Testamento: libros legales (los Evangelios), históricos (Hechos de los Apóstoles), sapienciales (las Cartas) y proféticos (el Apocalipsis). Lo importante más relevante es que san Buenaventura subraya el hecho de la diferente división existente en el relato bíblico comparado con otras disciplinas, como es la fi losofía. Hay que tener en cuenta que la división de las ciencias siempre conlleva una epistemología y una metafísica —y en este caso una teología— implícita. Por lo que al decir que la división entre Antiguo y Nuevo Testamento es la que conviene a la Escritura, está señalando la economía salutaria como el criterio fundamental. La Escritura es la voz del Espíritu Santo que proporciona la verdad salvífi ca como doctrina integral a la Iglesia de Cristo. Me fi jo en un detalle que aparece en esta dimensión por primera vez y que se dan en las restantes y es la utilización de las imágenes metafóricas. Buenaventura utiliza la imagen del río que ha enriquecido su caudal. Una imagen que nos remite a la idea de la fuente. La Sagrada Escritura es el río caudaloso que tiene como origen su plenitud (fontalis plenitudo). La dimensión de la amplitud nos llevaría a una idea del devenir como relato de sentido salvífico.

 

La longitud de la Escritura (Brevil., prol. §2) representa, bajo la inspiración agustiniana, una proyección sobrenatural a la historia del mundo: la historicidad. El hombre contingente y limitado en el tiempo puede ver en la Escritura la dimensión auténtica del tiempo de Dios en el mundo, puede observar los tiempos de la ley de la naturaleza, de la ley escrita y de la ley de la gracia, de forma que cumple el orden creado. La historia es el contenido de la economía religiosa en el tiempo. Buenaventura desarrolla el tema agustiniano desde el tratado Didascalion de Hugo de San-Víctor que había realizado una puesta a punto del método de la lectura del tiempo de modo que construye a partir del texto de la Escritura, una disciplina científi ca sobre la historia de la salvación. No es la lógica racional la que explica la religión de Cristo, sino los hechos registrados en la historia. La imagen utilizada aquí es la del orden y la medida del verso del poema. Es necesario recordar que la poesía en esta época no es el arte por el arte. Su fi nalidad descansa, como señala Tatarkiewicz, en tareas que elevan al poeta al nivel del científi co (informando y enseñando) o al predicador teniendo como premisa que se atenía a una serie de normas universales, la poesía queda evaluada por su moralidad y por su realismo.

 

 

La altura o sublimidad de la Escritura (Brevil., prol. §3) es la tercera dimensión. Esta dimensión recuerda el profundo conocimiento que san Buenaventura tenía del Pseudo-Dionisio, posiblemente, a través del comentario de Hugo de San-Víctor en su In Hierarchiam coelestem Sancti Dionysii31. Pero añade un elemento nuevo al comentario del Victorino y es la inserción en el fundamento de la teología divina del ejemplarismo. Efectivamente, la Escritura describe la jerarquía progresiva de las cosas: la jerarquía eclesiástica, la jerarquía angélica y la jerarquía celeste. El ejemplarismo refuerza la jerarquía. Si es verdad que la fi losofía demuestra las cosas, la teología ilumina y da a la fi losofía una amplitud nueva, de modo que la fi losofía es el espejo donde las cosas divinas son elevadas teológicamente para edifi car la fe y aparece así como herramienta de la teología. La teología se funda en la fe y utiliza el elemento material de la Escritura revelada por el Espíritu Santo que tiene por objeto las cosas reveladas por la gracia y la sabiduría eterna presentadas en el arte eterno por la fi losofía: ahí aparece el ejemplarismo. El maestro franciscano señala la imagen de la escala “que en la parte inferior toca la tierra y en la parte superior llega al cielo”. La imagen que retiene Buenaventura es la de la escala de Jacob (Gn 28,12) que como ha puesto de manifi esto Barbara Faes es de gran importancia en su sistema32. Baste recordar que esta imagen es utilizada por el Seráfi co al hablar de las Sagradas Llagas de san Francisco en la Leyenda Mayor y es también la fi gura recogida más tarde en el Itinerarium para expresar la vertiente epistemológica de su camino hacia Dios.

 

 

La cuarta dimensión es la profundidad de la Escritura (Brevil., prol. §4). San Buenaventura ya desde su exposición del parágrafo expone de forma clara que se trata del sentido de la Escritura, aquello que va más allá del sentido literal, que es ciertamente fundamental para comprender la inteligencia y la enseñanza de la misma, pero no es la única aproximación. Disponemos de una multiplicidad de sentidos, el Seráfi co se refi ere aquí a los tres clásicos sentidos: alegórico, tropológico y analógico. En defi nitiva, san Buenaventura profundiza en la exégesis de su tiempo revisando los presupuestos hermenéuticos ya expuestos por Hugo de San Víctor.

 

 

La Sagrada Escritura es Teología en cuanto hermenéutica teológica que abre el sentido del Misterio para ser profundizado como ciencia teológica en un horizonte de sabiduría, anticipando aquello de lo que hablara el concilio Vaticano II en su constitución dogmática cuando afi rma que “el estudio de las sagradas páginas tiene que ser el alma de la sagrada teología.

 

 

 

 

Más si hay un San Buenaventura, es porque hay un Francisco y en el por fin se logran los tres movimientos del espíritu revelado en el segundo cuerno.    

 

 

El día que San Francisco de Asís recibió una revelación divina, abandonó la opulencia y se despojó de sus bienes

El 24 de febrero de 1208, mientras oía misa, sintió que las palabras de Jesús a sus Apóstoles iban dirigidas a él. A partir de ese momento vivió de la caridad. Su historia, su legado y la relación que mantuvo con dos mujeres claves en su vida: Santa Clara y Fray Jacoba de Settesoli

Pasaron más de ocho siglos y la tradición se mantiene viva: cada febrero, un grupo de frailes menores franciscanos de  la Porciúncula van al encuentro de los monjes benedictinos de San Pedro de Assisi y les entregan una canasta con peces. Es el pago que San Francisco de Asís les hizo por permitirle tomar posesión de la pequeña capilla de la Porciúncula (”La Porcioncita” o “El terrenito”, hoy basílica de santa María de los Ángeles) y ubicar allí la “cabeza y madre de la Orden de los Frailes Menores”. Sin embargo, nunca fueron los propietarios, Francisco no lo quiso. Siempre fue de los benedictinos, que le permitieron ocuparla a cambio del modesto alquiler que el santo de Asís les ofreció. Los monjes, a su vez, le entregaron una tinaja de aceite

 

 

Aquello fue producto de las palabras que el 24 de febrero 1208 -mañana se cumplen 814 años- escuchó durante una Misa en la que hoy es Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís. En el capítulo 10 del Evangelio de Mateo leyeron un párrafo en el que Dios envía a los apóstoles y les dice que no lleven “ni oro, ni plata, ni dinero en sus bolsas, ni alforja para el camino ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón”Francisco sintió que esas palabras estaban dirigidas a él. Fue una revelación divina y, a partir de ese momento, se despojó de todas sus pertenencias. Vivió, así, de la caridad de los habitantes de la ciudad, hasta que llegó el momento en que los benedictinos le permiten tener el hogar de su orden.

Escribir sobre San Francisco de Asís no es fácil, sobre todo porque su vida ha sido reescrita durante siglos, y se ha vuelto casi un producto de marketing. Le comentaba eso a mi compadre, Pablo, que desde Austria me reprendió con vehemencia porque las nuevas generaciones no ven en San Francisco lo que nosotros veíamos (o nos hacían ver y creer). Quizá poco a poco se ha recuperado el verdadero espíritu Franciscano de rebeldía al status quo, espíritu de subvertir los mandatos dados por la sociedad; el espíritu de libertad.

Quizá es por esa recuperación del espíritu de Francisco que el Cardenal Bergoglio, al iniciar su Ministerio Petrino, tomó su nombre, para rebelarse contra las injusticias del mundo. Sería imposible poder concretar todos sus actos revolucionarios en una nota periodística, pero ojalá sirva para reencontrarnos un poco, aunque más no sea con “il vero Francesco d’Assisi”.

Es allí, en Asissi, Umbría, Estados Pontificios, circa 1181/1182, que nació un niño al que llamaron Giovanni di Pietro di Bernardone, hijo de Pietro Bernardone dei Moriconi y la noble Joanna Pica de Bourlémont; que pertenecía a una familia noble Provenzal. Tuvo al menos un hermano de nombre Ángelo y fue bautizado con el nombre de Giovanni por voluntad de su mamá en la iglesia de Santa María Maggiore, en aquel tiempo la Catedral de Assisi (hoy es San Rufino la que lleva el título Catedralicio en esa ciudad). El día de su bautismo, su padre estaba comerciando telas en Francia. Cuando llegó a ver a su hijo lo apodó “el francesito”, “Francesco”, como un reconocimiento a Francia, que había otorgado la prosperidad a esta familia de Bernardone.

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Tuvo una niñez propia de la clase social a la que pertenecía. Se presupone que estudió con los clérigos, y era bilingüe. Alrededor de los 14 años comienza a trabajar junto a su padre en la venta de telas finas de importación. Todo estaba destinado a que siguiera el camino paterno y a ser una persona importante en Assisi. (De hecho, lo fue...). Era un joven atractivo, y muy popular entre todo el pueblo.

 

En esos años la ciudad ya estaba envuelta en conflictos. En 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perusa (Perugia), apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu, pero al recuperarse determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y Briena, en el sur de Italia. No obstante, ocurrían cosas extrañas en su vida. Por ejemplo: había en el pueblo un hombre muy sencillo y pobre, el cual al ver que Francisco venía por la calle siempre extendía su pobre capa para que Francisco pasara sobre esta. Este relato se encuentra magistralmente pintado por Giotto en la Iglesia Superior de la Basílica de San Francisco en Assisi, al lado el Altar de la misma.

Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz celestial que lo exhortaba a “servir al amo y no al siervo”. Regresó a Assisi y al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a la ligera. La gente, al verlo ensimismado le decían que estaba enamorado. “Sí”, replicaba Francisco, “voy a casarme con una joven más bella y más noble que todas las que conocéis”.

Poco a poco, fue cambiando de vida y quien era el “Rey de las fiestas” se volvió meditabundo. Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: “Están en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de ustedes verán otra igual”.

En esta etapa de su vida se encontró con un leproso que le pedía una limosna y Francisco bajó de su caballo y le dio un beso. A los que antes consideraba seres despreciables y daba vuelta la cara, ahora los miraba con otros ojos. Su familia comenzó a preocuparse por esta situación, no comprendían en absoluto lo que ocurría en la mente de este joven, otrora brillante, simpático, buen mozo y de risa fácil, ahora convertido en una sombra melancólica, taciturna y muy religiosa. Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Y es en este preciso momento que Francisco recibe en el año de 1205 su epifanía, su revelación por parte del Señor.

Estando en las ruinas de una capilla fuera de las murallas de Assisi, en lo que era una ermita dedicada a San Damián, escucha la palabra del Señor que por tres veces le dice: “Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas”. Francisco creyó que el Señor desde un crucifijo que se encontraba en esas ruinas le pedía que reparase el estado ruinoso de esa capillita; así pues, partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda de su padre y los vendió junto con su caballo en Foligno, ciudad cercana a Assisi. Una vez obtenido el dinero, visitó al sacerdote que regenteaba esa capilla y se lo entregó para su restauración, pero el sacerdote se negó a recibir el dinero. Don Bernardone, al enterarse que había tomado lujosas telas y las había vendido, enfureció. Fue a buscarlo, mas no lo encontró por ningún lado. Un mes después fue Francisco mismo el que decidió encarar a su padre.

En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal, le lanzaron piedras y lodo. Al llegar a su casa, el padre lo encerró en un calabozo, pero la mamá de Francisco lo liberó en la ausencia de Bernardone. Éste, al volver, encontró que Pica lo había dejado libre. Su furia era indescriptible; solo estaba preocupado por sus bienes materiales y que estos sean devueltos a toda costa. Fue nuevamente en busca de Francisco y lo halló en San Damián, pero él se plantó delante de su padre y le dijo que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. El papá de Francisco acudió a las autoridades civiles sin importar que era su propio hijo y requirió que le sea devuelto lo robado. Pero éstos le dicen que al estar dentro de una propiedad perteneciente a la Iglesia, la capilla de san Damián, el tema era de jurisdicción eclesiástica (recordemos que la región de Umbría pertenecía a los Estados Pontificios).

Primer movimiento la muerte del espejo sensible:

Y acá ocurre el primer acto revolucionario y contestatario de Francisco, delante del Obispo Guido y de todo el pueblo de Assisi. Imaginemos lo que significaba para la época que un padre entregue a la autoridad a su hijo y lo acuse de ladrón, siendo de familia principal y siendo una ciudad pequeña. Francisco se quita toda la ropa y queda desnudo en medio de la sala en Palacio Episcopal, al lado de la antigua catedral de Santa María la Mayor. Esa sala hoy se denomina “sala della spogliazione”, es decir, “sala del despojamiento”, en recuerdo del hecho de despojarse la ropa efectuado por Francisco. Por su parte, la antigua catedral de Santa María la Mayor, es un nuevo Santuario llamado “Santuario del Despojamiento”. Ante esto, el obispo lo abrazó y lo envolvió con su manto.

Al renunciar a todos los bienes terrenales, Francisco se consideró un ser libre en absoluto. Nada lo ataba al mundo, no tiene nada por defender o por proteger, es libre para Dios. Ciertamente, el joven converso no pretendía faltar al debido respeto a su padre, pero recordaba que el bautizado debe anteponer el amor a Cristo a sus afectos más queridos. Renunciará a todo lo material pero mantendrá y recuperará la alegría, la dicha y el amor a todo lo creado.

Cerca de Assisi y ya liberado de toda cuestión humana y de continuar preservando el patrimonio material familiar, encuentra una pequeña capilla casi en ruinas que pertenecía a los monjes Benedictinos del monte Subasio, en Santa María de los Ángeles, y allí se instalará. Ese sitio será conocido como “La porciúncula” es decir “El terrenito”. Posiblemente allí es donde recibirá otra Epifanía al escuchar el texto evangélico que sellará definitivamente su misión. Fue probablemente el 24 de febrero de 1208 cuando escuchó: “No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos...” (Lc., 10). Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio.

En unos meses sus discípulos eran varios, y de las familias más principales de Assisi: Bernardo di Quintavalle (el primero de todos), Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido de harapos, éstos ahora están escuchando con atención su mensaje, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no de descalificaciones ni condenas. Vivían en chozas en torno a “la Porciúncula” y practicaban vida eremítica. En abril o mayo de 1209, Francisco se decidió a presentarse ante el papa Inocencio III para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma. Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís y del Cardenal Sabina como pudo tener audiencia con el Papa. Algunos historiadores dicen que no fue recibido en su primer intento. Otros dicen que Inocencio aceptó encontrarlos debido a un sueño en el que vio a “un pobre hombre, vestido con harapos, que sostenía con sus brazos la Iglesia de San Juan de Letrán que comenzaba a derrumbarse” (Recuerden las palabras que escuchó Francisco en San Damián “Mi Iglesia se derrumba…”) y al verlo el Papa reconoció que ese hombre harapiento era Francisco.

Ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden. Pero con la decisiva influencia del cardenal Juan de San Pablo y el apoyo de otros, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres. Dos años después que Inocencio III confirmó de viva voz las reglas de su Orden vuelve a Roma, para ver nuevamente al Papa y dar cumplimiento de la promesa que éste le hiciera en 1210: ya estaba en condición de poder afirmar a Inocencio que “Dios había multiplicado el número de sus hermanos” y, en consecuencia, de pedir que se le confiase “una misión de mayor empeño”. En Roma continuó su costumbre de predicar en las calles y encrucijadas, y dicen que en una de estas predicaciones conquistó dos nuevos discípulos: Zacarías, futuro misionero en España, y Guillermo, que fue el primer inglés que abrazó la Orden.

Aquí abriré un largo paréntesis para escribir sobre una personaje fundamental en la vida de Francisco y de la orden franciscana: Giacoma Frangipane de’ Settesoli o “Fra Jacoba de Settesoli”, a quien “il Poverello” llamó (SIC) “Hermano Jacoba” por cortesía y carácter varonil. Tendría unos veinticinco años de edad cuando trabó amistad con ella. Casi todos sabemos sobre Santa Clara, pero quien está sepultada junto a San Francisco en Assisi es Jacoba. Ignoro por qué la historia popular (no así la historia franciscana, nobleza obliga decirlo) la deja de lado y es olvidada, pero es gracias a ella que la orden crecerá y prosperará y -sobre todo- al ser de familia noble y principal será de útiles contactos para Francisco y la expansión de su orden. Era una señora descendiente de la nobleza de Roma. Se casó con Graciano Frangipane, conde de Marino y señor de Septizonium, del que tuvo dos hijos: Juan y Graciano. En 1217 quedó viuda y nunca se volvió a casar. No solo era noble, sino que política y económicamente estaba bien situada.

Según una tradición, inspirado por Jacoba, fundó en 1221 la orden de los “Hermanos y Hermanas de la Penitencia” o “Tercera Orden” dedicada a los laicos los cuales sin dejar de vivir en el mundo deseaban llevar una vida cristiana al estilo franciscano. Pasó el resto de su vida en la práctica de buenas obras. Cuando viajaba a Roma, Francisco se quedaba como invitado. Es gracias a su intercesión que los monjes Benedictinos de Ripa Grande en Roma, le darán a Francisco un lugar para dormir. Francisco se hospedó en cuatro ocasiones entre 1209 y 1223 cuando viajaba a Roma para ser recibido por el Papa Inocencio III y gracias a ella luego es recibido por el Papa Honorio III.

Jacoba se convirtió en hermana de todos los frailes, por lo que no hubo lazos de separación. A Francisco le encantaba decir: “Abre las puertas y déjala entrar, porque para el “hermano Jacoba” no hay necesidad de observar el decreto de la prohibición del ingreso de las mujeres a la clausura”. Y según narran, a punto de morir Francisco la manda llamar a Jacopa para la “porciúncula” y le pide que le lleve unos dulces de almendras que ella hacía y unos lienzos con los cuales será amortajado su cuerpo. Así está representada en un fresco en la Iglesia inferior de la basílica de San Francisco en Assisi, sosteniendo un lienzo.

Tras la muerte de Francisco, Jacoba regresó a Roma y se dedicó a las obras de caridad y piedad, ayudó a los frailes a obtener en 1229, por voluntad del Papa Gregorio IX (Bolla Cum deceat vos), la propiedad del Hospital de San Biagio, transformándolo, después de la canonización de Francisco, en la residencia romana de los franciscanos. Así nació el convento de San Francesco a Ripa. Hoy se transformó en el “Santuario de San Francisco a Ripa” en el Trastévere y en él se puede observar, transformado en capilla, el lugar donde Francisco descansaba. Y también, en el templo, una hermosa talla sobra la tumba de la Beata Ludovica Albertoni, co-patrona de Roma, realizada por Bernini. “Fra Jacoba”, habiendo hecho su testamento, se retiró como terciaria franciscana a Asís, donde murió quizás en 1239. Fue enterrada en la cripta de la Basílica de San Francisco frente a la tumba del Santo y sus compañeros. Sobre la urna se puede leer el epígrafe “Fr. Jacoba de Septemsoli” y debajo de la urna “Hic requiescit Jacopa sancta nobilisque romana” (Aquí descansa Jacoba, santa y noble romana). Cierro el largo paréntesis

Retomemos a Francisco donde habíamos quedado en la aprobación de su orden… Alrededor de 1211, Francisco va a predicar en la Iglesia de San Rufino. Allí lo escucha una joven llamada Clara Scifi. Es la hija mayor del matrimonio de Favorino di Offreduccio degli Scifi y Ortolana, la cual era descendiente de los Fiumi, una ilustre familia de Sterpeto. Ambas familias pertenecían a la más augusta aristocracia de Asís. Clara tenía cuatro hermanos, un varón y tres mujeres. Al escuchar la palabra de Francisco, Clara desea abrazar una vida más virtuosa y recoleta. Así que un día, lo fue a ver. Este había oído hablar de ella y desde que la vio tomó una decisión: “quitar del mundo malvado tan precioso botín para enriquecer con él a su divino Maestro”.

Desde entonces, Francisco fue el guía espiritual de Clara. Ella huirá de su casa un domingo de Ramos de 1212, por la puerta por la cual sacaban a los difuntos. Podemos entrever que Clara había muerto al mundo. Y se encontrará con Francisco y sus hermanos en la “porciúncula”. Allí él le cortará sus cabellos y la llevará junto a la monjas Benedictinas, y de allí irán a un Beaterio hasta obtener la donación de la Capilla de San Damián, la misma que el Señor le habló a Francisco, la cual pertenecía a los Benedictinos del Monte Subasio y se instalará allí junto con Inés, Beatriz (hermanas de Clara) y Ortolana, su madre viuda. Y así nacerá la Segunda Orden de espiritualidad Franciscana, dedicada a las mujeres.

En Rivotorto, Francisco formará su primera comunidad como tal y allí obtendrán el nombre de “Hermanos Menores”. Desde allí buscará una sede central para su Orden, y sabiendo lo que significaba la capilla de la Porciúncula, se la solicitó a los Benedictinos. Estos se la iban a regalar, pero Francisco no lo aceptó. En cambio se las alquiló, y como pago recibirán una cestas con peces.

En 1215 ya eran muchos los “Hermanos menores” y se extendían por el mundo. En 1216, Francisco pidió en Perusia (Perugia) al Papa Honorio III que todo el que, contrito y confesado, entrara en la iglesita de la Porciúncula, ganara gratuitamente una indulgencia plenaria, como la ganaban quienes se enrolaban en las Cruzadas, y otros que sostenían con sus ofrendas las iniciativas de la Iglesia. De ahí el nombre de Indulgencia de la Porciúncula. El Papa se lo concedió. Hoy en día esa indulgencia se puede obtener en todas las iglesias Franciscanas, catedrales o parroquias de todo el mundo entre el 1 y el 2 de agosto.

En 1219 se embarcó hacia el Oriente, para evangelizar a los musulmanes, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo. Al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el sultán de Egipto, al-Malik al-Kamil. Acá hizo otro acto revolucionario; él no desea asesinar al que no cree o hacer la guerra (recordemos que estamos en plenas Cruzadas) sino demostrar por medio de la creencia en el Dios del Amor que quizá pudieran abrazar la fe en Cristo. Es así que una vez delante del Sultán habla con él y busca convencerlo de la fe que él profesa en Jesús. No le dice que si no cree se irá al infierno, ni que si no acepta ser cristiano lo matará; sino que desea probar su fe con más fe. Solicita que se encienda una gran fogata frente a él y que la cruzará, y que si sale con vida, todos abrazaran el Cristianismo. También invita a los sabios musulmanes a que crucen por el fuego pero estos y el Sultán no aceptan esta prueba. De este evento, el año pasado 2019 se cumplieron 800 años. El Sultán, queda tan prendado del espíritu de Francisco que le regala un cuerno de marfil tallado con incrustaciones de plata el cual se puede observar en el museo de la Basílica del Santo en Assisi. Francisco podrá llegar a Tierra Santa y orar allí.

Al día de hoy también le debemos a Francisco el famoso “Pesebre” de Navidad. Que no es la Fiesta de la magia y la fantasía en la cual los duendes nos regalan amor y paz. Es una fiesta religiosa para los cristianos, en la cual se recuerda el Nacimiento de Jesús. Por eso se llama “Navidad”. Aunque es políticamente incorrecto decir que la “Navidad” es una festividad religiosa. Pero volvamos: el primer pesebre lo inventa San Francisco, en la ciudad de Greccio. Y fue un pesebre Viviente. Allí, con los habitantes de la ciudad, recreará en una gruta como pudo haber sido el nacimiento de Jesús. Es otro acto de subversión de las leyes establecidas. Y ocurrió en 1223.

Segundo movimiento la impresión de lo espiritual:

Cuando hablamos de Jacopa, mencionamos que tenía dos hijos. Juan, uno de ellos, fue testigo de los estigmas de San Francisco al fallecer este. Los estigmas son las marcas de la pasión de Cristo: los clavos en las manos y en los pies, la corona de espinas y el lanzazo en el costado derecho. En agosto de 1224 decidió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís. Luego de permanecer en ese lugar orando, meditando y ayunando junto con otros hermanos de la orden, él se adentra en el bosque y le pide al Hermano León que lo deje solo y que vaya dos veces al día a llevarle agua y pan. Así sucede y el 14 de septiembre de 1224, en el Monte Averna, se le aparece el Señor crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado. Desde ese momento decidió ocultar las llagas de los estigmas y estaba siempre con sus manos ocultas por las mangas del sayal, y calzaba alpargatas.

Volverá a la Porciúncula, pero el sangrado de sus manos y el dolor eran muy insoportables, no obstante lo ocultará y solo lo sabrán muy pocos. En esta época compondrá el famoso “Cántico de las criaturas” el cual escribió en dialecto Umbro y que será utilizada por el Papa Francisco para su encíclica “Laudato Sì…” sobre la economía y el medio ambiente.

En Umbro: “Altissimu, onipotente bon Signore, Tue so' le laude, la gloria e l’honore et onne benedictione…”

En español: “Altísimo y omnipotente buen Señor, tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición…”

Sus enfermedades van recrudeciendo. Intentaron curarle el Tracoma de su ojos, que había contraído en Egipto. Para eso irá hasta Rieti, donde se alojó en Fonte Colombo y fue sometido a un terrible tratamiento médico con un hierro al rojo vivo que iba desde la oreja, pasando por su ojo hasta una ceja. Ante tal “tratamiento” Francisco habló con el “Hermano fuego” para no sentir dolor, y así fue… No experimentó dolor alguno. Luego fue a Siena, pero sin resultados. De ese modo y sintiendo que sus fuerzas estaban menguando, solicitó volver a la “Porciúncula”. Se estableció es un cabañita cerca de la capilla y allí cantó por última vez el “Cántico de las Criaturas” agregando un verso a la Hermana Muerte:

En Umbro: “Laudato si' mi Signore, per sora nostra Morte corporale/ da la quale nullu homo vivente po' skappare:/guai a quelli ke morrano ne le peccata mortali; / beati quelli ke trovarà ne le Tue sanctissime voluntati, ka la morte secunda no 'l farrà male.”

En español: “Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, / de la cual ningún hombre viviente puede escapar. /Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. / Bienaventurados a los que encontrará en tu santísima voluntad /porque la muerte segunda no les hará mal.”

¿Se acuerdan de “Fra Jacoba”? pues acá la ponemos en contexto. Sintiéndose morir, Francisco dicta una carta: “A Madonna Jacoba, sierva de Dios, fray Francisco, pobrecillo de Cristo, salud y comunión del Espíritu Santo en nuestro Señor Jesucristo. Debes saber, queridísima, que Cristo bendito me ha revelado, por su gracia, que el final de mi vida está muy próximo. Así pues, si quieres encontrarme vivo, ponte en camino apenas leas esta carta y ven a Santa María de los Ángeles, porque, si no llegas pronto, no me encontrarás vivo. Y trae contigo paño ceniciento para amortajar mi cuerpo y la cera necesaria para la sepultura. Y te ruego que me traigas también aquellas cosas de comer que me solías dar cuando estuve enfermo en Roma.” La carta nunca será enviada porque la terminar de dictarla, “Fray Jacoba” estaba en la puerta de la cabañita, ante el asombro de todos y explicó que, estando en oración, el Señor le había dicho que se apresurara en ir a Asís, con todo lo que Francisco pedía en la carta. Assisi dista de Roma 158 kilómetros. Hoy, y por ruta pavimentada.

Mientras el Santo yacía en la Porciúncula, Clara estaba muy enferma en San Damián, y temía morir antes que él. Cuando el santo lo supo, les mandó por escrito una bendición, asegurando que lo verían, ella y sus hermanas, y sentirían un gran consuelo. Entre otras cosas les decía: “Yo, fray Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y pobreza de nuestro Altísimo Señor Jesucristo y de santísima Madre, y perseverar en ella hasta el final; y os ruego, señoras mías, y os aconsejo que viváis siempre en esta santísima vida y pobreza. Y estad alerta, para no apartaros jamás de ella por enseñanza o consejo de nadie.”

Pidió que lo pusieran desnudo en el suelo y en esa posición, mientras se cubría la llaga del costado con la mano, exclamó: “Hermanos, yo he terminado mi tarea. Cristo enseñe la de ustedes”Al anochecer del sábado 3 de octubre de 1226 falleció “El Francesito” Giovanni di Pietro di Bernardone, con tan solo 44 años. Siendo famoso como predecían muchos en Assisi pero en Santidad.

La primera de los seglares en atreverse a develar el misterio de los estigmas fue Fra Jacoba, que no dejaba de abrazar su cuerpo y de besar sus cinco llagas. El día 4 de octubre lo estuvieron velando, y trasladaron su cuerpo a la iglesia de San Jorge en Assisi. De allí fueron a la capilla de San Damián, ahora convento, donde Clara y sus hermanas lo esperaban. Para la ocasión quitaron la reja de la clausura por la que solían recibir la comunión y algunos hermanos sostuvieron en brazos el cuerpo del Santo para que pudieran contemplarlo por última vez. Las hermanas pudieron besar sus manos llagadas, mientras afuera todos compartían su dolor. Su cuerpo fue depositado en un rústico sarcófago de piedra, protegido por una sólida jaula de hierro y una caja de madera en la Iglesia de San Jorge.

Allí permaneció durante cuatro años, mientras se construía una nueva iglesia para la sepultura definitiva. La hermosa ciudad de Assisi, declarada “Patrimonio de la Humanidad” se transformó en uno de los puntos de peregrinación más grandes del mundo y no solo por los católicos, sino por muchos otros que reconocen en Francisco un vínculo de hermandad.

Hoy, junto a san Francisco reposan en las cuatro esquinas de la cripta de la Basílica de Assisi los restos de cuatro compañeros del Santo: fray León, fray Rufino, fray Ángel de Rieti y fray Maseo de Marignano, y frente él, en el descanso de la escalera, Fray Jacoba. Ahí finalizó la historia de Francisco de Asís. Y comenzó la de cada uno de nosotros. Como dijo San Francisco a sus hermanos en el momento de morir: “…yo he terminado mi tarea. Cristo enseñe la de ustedes”.

 

El tercer movimiento se da en toda su vida la cual es un juego que elimina todo artificio para darnos acceso a la sintraferencia a la revelación de Dios mismo.

 

¿Qué podemos decir de Francisco?

 

Lo bello no es lo divino en una vestidura real sensible, ciertamente que no, pues es lo real sensible en una vestidura divina.

 

El artista no trae lo divino a la tierra, haciéndolo fluir en el mundo, sino elevando el mundo a la esfera de la divinidad.

 

Poema de las musas al artista

 

Así el hombre noble influye poderosamente durante siglos, sobre sus semejantes: Pues lo que el hombre bueno pudo alcanzar, no es posible alcanzarlo en el estrecho campo de la vida.

El sigue pues viviendo después de la muerte

Tan activo como durante la vida;

La acción benéfica la bella palabra 

 

Son fuerzas inmortales, tal como el en vida aspira

Así también tú artista, vives por tiempo infinito;

Disfruta la inmortalidad.  



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