Dia-logos (a través de la razón) Socráticos
Tercer cuerno
Jenofonte, al escribir los Recuerdos de Sócrates,
concluye diciendo: «Para mí, siendo tal como lo he descrito, tan piadoso que no
hacía nada sin el asentimiento de los dioses, tan justo que no habría hecho el
más pequeño daño a nadie, sino que ayudaba muchísimo a los que le trataban, con
tal dominio de sí mismo que nunca pudo preferir lo más agradable a lo mejor,
tan prudente que nunca se equivocaba cuando juzgaba lo mejor y lo peor, sin
necesitar ayuda alguna, sino que se bastaba para el conocimiento de esas
nociones, capaz de expresarlas de palabra y definirlas, hábil para examinar a
los demás, refutarles en sus errores y dirigirlos hacia la virtud y la bondad,
a mí, como digo, me pareció todo lo mejor que podía ser un hombre y el más
feliz del mundo. Y si a alguien no le gusta así, que compare con la manera de
ser de otros y que ante esa comparación juzgue»
Yo le escribo, ¿qué otra cosa puedo hacer?
¿Qué más puedo decir?
Ahora, lo sé, está en su voluntad
el castigarme con su desprecio.
Pero si guarda tan sólo una gota de compasión
para mi aciago destino,
no me abandonará.
Al principio quise callar.
Créame: usted no hubiera sabido
nunca de mi vergüenza
si yo hubiera tenido la esperanza
de verlo
aunque no fuera a menudo, aunque fuera una vez a la semana,
para solamente escuchar su voz,
decirle una palabra y después
pensar, pensar sólo en ello
día y noche hasta un nuevo encuentro.
Mas dicen que usted es huraño.
En este lugar apartado, en esta aldea todo le resulta aburrido,
y nosotros... nosotros no destacamos en nada,
aunque su presencia nos alegra sinceramente.
¿Por qué nos visitó?
En la profundidad de esta olvidada aldea
yo nunca le habría conocido,
nunca habría conocido estos amargos tormentos.
La agitación de mi alma inexperta
se hubiera calmado con el tiempo (¿cómo saberlo?),
y siguiendo mi corazón yo encontraría a otro,
sería una esposa fiel
y una madre virtuosa.
¡Otro! ¡No, a nadie más en el mundo
entregaré mi corazón!
Así ha sido dispuesto por el consejo supremo...
Ésta es la voluntad del cielo: soy tuya.
Toda mi vida ha sido la promesa
de un inevitable encuentro contigo.
Lo sé, tú me has sido enviado por Dios.
Serás mi protector hasta la tumba...
Tú te me aparecías en sueños;
invisible, ya te amaba;
tu encantadora mirada me atormentaba;
tu voz resonaba en mi alma
desde hacía mucho tiempo... ¡No, no fue un sueño!
Apenas entraste, al momento te reconocí.
Por completo rendida y ardiendo,
repetía en mis pensamientos: "¡Es él!".
¿No es verdad? Yo te escuchaba.
¿Acaso no hablabas conmigo en el silencio
cuando ayudaba a los pobres
o cuando aliviaba con una oración
la angustia de mi alma atormentada?
¿Y en ese mismo momento,
no era tú, visión querida,
la que, atravesando la transparente oscuridad,
te acercabas en silencio a mi cabecera?
¿No eras tú quien, con placer y amor,
me susurrabas palabras de esperanza?
¿Quién eres? ¿Mi ángel, mi guardián
o un astuto conquistador?
Resuelve mis dudas.
Es posible que todo esto no sea más que algo vano,
el engaño de un alma inexperta,
y que a ésta le sea destinado algo por completo diferente.
Pero ¡que así sea! Desde hoy
te confío mi destino,
vierto lágrimas ante ti,
suplico tu protección...
Imagínate: yo estoy sola aquí,
nadie me comprende;
mi juicio se agota
y debo perecer en silencio.
Te espero: con una sola mirada
aviva las esperanzas de mi corazón
o destruye mi triste sueño,
¡ay!, con merecido reproche.
¡Termino! Me horroriza volver a leerla...
Me muero de vergüenza y terror...
Pero su honor es mi garantía
y a él me entrego sin miedo
Princesa ligera cuanta pasión y verdad en tus palabras,
quiero ir a ti y cobijarte, pero necesito prepararme para la batalla, pensé en
el algún momento que con el segundo cuerno bastaba para alterar cualquier sistema pero el hombre
hace mucho ha dejado de ser niño hizo su paso del mito a la razón y en vez de
integrarse en ese pasó se rompió, luego de la razón a la ciencia haciéndose
cada vez más chico de ser un espejo paso a ser un mapa uno que constantemente se redibuja con una nueva
teoría ¿Quién podrá leerlo, con tantos diferentes modelos? Y así como la razón rompió con el mito, la ciencia rompió con la
razón, se hizo voluntariosa irracional, compleja y por ultimo deshumana
ordenando todo algorítmicamente, el último quiebre el del ciborg con el humano no será reparable aunque no hay nada imposible
para Dios, a él clamo y te ruego que te unas en un clamor conmigo y luego
escuches la respuesta, la mía es esta “busca a Sócrates” y eso fue lo que
hice:
https://www.youtube.com/watch?v=qixfEOavcqE
https://www.youtube.com/watch?v=FvMPx82a-NE
https://www.youtube.com/watch?v=-egPIOW0cVU
Pero lo necesitaba buscar adentro y para eso fui afuera con
su método:
Oliver Alvarado Huaroto Artista
Plastico
·
No me gusta la religión !!!!
Todas las reacciones:
¿El problema esta en tu gusto o en la religión?
Soy el segundo que me libró de la
muerte,
el presagio del sueño que se realizó
en este plano,
la vida que se escapa a su suerte,
el torrente de alegría desmesurada en
un minuto,
el llanto extremo de dolor que dobló
en dos el cuerpo y el alma.
Soy la chispa que arde en la
penumbra,
el eco de un grito que nunca se
apaga,
la risa que desafía al abismo,
la lágrima que en silencio forja su
fuerza.
Soy el hálito vital en el borde del abismo,
la esperanza que se aferra a un rayo
de luz,
el susurro del alma en medio del
caos,
la paz que renace tras la tormenta.
Soy el canto de la vida en su
fragilidad,
el murmullo del corazón que no se
rinde,
la mirada al cielo en busca de
respuestas,
la danza efímera de la existencia.
Soy la esperanza que quiere seguir
viva,
me rindo al destino pero le lucho,
soy el segundo que me libro de la
muerte,
el presagio del sueño que se realizó
en este plano,
la vida que se escapa de la muerte,
el torrente de alegría desmesurada en
un minuto,
el llanto extremo de dolor que dobló
en dos.
Soy el suspiro en el umbral del
infinito,
la búsqueda eterna de la verdad
oculta,
el reflejo en el espejo del tiempo,
la sombra que se disuelve al
amanecer.
Soy el viajero en el sendero de lo
desconocido,
el navegante en mares de dudas y
certezas,
el peregrino en la tierra de los
sueños rotos,
la estrella fugaz que ilumina la
noche más oscura.
Soy el anhelo que no se apaga,
la llama que arde sin consumirse,
el misterio que se desvela y se
oculta,
la paradoja de ser que soy.
Soy la esperanza que quiere seguir
viva,
me rindo al destino pero le lucho,
CUWA
18/06/2024
Walter Andres Caceres Ugarte
¿Lo eres?
utor
Christian Franco Rodriguez lo soy, cada día, cada momento, nadie más
que yo lo disfruta y lo sabe.
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hace aproximadamente un minuto
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Me encanta
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¿Como lo sabes?
Christian Franco Rodriguez conecto con la esencia de mi mismo, en lo
que puedo deambulo en mi cosmos interior, respiro y soy yo conmigo mismo.
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Ese esencia que solo puedes expresar poéticamente o ¿Te atreverías a
conceptualizarla? Y es que al llamarla esencia ya le estas dando una categoría
de eterna y permanente.
Christian Franco Rodriguez no me interesa conceptualizar, solo
intenté explicar y inexplicable, soy yo, a nadie más le deseo incluir, un
abrazo.
Todos los hombres
desearían ser Dios, si eso fuera posible
¿Es decir que no se
atreven a actualizar el deseo profundo de ser dios porque no lo creen
posible?
Así me dijo el demonio
una vez también Dios tiene su infierno es el amor por los hombres
Nietzsche
Lo
que menciona este hombre es una incongruencia porque escrito está Dios es Amor
y claro que amar al prójimo no es infierno por el contrario Jesús Dijo yo soy
el camino la verdad y la vida. Este comentario me parece una majadería y ofensa
hacia el pueblo Cristiano
Si
amar fuera fácil todo el mundo amaría, y el amor es infernal, quema hasta
calcinar los huesos pero Dios que es fuego ardiente se santifica amándonos.
Claro se dirá el es eterno Santo Santo Santo no necesita santificarse pero lo
hace Dios deviene a nosotros y se maldiceria en nosotros si no fuera por este
inmenso amor que lo hace traspasarnos y volver a si mismo.
Marcial Quiñones
·
Maquiavelo afirmaba que el ser humano es vil por naturaleza y
que la realidad es mala. Por lo tanto, sugería que las personas deben aprender
a no ser buenas, ya que todo hombre que se constituya bueno en un mundo de
malvados está destinado a planificar su propia ruina.
Rousseau sostenía que el estado de naturaleza estaba poblado por
buenos salvajes que eran empáticos y ayudaban a los demás cuando los veían
sufrir. Sin embargo, la propiedad privada, cuando alguien dijo "esto es
mío", hizo que los humanos se volvieran agresivos, competitivos y
envidiosos.
Yo no estoy muy seguro de Que
Maquiavelo diga lo que tu estas diciendo el se inscribe mas en lo político que
en lo antropológico pero supongamos que es así, entonces hay una contradicción
porque si el hombre es malo y la realidad es mala, ya no habría necesidad de
aprender lo malo, simplemente fluiría pero entonces ¿Para que tanta enseñanza
sobre como ejercer el poder y acrecentarlo?
Sí, es difícil entender al
"Dios de los Filósofos",
pero es perfectamente asequible para muchos buenos pensadores desde los
antiguos presocráticos.
Amigos, no soy religioso, pero me
reafirmo en el concepto de Dios de los Filósofos, que fue concebido al menos
por varios de los filósofos presocráticos.
Partiendo de "ese concepto de
Dios", el conocimiento es un atributo humano, ciertamente limitado, porque
al infinito, eterno, amorfo, totipotencial Dios, no podemos llegar a
alcanzarlo, ni ahora ni nunca (reconocido implícitamente por la propia
ciencia).
El único punto en que la matemática
se acerca a Dios, es haberlo representado casi místicamente, como un
"uno-punto indivisible", como un "átomo" aritmético y
geométrico (ya Godel demostró que la matemática no puede abarcarlo y
demostrarlo todo).
Pero la matemática, aunque se acerca
a Dios, es Naturaleza en sí misma y sirve para explicar cómo emergieron las
limitadas partículas y cuerpos formes del amorfo e infinito Dios Universal.
Un abrazo fraternal a todos
Podéis seguirme en FB;
Gustavo Molina Rodríguez
Pseudo-Pitágoras
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que
no se tenga respuesta ni explicaciones a todo, no demuestra la existencia de un
Dios.
Autor
Voy a
intentar explicarlo con una analogía. La Energía "es eterna e invariable
en cantidad", no se crea ni es anulada nunca, solo cambian sus formas de
manifestarse, su forma de aparecer (porque eso que vemos aparecer es a lo que
los presocráticos llamaban "apariencias", mientras que a lo que
permanecía oculto e invariable, le llamaban Realidad).
Dios
(el de los filósofos), es como la eterna e invariable Energía. Todo lo demás
son sus Naturales manifestaciones, de las que los humanos, somos la parte más
inteligente.
Pseudo-Pitágoras
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Gustavo Molina Rodríguez saber no es lo mismo que creer.
Autor
Yo no
creo, yo sé y estoy respaldado por la ciencia, que hay algo eterno e invariable
en cantidad, que los presocráticos llamaban Arké o Esencia y hoy la ciencia
llama Energía.
Pseudo-Pitágoras
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Gustavo Molina Rodríguez eso que tu defines como eterno e
invariable en cantidad; es finito?
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Autor
Nadie lo ha medido aún, por lo que no se puede asegurar que sea finito,
pero yo lo entiendo como infinito y para ello lo comparo al espacio-tiempo
continuo (de Minkowski-Einstein) que al ser "continuo" es solo
"Uno" y también se identifica con las esencias de Anaximandro y
Parménides (Ápeiron o Uno).
Pseudo-Pitágoras
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Gustavo Molina Rodríguez volvemos al principio, y a tu
contradicción "creer y saber", el universo es finito aunque no lo
puedas medir. La existencia existe.
¿Podemos saber que hay algo mas allá de toda apariencia? Pues si no lo
supondríamos todo saber seria imposible. ¿Entonces lo estamos suponiendo, es
decir creyendo? Si en el inicio de todo saber hay una certeza y la certeza
primera es saber que podemos saber pero aun ante de ella como certeza cero es
saber que hay algo para saber ¿Pero como demostramos que hay ese algo?
Argumentativamente ahí están desde el argumento ontológico en todas sus
modalidades hasta las vías de santo Tomas de Aquino y de hecho las concepciones
presocraticos del arje y desde ahí todo conocimiento, ¿Esto quiere decir que
esta demostrado que hay algo? No el argumento lleva al dialogo y siempre puede
ser refutado y cuestionado, pero si se niega que hay algo se niega todo y ya
para que seguir hablando luego ¿Se pude demostrar mas allá de argumentos que
hay algo? No se puede porque la experiencia misma debe ser formulada es decir
la experiencia no puede demostrar la experiencia y por otro lado lo empírico se
caracteriza por lo efímero, si estamos hablando de ese algo que permanece la
experiencia no nos puede decir nada sobre esto al menos que estemos hablando de
una experiencia espiritual es decir una experiencia completa de la conciencia,
pero para esto primero tendríamos que dejar en claro este algo que permanece,
para nosotros este algo esta claro y es necesario, el siguiente paso decir que
este algo es Dios pues pareciera seguirse racionalmente porque al permanecer se
lo comprenderá como principio y como tal causa de si mismo siendo así Dios, si
el dios de los filósofos, no podemos saber más al menos claro que este Dios se
revele donde entramos de lleno a la fe, si nos damos cuenta hemos partido de la
fe de esa certeza que no se ve pero entonces la fe es un saber porque
razonándola hemos llegado a saber que es necesaria todo empieza con el creer y
desde ese creer vamos creando así podemos decir nosotros hemos creado a Dios
pero podemos hacer esto porque él nos creó
primero.
Autor
Respeto
tu opinión, pero creo que entre la fe ciega y la razón, hay todo un intermedio
que nos permite avanzar con seguridad en la penumbra.
Gracias
por opinar.
Pseudo-Pitágoras
Y
entre la fe iluminada que para serlo tiene que ser ciega y la razón solo hay un
paso y este es el de la fe que se auto cuestiona y entonces surge el dia-logo
el atravesar de la razón tratando de dar cuenta de la intuición y entonces el
saber. Gracias a ti por Dialogar.
Que difícil ser Socrático en este
tiempo amada, es mucho peor que en la Atenas de Sócrates, ahí por lo menos
dialogaban, hoy el hombre se encuentra tan roto que su encuentro con otro se
hace simplemente imposible, pero Sócrates tenía en su corazón una certeza , la
certeza de una verdad universal es la misma certeza la que me acompaña:
Visión de Sócrates contra el
relativismo
https://www.redalyc.org/pdf/6937/693773290008.pdf
«Mi arte de partear tiene las
mismas características que el de ellas, pero se diferencia en el hecho de que
asiste a los hombres y no a las mujeres, y examina las almas de los que dan a
luz, pero no sus cuerpos. (...) Si, después de estos intentaras concebir y
llegar a conseguirlo, tus frutos serían mejores gracias al examen que acabamos
de hacer, y si quedas estéril, serás menos pesado y más tratable para tus
amigos, pues tendrás la sensatez de no creer que sabes lo que ignoras»22.
Vemos, en esta primera
aproximación a su doctrina sobre la verdad, que Sócrates se distancia de los
sofistas en su manera de apreciar el poder de la mayoría en relación a la
verdad. Para él “lo que ha de juzgarse bien, debe juzgarse según ciencia, y no
según la mayoría”26, pues la verdad no depende de cuántos la conozcan, pues
puede darse el caso de que la mayoría la desconozca y sólo sea una minoría la
que tenga acceso a la misma. La verdad es independiente del número de personas
que la conozcan, por eso no se puede identificar con el consenso:“Querido
amigo, no debemos preocuparnos mucho de lo que nos vaya a decir la mayoría,
sino de lo que diga el que entiende sobre las cosas justas e injustas, aunque
sea uno solo, y de lo que la verdad misma diga”27. La verdad depende de su propio
peso objetivo ―de su peso ontológico, podría decirse―, por eso no se “vende” y
se impone por sí misma cuando se hace evidente a la inteligencia de quien se
acerca a ella. Esto hace que la labor del orador y del filósofo ―la del amante
de la sabiduría― consista en exponerla en toda su claridad y fuerza, dejando
que ella misma se manifieste. Por esta razón, ante la injusta condena del
tribunal ateniense, Sócrates no da en su defensa falsos argumentos ni cae en la
fácil adulación de los jueces, porque sabe que la verdad se impone por sí
misma: «Aparte de la reputación, atenienses, tampoco no me parece justo
suplicar a los jueces y quedar absuelto por haber suplicado, sino que lo justo
es informarlos y persuadirlos. Pues no está sentado el juez para conceder por
favor lo justo, sino para juzgar; además, ha jurado no hace favor a los que le
parezca, sino juzgar con arreglo a las leyes. Por tanto, es necesario que
nosotros no os acostumbremos a jurar en falso y que vosotros no os
acostumbréis, pues ni unos ni otros obraríamos piadosamente. Por consiguiente,
no estiméis, atenienses, que yo debo hacer ante vosotros actos que considero
que no son buenos, justos ni piadosos»28.
«Al irme, me hice la siguiente
reflexión: yo soy más sabio que este hombre, pues parece que ninguno de los dos
sabe nada admirable, ni valioso, pero él cree saber algo, aunque no lo sabe,
mientras que yo no lo sé, pero tampoco creo saberlo. Me pareció, por tanto, que
era más valioso que él, aunque más no fuera por esa pequeña diferencia, es
decir, que no creo saber lo que no sé»35.
“Nadie hace el mal
voluntariamente. Si la virtud es conocimiento, el vicio se debe únicamente a la
ignorancia”
«Sócrates.- ¿Acaso las cosas bellas no
son bellas por lo bello? Hipias.- Sí, por lo bello. Sócrates.- ¿Existe lo
bello? Hipias.- Existe ¿Cómo no va a ser así? Sócrates.- Dirá él: “Dime,
forastero, ¿qué es lo bello?” Hipias.- ¿Acaso el que hace esa pregunta,
Sócrates, quiere saber qué es bello? Sócrates.- No lo creo, sino qué es lo
bello, Hipias. Hipias.- ¿Y en qué difiere una cosa de otra? Sócrates.- ¿Te
parece que no hay ninguna diferencia? Hipias.- Ciertamente, no hay ninguna.
Sócrates.- Sin embargo, es evidente que tú lo sabes mejor. A pesar de eso,
amigo, reflexiona. No te pregunta qué es bello, sino qué es lo bello».58 «¿Es
que no eres capaz de acordarte de que yo te preguntaba qué es lo bello en sí
mismo, aquello que añadido a cualquier cosa hace que ésta sea bella: piedra,
madera, hombre, dios, una acción, o un conocimiento cualquiera? Yo me pregunto
qué es la belleza en sí»59
«Yo, atenienses, os aprecio y os
quiero; pero voy a obedecer al dios más que a vosotros, y mientras aliente y
sea capaz, es seguro que no dejaré de filosofar, de exhortaros y de hacer
manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando, diciéndole lo que
acostumbro: “Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más
prestigiada en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo
tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y en cambio
no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma
va a ser lo mejor posible?” Y si alguno de vosotros discute y dice que se
preocupa, no pienso dejarlo al momento y marcharme, sino que lo voy a
interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha adquirido la
virtud y dice que sí, le reprocharé que tiene en menos lo digno de más y tiene
en mucho lo que vale poco. […] Voy por todas partes sin hacer otra cosa que
intentar persuadiros […] a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes
que del alma ni con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible,
diciéndoos: “No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la
virtud (salen) las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como
los públicos»6
Jenofonte, al escribir los
Recuerdos de Sócrates, concluye diciendo: «Para mí, siendo tal como lo he
descrito, tan piadoso que no hacía nada sin el asentimiento de los dioses, tan
justo que no habría hecho el más pequeño daño a nadie, sino que ayudaba
muchísimo a los que le trataban, con tal dominio de sí mismo que nunca pudo
preferir lo más agradable a lo mejor, tan prudente que nunca se equivocaba
cuando juzgaba lo mejor y lo peor, sin necesitar ayuda alguna, sino que se
bastaba para el conocimiento de esas nociones, capaz de expresarlas de palabra
y definirlas, hábil para examinar a los demás, refutarles en sus errores y
dirigirlos hacia la virtud y la bondad, a mí, como digo, me pareció todo lo
mejor que podía ser un hombre y el más feliz del mundo. Y si a alguien no le
gusta así, que compare con la manera de ser de otros y que ante esa comparación
juzgue»67.
“Oh querido Pan y todos los otros
dioses que aquí habitéis, concededme que llegue a ser bello por dentro, y todo
lo que tengo por fuera se enlace en amistad con lo de dentro; que consi dere
rico al sabio; que todo el dinero que tenga sea sólo el que pueda llevar y
transportar consigo un hombre sensato, y no otro”
«Critón.- Demasiado claro, según
parece. Pero, querido Sócrates, todavía en este momento hazme caso y sálvate.
[…] Sócrates.- Querido Critón, tu buena voluntad sería muy de estimar, si le
acompañara algo de rectitud; si no, cuanto más intensa, tanto más penosa. Así
pues, es necesario que reflexionemos si eso debe hacerse o no. Porque yo, no
sólo ahora sino siempre, soy de condición de no prestar atención a ninguna otra
cosa que al razonamiento que, al reflexionar, me parece el mejor. Los
argumentos que yo he dicho en tiempo anterior no los puedo desmentir ahora porque
me ha tocado esta suerte, más bien me parece ahora, en conjunto, de mayor valor
y respeto, y doy mucha importancia a los mismos argumentos de antes. Si no
somos capaces de deducir nada mejor en el momento presente, sabe bien que no
voy a estar de acuerdo contigo, ni aunque la fuerza de la mayoría nos asuste
como a niños»
«Sócrates.- ¿Afirmamos que en
ningún caso hay que hacer el mal voluntariamente, o que en unos casos sí y en
otros no, o bien que de ningún modo es bueno y honrado hacer el mal, tal como
hemos convenido muchas veces anteriormente? Eso es también lo que acabamos de
decir. ¿Acaso todas nuestras ideas comunes de antes se han desvanecido en estos
pocos días […]? O, más bien, es como nosotros decíamos entonces, lo afirme o lo
niegue la ma yoría; y, aunque tengamos que sufrir cosas aún más penosas que las
presentes, o bien más agradables, ¿cometer injusticia no es, en todo caso, malo
y vergonzoso para el que la comete? ¿Lo afirmamos o no? Critón.- Lo afirmamos.
Sócrates.- Por tanto, tampoco si se recibe injusticia se debe responder con la
injusticia, como cree la mayoría, puesto que de ningún modo se debe cometer
injusticia. Critón.- Es evidente. Sócrates.- ¿Se debe hacer el mal Critón, o
no? Critón.- De ningún modo se debe, Sócrates. Sócrates.- ¿Y responder con el
mal cuando se recibe mal es justo, como afirma la mayoría, o es injusto?
Critón.- De ningún modo es justo. Sócrates.- Pues el hacer daño a la gente en
nada se distingue de cometer injusticia. Critón.- Dices la verdad. Sócrates.- Luego
no se debe responder con la injusticia ni hacer mal a ningún hombre, cualquiera
que sea el daño que se reciba de él. Procura, Critón, no aceptar esto contra tu
opinión; si lo aceptas; yo sé, ciertamente, que esto lo admiten y lo admitirán
unas pocas personas. No es posible una determinación común para los hombres que
han formado su opinión de esta manera y para los que mantiene lo contrario,
sino que es necesario que se desprecien unos a otros, cuando ven la
determinación de la otra parte. Examina muy bien, pues, también tú si estás de
acuerdo y te parece bien, y si debemos iniciar nuestra deliberación a partir de
éste principio, de que jamás es bueno ni cometer injusticia, ni responder a la
injusticia con injusticia, ni responder haciendo mal cuando se recibe el mal.
¿O bien te apartas y no participas de este principio? En cuanto a mí, así me
parecía antes y me lo sigue pareciendo ahora»83. «Sabed bien, que si me
condenáis a muerte, siendo yo cual digo que soy, no me dañaréis a mí más que a
vosotros mismos. En efecto, a mí no me causarían ningún daño ni Mileto ni
Anito; cierto que tampoco podrían, porque no creo que naturalmente esté
permitido que un hombre bueno reciba daño de otro malo. Ciertamente, podría
quizá matarlo o desterrarlo o quitarle los derechos ciudadanos. Éste y algún
otro creen, quizá, que estas cosas son grandes males; en cambio yo no lo creo
así, pero sí creo que es un mal mucho mayor hacer lo que éste hace ahora:
intentar condenar a muerte a un hombre injustamente»84.
«Pero no es difícil, atenienses,
evitar la muerte; es mucho más difícil evitar la maldad; en efecto, corre más
deprisa que la muerte. Ahora yo, como soy lento y viejo, he sido alcanzado por
la más lenta de las dos. En cambio, mis acusadores, como son temibles y ágiles,
han sido alcanzados por la más rápida, la maldad. Ahora yo voy a salir de aquí
condenado a muerte por vosotros, y éstos, condenados por la verdad, culpables
de perversidad e injusticia»85. «En cuanto a mí, a lo largo de toda mi vida […]
me he mostrado de esta condición […] sin transigir en nada con nadie contra la
justicia ni tampoco con ninguno de los que, creando falsa imagen de mí, dicen
que son discípulos míos»8
«La verdad es que […] los
acusadores […] no han sido capaces […] de afirmar que yo alguna vez cobré o
pedí a alguien una remuneración. Ciertamente yo presento, me parece, un testigo
suficiente de que digo la verdad: mi pobreza»102. «Yo os diría […]: ‘Mi buen
amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más prestigiada en sabiduría
y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas
y la mayor fama y los mayores honores, y en cambio no te preocupas ni interesas
por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor
posible?»”103 «En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar
persuadiros, a jóvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los
bienes antes que del alma ni con tanto afán, a fin de que ésta se la mejor
posible, diciéndoos: ‘No sale de las riquezas la virtud para los hombres»”104.
«Critón.- Muchas veces, ya antes
durante toda tu vida, te consideré feliz por tu carácter, pero mucho más en la
presente desgracia, al ver qué fácil y apaciblemente la llevas. Sócrates.-
Ciertamente, Critón, no sería oportuno irritarme a mi edad, si debo ya morir»
En el Diálogo Banquete, en el
transcurso de una descripción de Sócrates, se resaltan y alaban varias de sus
virtudes: en especial la templanza en el comer, en el beber, su dominio de sí y
ante las inclemencias meteorológicas. «Pues bien, en primer lugar, en las
fatigas era superior no sólo a mí, sino también a todos los demás. Cada vez que
nos veíamos obligados a no comer por estar aislados en algún lugar, como suele
ocurrir en campaña, los demás no eran nada en resistencia. En cambio, en las
comidas abundantes sólo él era capaz de disfrutar, y especialmente en beber;
aunque no quería, cuando era obligado a hacerlo vencía a todos; y lo que es más
asombroso de todo: Ningún hombre ha visto a Sócrates borracho. […] Por otro lado,
en relación con los rigores del invierno -pues los inviernos allí son
terribles-, hizo siempre cosas dignas de admiración, pero especialmente en una
ocasión en que hubo la más terrible helada y mientras todos, o no salían del
interior de sus tiendas y, si salía alguno, iban vestidos con las prendas más
raras, con los pies envueltos y calzados con fieltro y pieles de cordero, él,
en cambio, en esas circunstancias, salió con el mismo manto que solía llevar
siempre y marchaba descalzo sobre el hielo con más soltura que los demás
calzados, y los soldados lo miraban de reojo creyendo que los desafiaba»1
CONCLUSIONES A lo largo del
presente estudio se han evidenciado varias verdades que es el momento de
sistematizar. Partíamos de la constatación de la “crisis de verdad” en todos
los sentidos que se experimenta en la actualidad. Se nos imponía la tarea de
estudiar si efectivamente hoy era posible conocer la verdad o no. Sócrates, a
través de su vida y de la doctrina que ha llegado hasta nosotros, reveló un
ansia de conocer la verdad que motivó todo su quehacer filosófico. Capta que
existe una verdad universal accesible a la razón humana e, incansable, la
busca. Especialmente en cuestiones antropológicas y éticas, busca definiciones
que se puedan aplicar a todos los casos prácticos y ofrezcan pautas de la
conducta moralmente buena. El conocimiento teórico siempre se orienta a la
práctica. Esta intuición primera de que existe la verdad, que es universal y
accesible a la razón, que es necesaria al hombre para actuar de una manera
conforme a su dignidad, que el examen propio y la práctica de las virtudes son
para ello medios indispensables; todo esto deja trazado un camino. Sin embargo,
no existe en Sócrates ―según lo que conocemos de su doctrina― una elaboración
acabada y sistemática de qué sea esta verdad y una profundización de sus
consecuencias en la vida humana111. Ofrecemos en estas líneas finales una
modesta elaboración que pueda completar este vacío. Sócrates vive para conocer
la verdad y, por otro lado, vive conforme la verdad conocida o que aspira a
conocer en mayor profundidad. En este sentido podemos hablar de una
consecuencia o coherencia entre lo que conoce y lo que vive, entre lo teórico y
lo práctico o existencial. Esta coherencia también la podemos denominar
adecuación, que es el término empleado en la definición clásica de verdad:
Adequatio res et intellecto112. Una vez aceptada esta adecuación, podríamos
distinguir diversos niveles de la misma: Verdad ontológica: adecuación de un
ser consigo mismo en tanto que es lo que es. Verdad del conocimiento:
adecuación de la percepción conocida con la realidad que la causa. Verdad
lógica, del juicio: adecuación de la idea con la cosa. Esta es la verdad que
hemos denominado teórica en nuestro estudio. Verdad práctica: adecuación de la
verdad conocida en su dimensión moral ―como lo bueno― y la vida concreta y
actos de la persona. De la verdad aplicada a cada persona humana, la verdad
existencial, podemos decir que tiene dos dimensiones complementarias: a) Una
teórica, condición necesaria para la puesta en práctica, por la que conocemos
lo que somos y nuestro fin propio (verdad ontológica y del hombre). Sin
embargo, sólo si es considerada la naturaleza humana en su totalidad (sin
reduccionismos materialistas o espiritualistas) podrá entenderse nuestro fin de
una forma adecuada, como desarrollo o perfección de lo que, por naturaleza,
tenemos ya potencialmente. En tal actualización o perfeccionamiento de nuestro
ser es la esfera superior del hombre ―la espiritual, en la que incluimos las
facultades intelectivas y las operaciones afectivas más elevadas―, la que juega
un papel preponderante. Tan sólo si conocemos lo que es mejor para nosotros
(verdad teórica de la razón práctica), lo que nos desarrollará y perfeccionará,
podremos escoger el camino adecuado, el que nos lleve a su consecución y
adherirnos a él con la voluntad (verdad existencial)
b) Respecto a la dimensión
práctica, nuestra verdadera libertad consiste en vivir conforme a la verdad
contemplada. Esto exige de cada uno una aplicación de la verdad conocida en
actos concretos de comportamiento que, repetidos, llegarán a convertirse en
hábitos (virtudes); exige también experimentar o encarnar, en nuestra vida
práctica, todo lo que lleva a perfeccionar nuestro yo más íntimo. Sólo cuando
la verdad se encarna en la vida humana y se testimonia es digna de crédito y
aceptación. Los ejemplos arrastran.
La realización de la verdad
existencial exige la búsqueda de la unidad vital interior de la persona. Para
lograrlo, todas nuestras facultades deben crecer en armonía: tiene que haber
una coherencia real entre lo que pensamos, lo que queremos, lo que amamos y lo
que vivimos114. Para conseguirlo, y porque esto no sucede de una forma
necesaria ni automática, tenemos que esforzarnos en promover en nosotros
ciertas actitudes que hagan posible llegar a la verdad teórica y práctica. El
mejor medio para lograrlo es la práctica de la virtud115. En la línea de esta
coherencia, se nos presenta de forma clara la estrecha relación entre el
conocimiento filosófico y las actitudes morales. Un buen mejor ejemplo de tal
relación lo tenemos en las vidas de los filósofos. En concreto, la reverencia y
la apertura al ser son actitudes exigidas no sólo para el conocimiento
filosófico sino para el conocimiento en general116. La última gran conclusión
que queremos extraer es la importancia de la práctica de las virtudes en la
búsqueda de la verdad; no sólo para contrarrestar el desorden de las facultades
respecto a su fin propio, sino especialmente para progresar positivamente en la
verdad, tanto en su conocimiento como en su práctica. En Sócrates llama
ciertamente la atención el desprendimiento de los bienes materiales y su vida
sobria, pero quizás sea más llamativa su humildad intelectual117. La verdad
propia del hombre implica un doble reconocimiento: de nuestra ignorancia ―no lo
sabemos todo―, y también de que estamos abiertos a una realidad que no hemos
creado, si vamos más allá de la postura y doctrina socrática pero sin dejar de
apoyarnos en ella. No poseemos el ser autónomamente sino que participamos de
él. Esta es la humildad metafísica, por la que el hombre se sabe necesitado de
los otros y del Otro con mayúscula. La humildad intelectual a que lleva el
primer reconocimiento, que tan bien encarnara Sócrates, exige la humildad
metafísica. Ambas son opuestas a la soberbia que, en su dimensión más radical,
niega la verdad metafísica, pues no acepta ninguna ley que no sea la suya
propia. Viene al caso recordar la fidelidad de nuestro filósofo a su daimon
interior. ¿Por qué hacemos tanto hincapié en esta virtud? Porque nos parece que
es de tremenda actualidad. La soberbia, recordaba Sto. Tomás118, puede ser
fomentada por la vanidad y la codicia de riquezas. Y basta abrir los ojos para
ver cómo el hombre actual posee riquezas y adelantos técnicos que le dan un
dominio sobre el mundo. Por eso, esta vivencia puede ―siempre como posible, no
determinante― generar en el corazón del hombre el sentimiento de que él puede
controlar todo, de que todo depende de él, de creerse “dios”, considerándose
totalmente autónomo y autosuficiente. Esta actitud cierra la mente al
reconocimiento de toda realidad independiente y, con mayor razón, si es
superior a él. La negación de la verdad y la afirmación del relativismo, teórico
y moral, son consecuencias de una vida que se aparta de la vida buena y
ordenada según la recta razón. Las consecuencias personales son también
evidentes: la pérdida de la humildad metafísica -reconocimiento de la
dependencia constitutiva del hombre como criatura de un ser superior del cual
recibe su ser- implica la pérdida de la humildad en relación a la ética. El
hombre deja de aspirar al “conócete a ti mismo” y por eso renuncia también a
pretender “llegar a ser el que eres” de Píndaro. Así pues, sólo el humilde
puede aspirar a algo muy elevado y noble: a la verdad; es el que anhela su
propia excelencia pero conforme a las propias fuerzas y cualidades. Reconoce
sus limitaciones pero no se queda en ellas. Confía en las capacidades de la
razón, pero confía aún más en la realidad misma que se le manifiesta a través
del “desvelamiento del ser” según afirma la frase ya acuñada de Heidegger.
He aquí la complejidad Socrática, él tiene la certeza de la
verdad, pero su logos le hace decir solo sé que nada se, lo cual es cierto, por
lo mismo todos sus conclusiones son aporisticas pero es que la razón no pude
concluir la estructura del espíritu subjetivo
está en la fe ese certeza de verdad
1 en la razón 0 que es una irracionalidad que se racionaliza
para lograr el espíritu 10.
He aquí el tercer cuerno
1(FE)→ 0(Razón)→10(Espíritu)
1→0→1→0→1→0→1→0→10
Logrado el concepto subjetivamente, objetivamente se
absuelve se libera.
Pero si el misterio pascual era lo absoluto en sí, el
misterio Dharmico lo revela, el misterio pascual traspasa al misterio
dharmico y logra concebirse. De hecho
aquí está por fin la estructura del
espíritu, la religión es también una concepción aunque simbólica, el arte lo es
también pero variada artificial, la filosofía por fin es especulativa se puede
con ella pasar de un lado del espejo al otro
y tener una idea clara sintetizando ambos espejos, solo que el concepto
es algo tan pequeño en relación con el símbolo encarnado en la vida misma, el
arte como juego revelador, es más lo que se pierde en un concepto de lo que se
gana, en un cuadro puede ver el universo, en un concepto no al menos que siga
todo su camino en su proceso de concepción, ahí está el amigo de la sabiduría caminando y
nadie camina mejor que Sócrates así que seguiré imitando sus pasos , recreándolos,
solo desde la certeza de verdad y desde la certeza de que la razón no puede
saberla es que puedo dar el salto dialectico al Espíritu y lograr el concepto
no como idea abstracta sino como idea realizada.
Entro de lleno al espíritu subjetivo, se del peligro de
quedar sujetado en mis propias ideas, y terminar produciendo una ideología más
pero amor sigo los pasos del mejor maestro y en el estaré siempre agradecido de
ser corregido o hasta burlado, quiero sembrar mi subjetividad en esa humildad,
así cuando Nietzsche venga a decirme que estoy enfermo, le daré la razón y es
que la razón es una enfermedad, abate al espíritu, Dios no razona lo conoce
todo en el acto, y el espíritu es este respirar de Dios pero en nosotros la
respiración se entrecorta muere produciéndose la contradicción, los filósofos se
han equivocado pensando que la razón puede superar la contradicción, ella solo
puede dar cuenta de la aporía, lo que toca es exhalar y en ese aire parir un
concepto, que luego otra razón destrozara y es que ese intento de concebir es
el intento del acto de conocer de Dios, en el que siempre trabajamos por eso
Bendito sea Nietzsche y su martillo.
La mirada De Nietzsche sobre Sócrates
https://www.youtube.com/watch?v=lpMaseXSBKM&t=31s
Escuchamos a Nietzsche
https://www.youtube.com/watch?v=XbDUjletLyE
On ne peut penser et écrire qu’assis[8] (G. Flaubert). ¡Ya
te tengo, nihilista! Desarrollar unas anchas posaderas es precisamente el
pecado contra el Espíritu Santo. Solo los pensamientos adquiridos a fuerza de
andar tienen valor
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