domingo, 23 de febrero de 2025

Recuperando la positividad de la razón

 

 Recuperando la positividad de la razón

 

Si la realidad de mi percepción no se fundara más que en la coherencia intrínseca de las «representaciones», tendría que ser siempre vacilante y, abandonado a mis conjeturas probables, constantemente tendría yo que deshacer unas síntesis ilusorias y reintegrar a la realidad unos fenómenos aberrantes de antemano excluidos por mí de la misma. No hay tal. La realidad es un tejido sólido, no aguarda nuestros juicios para anexarse los fenómenos más sorprendentes ni para rechazar nuestras imaginaciones más verosímiles.

 

No hay que preguntarse, pues, si percibimos verdaderamente un mundo; al contrario, hay que decir: el mundo es lo que percibimos. De una manera más general, no hay que preguntarse si nuestras evidencias son auténticas verdades O si, por un vicio de nuestro espíritu, lo que para nosotros es evidente no sería ilusorio respecto de alguna verdad en sí: pues si hablamos de ilusión es porque ya hemos reconocido unas ilusiones, lo que no hemos podido hacer más que en nombre de alguna percepción que, en el mismo instante, se afirmase como verdadera; de este modo, la duda o el temor de equivocarnos afirma al mismo tiempo nuestra capacidad de descubrir el error y no puede, pues, desarraigarnos de la verdad. Estamos en la verdad y la evidencia es «a experiencia de la verdad». Buscar la esencia de la percepción es declarar que la percepción no se presume verdadera, sino definida para nosotros como acceso a la verdad.

 

MAURICE MERLEAU-PONTY!*

 

Razón metafísica

Razón ilustrada

Razón dialéctica idealista-Materialista

Razón instrumental

Razón posmoderna

Razón algorítmica

Razón paradojal - transferencial

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando se disipa una ilusión, cuando estalla de repente una apariencia, es siempre en beneficio de otra, que asume por su cuenta la función ontológica de la primera. Creía estar viendo en la arena una pieza de madera pulimentada por el mar, y era un peñasco arcilloso. La ruina y destrucción de la primera apariencia no me permiten definir desde ahora lo «real» como meramente probable, puesto que sólo son otro nombre de la nueva aparición, que ha de figurar, por tanto, en nuestro análisis de la des-ilusión. La des-ilusión es la pérdida de una evidencia únicamente porque es la adquisición de otra”.

 

 

La conclusión que puedo sacar de todas estas des-ilusiones o decepciones es que la realidad tal vez no pertenece definitivamente a ninguna percepción particular, que en este sentido queda siempre más lejos, pero ello no me autoriza a  romper o a pasar en silencio el lazo que las une sucesivamente a lo real, el cual no se puede romper con una si antes no se establece con la siguiente, de forma que no hay Schein sin Erscheinung, todo Schein es la contrapartida de un Erscheinung y el sentido de lo real no se reduce al de lo «probable» (...). Ante una apariencia perceptiva no sólo sabemos que puede «estallar»; sabemos además que si lo hace es porque otra la sustituye tan bien que no queda rastro de ella (...). Cada percepción es mudable y únicamente probable; o, si se prefiere, es sólo una opinión; pero lo que no lo es, lo que demuestra cada percepción, aun siendo falsa, es la pertenencia de toda experiencia al mismo mundo, el poder que tienen todas de manifestarlo en calidad de posibilidades del mismo mundo. Si una encaja tan bien en el sitio que ocupaba la otra —hasta el extremo de que, una vez disipada la ilusión, no queda rastro de ella— es precisamente porque no son hipótesis sucesivas sobre un ser incognoscible, sino perspectivas del mismo ser familiar que sabemos que no puede excluir a una sin incluir a la otra y es, en todo caso, incuestionable. Y por eso la fragilidad misma de la percepción, que se patentiza en su ruptura y sustitución por otra percepción, lejos de autorizarnos a borrar de ella todo indicio de «realidad», nos obliga a reconocérselo a todas, a ver en ellas variantes del mismo mundo y, por último, a considerarlas a todas no como falsas, sino como «verdaderas», no como fracasos repetidos en la determinación del mundo, sino como aproximaciones progresivas a él?

 

¿Pero cuál es la última percepción que reemplaza a  todas las ilusiones?

La de la nada, el sunyata, el mu, el basho , el fondo ontológico de Dios la que nos da la fe de la realidad y su posibilidad de recrearla de transformarla y es que la realidad es potencialidad de infinita posibilidades y entonces la fe primera está  en nuestra percepción y es una fe de la realidad sensible de su entrelazamiento con nosotros y entonces deviene la síntesis de  la razón revelando la integridad de la realidad . ¿Qué  es esta realidad? y la respuesta es acontecer del ser  en el no ser  y entonces decir que la realidad es nada no es decir que no hay nada sino más bien que la nada posibilita la posibilidad de ser,  ahí es donde la fe se encuentra a sí misma en el vacío donde la realidad ya no es exterior sino interior, abriéndonos desde adentro a la vida.

 

0 (La nada interior absoluta como posibilidad del ser-Fe)  ←1 (la razón como síntesis de lo real) ←0 (La nada exterior relativa como continuidad cambiante de lo sensible.)

Lo cual es develación del tejido de la realidad en la experiencia pura        

El arte y especialmente la pintura abrevan en esa napa primaria, con la que nada quiere saber el activismo. Todavía los pintores son los únicos que pueden hacerlo con toda inocencia. Al escritor, al filósofo, se les pide consejo u opinión, no se admite que tengan el mundo en suspenso, se quiere que tomen posición, no pueden declinar las responsabilidades del hombre que habla (...). Sólo el pintor tiene derecho de mirar todas las cosas sin algún deber de apreciación. Se diría que para él las palabras de orden del conocimiento y de la acción pierden su virtud (...). El pintor está ahí, fuerte o débil en la vida, pero soberano evidentemente en su modo de rumiar el mundo, sin otra «técnica» que la que sus ojos y sus manos se dan a fuerza de ver, a fuerza de pintar, empeñado en sacar de este mundo, en el que suenan los escándalos y las glorias de la historia, telas que nada agregarán a las cóleras o las esperanzas de los hombres, y nadie murmura por ella. Entonces, ¿qué es esta ciencia secreta que tiene o que busca el pintor? ¿La dimensión conforme a la cual Van Gogh quiere ir «más lejos»? ¿Eso fundamental de la pintura y quizá de toda la cultura?

 

 

De esto se trata, de que frente al cartesiano que pretende atenerse a la luz espiritual, pasando por encima de lo sensible, un pintor, dice Merleau-Ponty:

 

No puede consentir en que nuestra apertura al mundo sea ilusoria O indirecta, que lo que nosotros vemos no es visible, que la única luz es el espíritu, que toda visión se hace en Dios. Un pintor no puede consentir en que nuestra apertura al mundo sea ilusoria o indirecta, que lo que nosotros vemos no sea el mundo mismo, que el espíritu no tenga que ver sino con sus pensamientos o con otro espíritu (...). Es necesario tomar al pie de la letra lo que nos enseña la visión: que por ella tocamos el sol, las estrellas, estamos al mismo tiempo en todas partes, tan cerca de las cosas lejanas como de las próximas, y que aun nuestro poder de imaginarnos en otra parte (...), de apuntar libremente a los seres reales, dondequiera que estén; aun dicho poder pide prestado a la visión, vuelve a emplear medios que ella nos entrega. Sólo ella nos enseña que los seres diferentes, «exteriores», extraños uno a otro, están sin embargo absolutamente juntos: la «simultaneidad» (...)?.

 

Y cuando se refiere al equívoco en virtud del cual se pretende separar lo figurativo y lo no-figurativo en pintura, añade un poco más adelante Merleau-Ponty que «esta precesión de lo que es sobre lo que se ve y hace ver, de lo que se ve y hace ver sobre lo que es, es la visión misma», Lo que importaba a Merleau-Ponty de Cézanne no era propiamente su pintura, sino ese compromiso carnal-sensible con lo visible que el pintor intenta trasladar al lienzo, un compromiso que todos compartimos en la medida en que vemos. Lo que pudo querer Merleau-Ponty no era ser pintor como Cézanne, Monet, Matisse o Klee. No se trata de alcanzar el privilegio del artista genial, sino de percatarnos de lo que compartimos con él. Pienso a este respecto que ilustra perfectamente algunas sugerencias de Merleau-Ponty el argumento o discurso de Víctor Erice y Antonio López en El sol del membrillo. La cámara de Erice se dedica a seguir el esfuerzo del pintor en torno a un lienzo destinado a mostrar un membrillo en la plenitud deviniente de su relación con la luz solar. El trabajo de Antonio López es meticuloso, riguroso, exhaustivo. El film muestra su personal diálogo y lucha amorosa con la lluvia, la luz, el peso mismo y el volumen de los membrillos, crecientes en el curso lento de la pintura demorada en el tiempo... Cualquiera diría que esta especie de -—como se ha calificado— «hiperrealismo» de López es una suerte de locura o infantilismo. Al final, el pintor tiene que desistir de su desmesurado intento de mostrar justamente eso, «el sol del membrillo». Sin embargo, lo que importaba realmente a Antonio López no era el éxito del lienzo, sino lo invisible de su experiencia. La armonía de lo sensible no estriba en que el lienzo sea exitoso y en que se pudiera ver (constatar) la «perfección» de la mimesis. Lo decisivo para Antonio López, y en lo que se comprueba el triunfo mismo de lo visible-y-lo-invisible, es la armonía de lo sensible que López no pudo traspasar a la objetividad del lienzo, pero que él sí consiguió. Cuando le visita una pareja de japoneses y le comentan, sorprendidos, el hecho de que no pintase cuadros a partir de fotografías, López les responde que lo importante —digámoslo a nuestro modo— no sería la representación en cuanto tal, sino el haber estado allí, las horas transcurridas junto al membrillo. Por esto decía hace un momento que lo que amaba Merleau-Ponty en Cézanne debía ser, ante todo, ese estar-allí, disfrutando de la armonía de lo sensible entre-lo-visible-y-lo-invisible. Como habrían propugnado Heidegger o Merleau-Ponty, hay en López una rara humildad, una especie de paz interior, de desasimiento de lo mundano, que se refugia en el jardín, mientras un mundo a distancia pasa a su lado. No en vano allí cerca, junto al jardín del artista, pasan trenes y aviones, y se escuchan noticias en la radio o se ve a lo lejos una televisión. El compromiso de López y su grandeza no estriba en haber alumbrado la comprensión de un mundo (Heidegger) menoscabo alguno, su membrillo no quiere decir salvo  la grandeza de lo, visible y lo invisible. Como la rosa de Silesius, y a diferencia de las botas de campesino de Van Gogh, el membrillo de López nos viene en su mera presencia, en el gozo del vidente en la apertura básica a lo visible. No; la armonía de lo sensible no radica en ese cuadro del que se dirá que ha hecho fracasar al pintor (que finalmente lo introduce en una especie de sótano, aunque con enorme cariño, como si allí, en ese sótano, fuese depositando los jirones pictórico-visuales de sus estancias entre-lo-visible-y-lo-invisible); decía que la armonía de lo sensible no está en el cuadro, sino en la experiencia vivida por Antonio López, de la que sería un despropósito decir que transcurrió sólo para él, de puertas adentro en el zulo de su psiquismo, sino que tuvo lugar, nunca mejor dicho, entre él y el sol del membrillo, y que aquello a lo que esa pintura, como cualquier otra, quisiera conducirnos es a la silenciosa verdad del mundo sensible.

 

De este modo, la armonía de lo sensible sólo podría «comparecer» si se venciera el empeño humano por objetivar lo sensible o capturarlo. Si acaso este empeño fracasara, aportaría, sin embargo, la sabiduría de una reconciliación superior, aunque sin duda más secreta, menos ostentosa, que la que podría alcanzar, en el caso del arte pictórico, un simple lienzo. Y, sin embargo, no, no más secreta, sino más compartible o «convivible». Tiene que fracasar el lienzo para que comparezca esa otra armonía de la proximidad. Así que el lienzo no sería el fin, como obra consumada, sino sólo un medio. Y es sobre todo el pintor, en su íntima sabiduría, el que sabe eso. Tiene que bullir lo invisible en el esfuerzo de hacer visible lo visible que jamás se reduce a lo visto. Por eso, porque el combate es a favor de lo visible-invisible, es por lo que hay que mostrar que lo visto deviene, que se escabulle, que no se entrega evidentemente. 

 

 

 Esa Plena reconciliación con el acontecer de lo que se da a ver no es otra cosa que la fe, intuyendo lo invisible en lo visible, la presencia de Dios en la realidad y entonces la positividad de la razón está  en la afirmación de la afirmación de lo sensible, que no es otro cosa que la fe la cual descubre la armonía  de lo potencial develando al logos el cual nos entrelaza con las cosas biotejiendonos.

 

Poeta, di, ¿qué haces?

 

—Yo celebro.

 

Pero lo monstruoso y lo fatal,

 

¿cómo es que lo soportas y cómo lo toleras? —Yo celebro.

 

¿Mas cómo invocas tú

 

lo anónimo y todo lo indecible?

 

—Yo celebro.

 

¿Qué haces para tener derecho a ser veraz detrás de cada máscara, con cada traje?, dime. —Yo celebro.

 

Más todavía di, ¿por qué conoces el ímpetu y la calma, la tormenta y la estrella? —Porque yo los celebro*.

  

 


 

 

 

 

 

 

 La sombra de lo invisible Merlea Ponty

https://archive.org/details/alvarez-l.-coord.-la-sombra-de-lo-invisible.-merleau-ponty-1961-2011-ocr-2011/page/n3/mode/1up?view=theater

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La sombra de lo invisible Merlea Ponty

https://archive.org/details/alvarez-l.-coord.-la-sombra-de-lo-invisible.-merleau-ponty-1961-2011-ocr-2011/page/n3/mode/1up?view=theater

1 comentario:

Christian Franco dijo...

"Si tanto te atrae, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Pero ten en cuenta una cosa: soy poderoso. Y solo soy el más humilde de los guardianes. Sala tras sala hay otros guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ni siquiera yo puedo soportar ya la vista del tercer guardián."
F. Kafka
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Iñaki Marieta
El actual momento en la política internacional muestra a las claras que la causalidad natural está sometida a la causalidad por voluntad como inevitable gran ilusión del kantismo: el ideal de la libertad frente a la legalidad material de la naturaleza. Y lo hace en el modo en que el capitalismo aborda su crisis y sus contradicciones; con una huida hacia adelante protagonizada por payasos a los que las "democracias" consienten su circo porque "nunca" han sido democráticas. El démos está (auto-)esclavizado en la productividad infinita que le permite sobrevivir, y eso no son condiciones demo-cráticas. Hoy la confrontación naturaleza-libertad apesta a burguesía reprimida con antecedentes pietistas que solo busca evitar el cuerpo desnudo y con ello la muerte. ¿Por qué sino los guerreros valientes van desnudos al combate? Desde hace siglos la cobardía se ha adueñado del hombre con la esperanza de vivir eternamente. Sin embargo, la ley nos espera a todos, y ningún soborno será suficiente para que el guardián nos deje pasar. El guardián merece la muerte; ocurre que todos somos, a la vez, guardianes y demandantes. Así lo impuso la modernidad liberadora, ya no hay bárbaros para eso están las escuelas de idiomas. Solo se salvarán los que logren acceder a la ley, pero en su acceso encontrarán la muerte. La disyuntiva es trágica y anti-filo-sófica. Una verdad trágica a la altura de lo que está en juego: naturaleza vs. libertad.