Nuevo día plasmático recuperando la alegría de vivir
Carlos Troncoso
Christian Franco Rodriguez que oportunista que eres, estimado. Nunca he
usado tus publicaciones, cambiándole el sentido, para mi beneficio propio. Que
tengas buen fin de semana-
1 hora
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Christian Franco Rodriguez
Carlos Troncoso Que inoportuno querrás decir al leer tu publicación
desde el contexto de lucha cultura en el que nos encontramos, pero lo se tu
puede separar tu trabajo de la lucha, yo no.
1 hora
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Carlos Troncoso
querido Christian. oportunista y tergiversador de mi trabajo (y no son
malas palabras sino descripciones de actos, sin juicio moral alguno). Uno es LO
QUE HACE y no lo que dice en redes: usas mi publicación sin la foto principal
(nadie entra a links anexos) para tus divagaciones y reflexiones. O sea me
usas. / .......Igual les tengo mucha estima a ti y a Teresa. Buen finde semana
26 minutos
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Christian Franco Rodriguez
Carlos Troncoso Oh Mani Padme Hum con estas palabras Buda encerró al Rey
mono, en las 5 montañas yo he liberado al rey mono para recuperar la alegría de
vivir no lo podía hacer sin entrar a la noche oscura, en mi camino apareció tu
texto invitando a las blasfemias creativas y esta es mi blasfemia: Estas son
las seis sílabas que evitan la reencarnación en los seis reinos de la
existencia cíclica. Se traduce literalmente a 'OM la joya en el loto HUM'. OM
evita la reencarnación en el reino de los Devas (dioses), MA evita la
reencarnación en el reino de los Asuras (demonios), NI evita la reencarnación
en el reino humano, PAD evita la reencarnación en el reino animal, ME evita la
reencarnación en el reino de los fantasmas hambrientos, y HUM evita la
reencarnación en el purgatorio. Si piensas que tome muy en serio tu invitación,
yo no lo puedo comprender siempre te tome en serio tal y como un payaso como yo
lo hace tomando las cosas desde un sentido profundo, pero te sientes usado lo
menos que puedo hacer es invitarte a seguir mi camino, comprendo que dirás que
no, pero no solo tome tus textos he amarrado tu alma para desamarrarla junto a
la mía.
Los nobles objetivos en la vida…
“Unos van por el ancho campo de la ambición soberbia, otros
por el de la adulación servil y baja, otros por el de la hipocresía engañosa, y
algunos por el de la verdadera religión, pero yo, inclinado de mi estrella, voy
por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la
hacienda, pero no la honra. Mis intenciones siempre las enderezo a buenos
fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno.”
Capítulo XXXII
La libertad…
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que
a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que
encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede
y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal
que puede venir a los hombres.”
Capítulo LVIII
La virtud…
“Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias
de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y
agüelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se
conquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.”
Capítulo XLII
La belleza…
“Advierte, Sancho –respondió don Quijote–, que hay dos
maneras de hermosura: una del alma y otra del cuerpo, la del alma campea y se
muestra en el entendimiento, en la honestidad, en el buen proceder, en la
liberalidad y en la buena crianza, y todas estas partes caben y pueden estar en
un hombre feo… y cuando se pone la mira en esta hermosura, y no en la del
cuerpo, suele nacer el amor con ímpetu y con ventajas.”
Capítulo LVIII
El desagradecimiento…
“Entre los pecados mayores que los hombres cometen, aunque
algunos dicen que es la soberbia, yo digo que es el desagradecimiento,
ateniéndome a lo que suele decirse: que de los desagradecidos está lleno el
infierno. Este pecado, en cuanto me ha sido posible, he procurado yo huir desde
el instante que tuve uso de razón, y si no puedo pagar las buenas obras que me
hacen con otras obras, pongo en su lugar los deseos de hacerlas, y cuando éstos
no bastan, las publico, porque quien dice y publica las buenas obras que
recibe, también las recompensara con otras.”
Capítulo LVIII
La humildad…
“Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te
desprecies de decir que vienes de labradores, porque viendo que no te
avergüenzas, ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde
virtuoso que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe
nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria. Y de esta
verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran.”
Capítulo XLII
https://www.facebook.com/photo/?fbid=983019813847667&set=a.844101504406166
Carlos comenzamos con el Quijote que es la mejor manera de
comprender el misterio pascual, así como
el rey mono es la mejor manera de comprender el misterio dharmico, ambas son
comedias pero comedias llenas de tragedia, solo el dolor produce la gracia y en
la gracia divina esta la verdadera comedia y solo el payaso puede realmente
comprender al logos y su permanente paradoja, amabas obras superan todo sistema
relativo y mientras una ocupa el mas
alto lugar en la estructura vertical de sentido, la otra ocupa el más alto
lugar en la estructura horizontal,
Carlos si tuviste una buena madre puedes ir adelante sin mayor agresividad con
amabilidad y empatía y si tuviste un
buen padre puedes abismarte con tu pensamiento al infierno más hondo para luego
subir al cielo en una numinosidad celeste
pero si no los tuviste o si los tuviste pero quieres llevar al extremo la
estructura de tu alma, el Quijote y el rey mono son los indicados, así que en
nuestra ciencia del logos son estas obras la que nos dan la posibilidad de
experimentar el ideoelecto, recuerda que en el
ideoelecto la forma es el contenido, ahora imagínate a un actor
intentado recrear el ideoelecto del Quijote y del rey mono, imagínatelo como
realmente debería de ser como un niño, al punto que se sumerge en suideolecto
logrado en su cuerpo, mente y espíritu
múltiples habilidades, pues bien eso es lo que debemos de hacer si
queremos superar la pos humanidad ciborg en la que ya nos encontramos, nuestros
enemigos no son los conservadores , los fachos, nuestro real enemigo es la dictadura
algorítmica que puede combinar el poder blando y el poder duro para dominarnos,
los conservadores son en el fondo Quijotes y los progresistas son reyes monos
luchando contra todos los dioses, la cuestión es integrar al Quijote con el rey
mono para lograr el arquetipo que puede vencer al gran dragón pos humano. Toda integración en el hombre es biodramaturgica
es decir que esta mediada por el conflicto por esto recurrimos al mejor dramaturgo
de todos los tiempos Shakespeare donde la tragedia en el eje vertical y la
comedia ene l eje horizontal llegan a su máxima expresión, todos leen o
han visto representar al Hamlet, a Romeo y Julieta, al rey Lear a Macbeth las
grandes tragedias de Shakespeare, menos personas han disfrutado con sus
exquisitas comedias Sueño de una noche de verano, como gustéis, Noche de reyes,
las alegres comadres de Windsor, mucho ruido y pocas nueces pero casi nadie ha
disfrutado la última etapa de Shakespeare donde se superando todos los géneros
y se vuelve al mito abriéndose a la posibilidad de reconciliación, cuanto de
invierno es esta obra :
La obra empieza con la visita de Políxenes, el rey de Bohemia a
su amigo de la infancia Leontes, el rey de Sicilia. Tras
nueve meses Políxenes debe volver a su reino a atender sus obligaciones y a ver
a su hijo. Leontes intenta desesperadamente que se quede más tiempo, pero
fracasa. Leontes entonces, decide enviar a su mujer la reina Hermíone para que
convenza a Políxenes. Hermíone acepta y tras tres breves discursos consigue que
se quede. Leontes se pregunta cómo ha podido Hermíone convencer a Políxenes tan
fácilmente y Leontes empieza a sospechar que su mujer embarazada ha tenido una
aventura y que el hijo que espera es de Políxenes. Leontes ordena a Camilo,
noble de Sicilia, envenenar a Políxenes. Camilo, sin embargo, alerta a
Políxenes y ambos huyen a Bohemia.
Furioso por la huida, Leontes acusa públicamente a su mujer
de la infidelidad y declara que el hijo que lleva en el vientre es ilegítimo.
Leontes manda a prisión a su mujer, bajo protestas de sus nobles y manda a dos
de sus nobles, Cleómenes y Dion, al oráculo de Delfos para confirmar sus
sospechas. Mientras tanto, la reina da a luz a una niña y su amiga Paulina
lleva al bebe ante el rey con la esperanza de que la visión de la niña le
ablande. Sin embargo, esto le enfurece todavía más y ordena a Antígono, el
marido de Paulina, que se lleve al bebé a un lugar abandonado. Cleómenes y Dion
vuelven de Delfos y
encuentran a Hermíone llevada a juicio por el rey. El Oráculo ha sentenciado
que Hermíone y Políxenes son inocentes, Camilo un hombre honesto y que Leontes
no tendrá heredero hasta que su hija sea encontrada. Leontes se niega a creer
la verdad. En ese momento llega la noticia de que el hijo de Leontes, Mamilo,
ha muerto. Hermíone, pierde el conocimiento y es atendida por Paulina que
comunica al rey Leontes la muerte de su esposa. Leontes jura pasar el resto de
sus días expiando la pérdida de su hijo, su hija abandonada y su reina.
Mientras, Antígono, abandona al bebé en la costa de Bohemia.
Hermíone se le ha aparecido en un sueño y le ha dicho que llame a su hija
Perdita. Al abandonarla, deja a su lado un fardo con oro para sugerir que la
niña es de sangre noble. Entonces, una gran tormenta aparece hundiendo el barco
en el que Antígono navegó hasta allí. Antígono siente lástima por el bebé, pero
es atacado por un oso en una de las acotaciones más famosas de Shakespeare:
"Sale, perseguido por un oso". Afortunadamente, Perdita es rescatada
por un pastor y su hijo.
Han pasado dieciséis años. Camillo, ahora al servicio de
Políxenes, ruega al rey de Bohemia que le permita volver a Sicilia. Políxenes
se niega y le dice que su hijo, el príncipe Florizel, se ha enamorado de la
hija de un pastor: Perdita. El rey sugiere a Camilo que para distraerse de sus
pensamientos, se disfracen y vayan al festival de la esquila donde Florizel y
Perdita se van a prometer. En el festival, organizado por el Viejo Pastor que
ha prosperado gracias al oro del fardo, el vendedor ambulante Autólico roba al
Joven Pastor y entretiene a los invitados con canciones obscenas. Disfrazados
Políxenes y Camillo ven como Florizel (haciéndose pasar por un pastor llamado
Doricles) y Perdita se prometen. Políxenes se descubre e interviene enfadado
amenazando al Viejo Pastor y a Perdita con la muerte y ordenando a su hijo que
no vuelva a ver a la hija del pastor nunca más. Con la ayuda de Camillo que
desea volver a su tierra, Florizel y Perdita cogen un barco a Sicilia usando
las ropas de Autólico como disfraz. En el viaje se les une el Viejo Pastor y su
hijo que son conducidos hasta allí por Autólico.
En Sicilia, Leontes guarda aún el luto. Cleómenes y Dion le
suplican que abandone su estado de arrepentimiento ya que el reino necesita un
heredero. Paulina, sin embargo, le convence de que continúe su penitencia hasta
que ella le encuentre una esposa. Florizel y Perdita llegan y son recibidos
efusivamente por Leontes. Florizel dice que su visita es una misión diplomática
de su padre pero es descubierto cuando Políxenes y Camilo llegan también a
Sicilia. El encuentro y reconciliación de los dos reyes es contado por los
caballeros de la corte de Sicilia: cómo el Viejo Pastor crio a Perdita, cómo
Antígono murió, cómo Leontes se llenó de alegría al reunirse con su hija y cómo
le pidió perdón a Políxenes. Autólico, ruega al Viejo Pastor y al Joven Pastor,
convertidos ahora en caballeros por los reyes, que le perdonen por su picardía.
Leontes, Políxenes, Camillo, Florizel y Perdita viajan a la casa de Paulina en
el campo donde se ha terminado de esculpir una estatua de Hermíone. La visión
de su mujer perturba al rey Leontes pero todos se maravillan de que la estatua
muestre signos de vitalidad: se trata en realidad de Hermíone que ha vuelto a
la vida. Al final de la obra Florizel y Perdita se desposan y todos celebran el
milagro ocurrido. A pesar del final feliz típico de las comedias y romances de
Shakespeare, la impresión de la injusta muerte del joven príncipe Mamilo
perdura hasta al final como un elemento trágico sin compensación sumado a los
años perdidos de separación.
Este es el proceso biodramaturgico que busco donde Hermione
sufre el misterio pascual más en todo momento se mantiene un tono cómico
dharmico el cual posibilitara lo pascual porque la idea de la muerte es superada.
Para mi suerte se Cree que
Shakespeare escribió una obra en la que toma un personaje de la primera
parte del Quijote:
Cardenio era un personaje al que Don Quijote y Sancho Panza se encontraron cuando iban por un bosque
de Sierra Morena.
Cardenio era conocido como "el loco de Sierra Morena", y causó una
profunda impresión en Alonso Quijano.3 Cardenio
les explica una historia de amor y desventura con una joven llamada Luscinda.45
La
primera parte del Don Quijote había sido ya traducida al
inglés en 1612 por Thomas Shelton; el episodio de Cardenio inspiró una
obra compuesta al alimón entre William Shakespeare y John
Fletcher. Parece ser que el manuscrito de la pieza desapareció en un
incendio que sufrió el teatro Globe en
1613; pero una copia de la misma, sin embargo, fue citada como Historia
de Cardenio y atribuida a Fletcher y Shakespeare en 1653. Y, en
1727, Lewis Theobald dijo haber compuesto su
obra Double Falsehood refundiendo tres manuscritos, uno de los
cuales habría sido el de la obra perdida de Shakespeare y Fletcher. Es cierto
que esta obra posee la trama de la historia de Cardenio, tal y como aparece en
la primera parte de Don Quijote, y todo conduce a pensar que, en
efecto, Theobald tuvo en sus manos un manuscrito de la obra perdida.
En
2007 se logró autentificar un manuscrito como la obra de Shakespeare y Fletcher
sobre Cardenio
Antes de la entrada en la Sierra Morena, Don Quijote había
desatado a los galeotes en el capítulo anterior . Estos prisioneros, que deben
su libertad a Don Quijote, le corresponden el favor con pedradas. cuando Don
Quijote solicita que se presenten ante Dulcinea. A instancias de Sancho. que
con mucha razón teme la persecución de la Santa Hermandad. Don Quijote y Sancho
huyen a la Sierra Morena. Pero Don Quijote convierte esa huida que conciertan
en un don que le concede a Sancho: «que jamás has de decir a nadie que yo me
retiré y aparté deste peligro de miedo. sino por complacer a tus ruegos» (p.
277). El conflicto entre Don Quijote y Sancho es semántico. Para Don Quijote,
lo que parece importar es la palabra que defina la acción de ingresar en la
Sierra Morena. La inversión de significado se registra en el discurso que
explica el viaje; los dos personajes pueden explicarse la misma acción de
varias maneras. Luego del descalabro que sufre en el episodio de los galeotes,
se inicia «una de las más raras aventuras». Don Quijote reflexiona «que hacer
bien a villanos es echar agua a la mar [ ... ] pero ya está hecho; paciencia. y
escarmentar para desde aquí adelante» (p. 277). De tal forma ofrece una
explicación para su comportamiento, que no desvirtúa el carácter heroico de sus
acciones, a pesar de las consecuencias. puesto que al llamarlo escarmiento
ofrece un sentido a la desviación forzada de su camino. Ya antes de la entrada
en la Sierra Morena, se han acumulado los emblemas literarios: el héroe desata
lo maléfico debido a un rasgo de su personalidad; en el caso de Don Quijote, la
locura. Su desacierto heroico consiste en haber puesto en libertad a los
delincuentes, una especie de caja de Pandora. Al marchar para expiar su culpa,
debe enfrentarse al reto de la naturaleza misteriosa y amenazante: la Sierra Morena,
que es la montaña oscura. El viaje es un arquetipo fundamental en la literatura
desde la épica hasta la novela contemporánea, en donde el viaje suele ser
urbano. El Quijote es, en efecto, la historia del viaje del protagonista. Pero
la incursión que hace a la Sierra Morena implica una desviación en la ruta de
Don Quijote. Se separa del contacto con la sociedad, para internarse en la
naturaleza. Ese enfrentamiento del personaje con la naturaleza debía de servir
como medio de autorrealización y autoconocimiento. De ahí que la confusión de
identidad sea una característica del viaje expiatorio. Para Northrop Frye, el
viaje del descenso del héroe lleva a la confusión de identidad. Si la confusión
de identidad ocurre en el ascenso, esta inversión de la estructura narrativa
marca la inversión de la significación del modelo literario, puesto que el
ascenso debía haber sido una vía hacia el autoconocimiento, en lugar de la
confusión que se registra en el descenso del héroe. En este viaje a la montaña
se presentan varios emblemas literarios del viaje de penitencia que se
invierten de manera paródica. Este proceso aparece ya a partir de la
explicación que pretende imponer el
mismo protagonista cuando transforma la fuga del posible castigo de la Santa
Hermandad, que ha sugerido Sancho, en un viaje heroico de expiación, puesto que
este apartamiento puede tener características literarias, como se da cuenta en
seguida Don Quijote, que reconoce el valor literario de la montaña. El
escarmiento del héroe consiste en este caso en subir una montaña, vencer un
obstáculo de la naturaleza. El apartarse de la sociedad, que de alguna manera
le ha perjudicado, para redimirse sobreviviendo en el temido estado natural es
parte de la prueba heroica. Al entrar en la Sierra Morena, Don Quijote y Sancho
se apoderan de lo que encuentran en la maleta deshecha: Don Quijote del libro y
Sancho del dinero. Así se transforman las relaciones que se habían establecido
entre los dos personajes antes de subir a la montaña. Ante la falta del héroe
loco, Sancho había asumido la función del Virgilio que conduce a ambos a la
Sierra Morena. Sancho pierde su función de guía espiritual de este viaje al
apoderarse del dinero y sobre todo porque no entiende la poesía. La incapacidad
de Sancho para penetrar el código del libro más su renuencia a perder el dinero
-no quiere encontrar al dueño porque no quiere devolver el dinero- hacen que
rescinda de su función y se revela como un falso Virgilio. La capacidad para
entender la poesía, o el «trovar», según las palabras de Sancho, junto a su
insistencia en encontrar al legítimo dueño, restituyen a Don Quijote su función
como guía. A pesar de que su encuentro con la muerte y el eros son experiencias
vicarias para este héroe, Don Quijote recupera su legítimo puesto mediante las
virtudes del valor y la verdad. No es sólo Sancho que sirve de contrapunto al
arrojo heroico de Don Quijote. El cabrero anciano, con quien luego se
encuentran Don Quijote y Sancho, había tenido miedo de tocar la maleta; Sancho
miente, por avaricia, negando que ellos la hubiesen tocado. A partir de esta
experiencia, Sancho, que hasta ahora había dirigido a ambos hacia la Sierra
Morena, pierde, junto a su dominio, la autonomía, aferrándose a Don Quijote
porque tiene miedo. Don Quijote, al recuperar la capacidad para interpretar y
entender el código de la poesía, recupera la capacidad para dirigir el camino.
Cuando entran en la Sierra Morena, al inicio del ascenso del héroe a la
montaña, en el ritual del viaje expiatorio, Don Quijote y Sancho se topan con
una mula muerta y un libro de memorias que contiene poemas. Estos restos, que
son emblemas de la muerte y la poesía, son las primeras huellas de Cardenio.
Las experiencias catárticas de eros y la muerte, que servirían de elemento que
provocaría la transformación del héroe, aparecen no como experiencias vividas
por el héroe irónico que es Don Quijote, sino por Cardenio, que es otro
desconocido. Este desplazamiento de la experiencia transformadora de
enfrentarse a la muerte y al eros evidencian las deficiencias de Don Quijote en
su búsqueda por configurarse como héroe. La burla a sus pretensiones proviene
de que el otro que encuentra, y para quien son auténticas estas experiencias,
está también loco. Para Don Quijote el desplazamiento es doble, pues la
experiencia de la prueba heroica en la que contempla a eros y la muerte es una
experiencia refractaria y vicaria, puesto que ambas pertenecen a Cardenio. La
parodia invierte los valores literarios de los emblemas, puesto que la muerte
se encuentra en el cadáver descompuesto
del asno, mientras el soneto y la carta de amor están
escritos al estilo rebuscado de la poesía cortesana. Clemencín llamó la
atención con mucho disgusto al artificio de la expresión literaria:
"discursos estudiados, relamidos, conceptuados y llenos de esta clase de
agudezas y adornos, que son de todo punto incompatibles con los afectos
vehementes de) ánimo» (p. 239). La evidente incomodidad de) editor de) siglo
XIX delata algo más que un cambio de sensibilidad estética; destaca el carácter
literario del discurso que articula Cardenio, personaje ducho en el código
literario, pero que se revela singularmente ineficaz ante los vaivenes del
discurso social. Ante la figura de Cardenio, Don Quijote no sólo ve el reflejo
de su propia locura. Estos dos personajes, al entrar en la montaña, reciben
epítetos que expresan sus deficiencias como representaciones defectuosas: la
figura de Cardenio es «mala», la de Don Quijote es "triste». Ambos se
miran con asombro como si se reconocieran: El otro, a quien podemos llamar el
Roto de la mala Figura --como a don Quijote el de la Triste-, después de
haberse dejado abrazar, le apartó un poco de sí, y, puestas sus manos en los
hombros de don Quijote, le estuvo mirando, como que quería ver si le conocía;
no menos admirado quizá de ver la figura, talle y armas de don Quijote, que don
Quijote lo estaba de verle a él [p. 290]. Las razones que llevan a los dos a
hacer el viaje a la Sierra Morena son distintas, pero ambas situaciones
conflictivas comparten una sorprendente incapacidad para percatarse del
lenguaje social, que requiere la flexibilidad del intercambio de discursos,
interpretando el significado según el código textual y la situación contextual,
Este equilibrio de virtudes interpretativas se conseguía al ejercer la
"prudencia» y la "discreción». Tanto para Cardenio como para Don
Quijote, el viaje a la Sierra Morena constituye una fuga de circunstancias que
surgieron, en realidad, por una mal interpretación de los discursos ajenos por
parte de ambos. De igual manera que Don Quijote malinterpreta la germanía de
los galeotes, Cardenio malinterpreta las palabras y las intenciones de Don
Fernando, hermano del noble a quien sirve y con quien sostiene una amistad. En
el encuentro entre Don Quijote y Cardenio ha habido, por lo tanto, una
acumulación de emblemas literarios del viaje de escarmiento de un héroe, en un
ascenso paródico. La falta heroica es la locura y la incapacidad lingüística de
Don Quijote de penetrar el código de la germanía que usan los presos, a quienes
sencillamente no entiende. Su incapacidad para entender las palabras y la
intención de otros provoca su caída cuando obliga a que suelten a los galeotes,
porque malinterpreta las razones que ofrecen los presos. Su caída trágica la
provocan las pedradas que le han lanzado los presos a quienes él había puesto
en libertad. Su ascenso a la Sierra Morena es, por lo tanto, involuntario; en
el mismo prescinde al principio de su autonomía, pues es Sancho quien, con gran
sentido pragmático, instiga a la huida. El héroe accede filosóficamente, no
atormentado por sus culpas. En realidad, su distanciamiento se subraya luego,
cuando, después de enviar a Sancho con la carta para Dulcinea, se sienta a
deliberar si conviene imitar la penitencia de Rolando, un loco furioso, o
Amadís, un loco melancólico.
Cardenio es, en parte, el personaje que representa el
estereotipo del «salvaje» literario, como ha señalado la crítica. Se
caracteriza como personaje por lo fragmentario; ya Márquez Villanueva ha
señalado que Cardenio cuenta su historia en fragmentos y se «va iluminando a
retazos» (p. 52). Cuando aparece por primera vez, está semidesnudo y se asocia
con la naturaleza, lo mineral y lo vegetal: salta de risco en risco y de mata
en mata. A medio vestir, también en sus accesos de locura pierde a ratos el
lenguaje. Cuando Don Quijote lo conoce por primera vez se dice de él que «venía
hablando entre sí cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuanto más de
lejos» (p. 289). Los dos encuentros con Carderuo configuran la dualidad
inconexa del personaje, puesto que si en el primer encuentro es el salvaje, en
el segundo encuentro, con la comitiva del cura y el barbero que van a la Sierra
para salvar a Don Quijote, lo primero que escuchan es la voz poética de
Cardenio que estaba en su «entero juicio». Este encuentro toma lugar en un
claro del bosque, el lugar ameno apropiado para la poesía. El lenguaje y la
ropa son signos culturales que indican que se pertenece a una sociedad.
Cardenio se presenta por primera vez desprovisto de ambos: es el salvaje, que
se interna en la selva, en las afueras de la civis. Su fragmentación como
personaje se evidencia en sus harapos y sus balbuceos que no comprenden otros.
De Cardenio en la Sierra Morena se dice que está «rendido de la naturaleza» (p.
340). No obstante, este regreso a la naturaleza tampoco le sirve a Cardenio de
vía de expiación; su viaje no es sino una deformación, que subraya su
marginación de la sociedad de la que ha huido. Su ingreso a la Sierra Morena no
lo convierte en un ser «natural», sino en un ser antisocial que roba la comida
a los cabreros. Sin embargo, como tantos otros personajes cervantinos, Cardenio
es y no es, pues su locura esporádica señala la reversibilidad de un personaje
que es un salvaje a ratos civilizado, el poeta que a veces es incapaz de
hablar. La pérdida de su identidad en la Sierra Morena se debe a su
insuficiencia, a su condición fragmentada, puesto que Carderuo, al igual que
Don Quijote, huye de la sociedad por su incapacidad para articular un discurso social
que comprenda los discursos de otros. La ineficacia de Cardenio como personaje
consiste en que no logra anteponer su palabra para modificar las
circunstancias. De ahí que algunos críticos hayan dicho de él que es «cobarde»,
como Madariaga, o que padece de una «timidez ante las menudas complicaciones de
la urbanidad», como señala Márquez Villanueva (p. 51). Al igual que Don
Quijote, Cardenio articula el lenguaje literario que le exime de la estrategia
del lenguaje oral, que implica un compromiso entre las palabras con las que se
expresa un individuo en una situación social, concreta y particular que exige
las características de la «prudencia» y la "discreción», dos valores
sociales; de la recepción de los discursos renacentistas. Cardenio es un lector
que no parece poder situar su discurso ante los imperativos del discurso
social. Es este también un rasgo peculiar de Don Quijote, puesto que la
particularidad del protagonista consiste en su insistencia en imponer un
discurso inadecuado para las situaciones sociales en las que se encuentra y, a
fin de cuentas, poco persuasivo para los otros personajes. Cardenio enloquece
en el momento preciso que tendría que haberse enfrentado a su rival en amores y
antiguo amigo, Don Fernando. En lugar de hablar, para impedir que Luscinda, su enamorada, se case
por la fuerza con su amigo, el noble traidor, Cardenio calla, escondido detrás
de un tapiz. Su primer acceso de locura se expresa en su incapacidad para usar
el lenguaje en el momento justo ante una ocasión social que sería crucial en la
vida de este personaje. La raíz de su locura se encuentra en la presencia muda,
es decir, en su incapacidad para expresarse e insertar su discurso en el
conjunto de los otros discursos. Su incapacidad se resalta en la narración cuando
es su amigo, Don Fernando, quien inhibe su discurso en dos situaciones en que
Cardenio tendría que haber ejercido su deber, al participar al padre de Don
Fernando los deseos de éste de impedir que Don Fernando se aprovechara de la
rica campesina Dorotea. La situación comunicativa se repite cuando tampoco
logra imponer su discurso en el momento en que es el testigo mudo al matrimonio
de Luscinda con Don Fernando. En los dos momentos críticos, cuando debería
haber ejercido sus atributos como caballero y amante leal, Don Fernando logra
silenciar el discurso de Cardenio mediante la imposición de su propio discurso
mentiroso, pero eficaz desde el punto de vista social. No es de sorprender que
la locura de Cardenio se manifieste cuando interrumpen su relato; su locura
está claramente ligada a su capacidad verbal. Cardenio, en la Sierra Morena,
insiste en que «escuchen su cuento» y teme que sus oyentes los crean «flacos
discursos» (pp. 331-332). Cardenio manifiesta su locura en la Sierra Morena
"dando voces por estas soledades» (p. 341), frase emblemática de su
carencia. Cardenio había expresado sus sentimientos mediante la palabra
escrita. Entre el amor de Cardenio y Luscinda media una situación hermenéutica.
Cardenio, que envía cartas para hablar de sus sentimientos a Luscinda, explica
que la escritura es más libre: «porque aunque pusieron silencio a las lenguas,
no le pudieron poner a las plumas, las cuales con más libertad que las lenguas,
suelen dar a entender a quienes quieren lo que en el alma está encerrado» (p.
293). Por medio de la palabra escrita, Cardenio declara, es decir, representa,
su alma y sus deseos; por estos billetes y poemas, Luscinda debe «leer» el alma
de su amante. De igual manera, la carta que escribe Luscinda atrae a dos
hombres hacia ella: «Por este billete me moví a pedir a Luscinda por esposa,
como ya os he contado, y éste fue por quien quedó Luscinda en la opinión de don
Fernando por una de las más discretas y avisadas mujeres de su tiempo; y este
billete fue el que le puso en deseo de destruirme [ ... ]» (p. 333). Otra carta
de Luscinda hace que Cardenio regrese para presenciar fatalmente la boda, sin
que alcance a leer la carta que llevaba ella en el seno. Es su rival, Don
Fernando, quien llega a leer la carta de Luscinda. El intercambio de epístolas
no sólo determina los movimientos, viajes y deseos de estos personajes: en la
historia de amor y locura de Cardenio es evidente el énfasis en el resultado de
la interpretación correcta o incorrecta tanto de lo escrito como de 10 dicho.
La palabra escrita es capaz de representar o, según las palabras textuales,
"pintar los deseos», pero no puede resolver la situación social, que exige
un lector adecuado o «prudente», el término de la época, que sepa interpretar
los textos escritos y los discursos para ofrecer una solución social a los
dilemas de la lectura correcta o incorrecta. Cardenio resulta, por lo tanto, un
lector defectuoso en una situación social.
Su acción como personaje se agota en la representación: él
es a fin de cuentas el de la «Mala Figura') porque se muestra insuficiente en
el intercambio social. La manifestación de su locura consiste en que pierde la
capacidad para hablar. Sus balbuceos y sus harapos son los vestigios de su
incapacidad para expresarse en una situación social: su participación es
parcial y marginal porque es ineficaz. Con el «Roto de la Mala Figura» se
reitera un paralelismo problemático en el Quijote entre la representación
literaria y el comportamiento humano. Los dos personajes manejan a su antojo
códigos literarios que inútilmente intentan imponer al discurso social. De
varias maneras, Cardenio sirve de contrapunto a la historia central de Don
Quijote. La historia de Cardenio se encuentra, en forma de poemas, por azar, de
la misma forma que la historia de Don Quijote se encuentra por casualidad en un
mercado. Cardenio, al igual que el de la Triste Figura, adquiere el epíteto
cuando emprende el camino para internarse en la Sierra Morena, en donde altera
su comportamiento. La confusión de identidad, una característica principal del
ascenso a la montaña, afecta a todos los personajes que entran en la Sierra
Morena. No sólo se abrazan el Caballero de la Triste Figura y el Roto de la
Mala Figura. En realidad, el viaje a la sierra transforma a todos los
personajes, puesto que todos se disfrazan para entrar en ésta. El cura y el
barbero se disfrazan de doncella y escudero para convencer a Don Quijote de que
abandone su penitencia y regrese al pueblo: «[ ... ] Sancho había dejado
puestas las señales de las ramas para acertar el lugar donde había dejado a su
señor, y, en reconociéndole, les dijo como aquélla era la entrada, y que bien
se podían vestir, si era que aquello hacía el caso para la libertad de su señor
(p. 328). Sancho, el paródico Virgilio de esta aventura, es el único personaje
que no cambia en la Sierra Morena. Los disfrazados, el cura, el barbero y cabe
añadir Dorotea, salvan a los desnudos, Cardenio y Don Quijote. Éste se había
despojado de parte de su ropa, de la cintura para abajo. para mostrarle al avergonzado
Sancho la extensión de su locura. dejando al descubierto la parte erótica de
Don Quijote, que es, a fin de cuentas, ridícula. Esta categorización de los
personajes en los que están vestidos y los que están desnudos establece un
paralelo entre lo social y lo natural. Esta polarización se repite en el
evidente paralelo entre la montaña y la venta. Es en la venta donde se
resuelven los conflictos que se exponen en la montaña, lo que parecería indicar
que en el medio social se hallan las soluciones a los problemas de los
personajes. El encuentro con Cardenio, que inicia las aventuras de Don Quijote
en la Sierra Morena, presenta una transformación en la estructura de la
narración. Con excepción de la historia de Marcela y Grisóstomo y el cuento de
Torralba que narra Sancho, el ascenso del héroe, que termina con el regreso de
Don Quijote enjaulado camino a su pueblo, sirve de marco para los distintos
relatos de las novelas interpoladas. que aparecen sobre todo en la venta. El
amor, la locura, el escarmiento y la poesía aparecen en todas las historia' que
se cuentan luego en la venta, a donde regresan todos los personajes que habían
ido a la Sierra Morena. Al igual que se interrumpe la narración de la historía
de Don Quijote con las novelas interpoladas, se interrumpe el relato de
Cardenio por lo que podríamos llamar un
conflicto hennenéutico: Don Quijote y Cardenio discrepan sobre lo sucedido en
un libro de caballerías. La narración de los sucesos en otro texto irrumpe en
el relato de Cardenio, que a su vez ha interrumpido el relato de Don Quijote.
En ambos personajes aparecen los motivos literarios de la locura, la confusión
de identidad, que resultan de una lectura equivocada, porque, en última
instancia, el Quijote es la historia de un lector que se equivoca cuando se
confunde de género literario al imitar los libros de caballerías. En la
historia de Cardenio, es indudable que la indagación sobre los afectos humanos
queda vinculada a la indagación sobre la hernenéutica de la lectura. En el
episodio de la aventura en la Sierra Morena se ponen de manifiesto en el texto
varios experimentos narrativos; se reinterpretan los elementos del viaje hacia
lo desconocido, sea como modo de purificación heroica o de penitencia amorosa,
como señala Márquez Villanueva. El encuentro de los dos personajes locos, en de
la Rota Figura y el de la Triste, además de constituirse mediante la parodia de
emblemas literarios, da muestra, de ser un intento de experímentación con la
estructura narrativa, que se desarrolla en forna de «hilo aspado», según la
metáfora cervantina que aparece más adelante. Con la metáfora del «hilo aspado»
se ofrece una solución al problema literario de la unidad dentro de la
diversidad. Con la historia de Cardenio, se realzan también las interrupciones
sostenidas a la historia central de las aventuras de Don Quijote. En la Sierra
Morena se narran los infortunios de los dos amantes abandonados: primero
Cardenio y luego Dorotea. Las soluciones a estas congojas de amor tienen lugar
en la venta, en donde se repite la solución narrativa de la interrupción de la
historia central con las novelas interpoladas. La historia de Cardenio inicia
en la historia de Don Quijote la alegoría paródica del ascenso del héroe en el
encuentro con su «par», Cardenio. El rito de purificación se desvirtúa mediante
la parodia de la alegoria del viaje como experiencia transfornadora. A su vez,
el personaje de Cardenio refleja la paradoja literaria que establece un héroe
convexo. El ascenso a la Sierra Morena se transforma en descenso a la confusión
y la locura, de la cual deben ser salvados por otros. Aunque realmente los
otros serán salvados por ellos de la convención social, pero cuál es el
fundamento de esta convención el misterio pascual no logrado, la caballería
olvidada, lo que hace el quijote es recordarla invirtiéndola y parodiándola,
así el ascenso al ser, al cielo siempre será el ascenso a la confusión y la
locura.
¿Está el quijote
tirándose todo el Cristianismo abajo y denunciando toda idealización?
No, por el contrario la parodia del misterio pascual nos adentra al misterio
pascual que siempre será ridículo en lo relativo social, pensemos en Cristo
como un gran payaso, pensarlo así lo
desvincula de toda posibilidad de poder en lo relativo y lo lleva a lo suyo al
locura de lo absoluto, aquí se alcanza la alegría de vivir, e supera el
conflicto gaseoso de lo relativo para entrar de lleno a lo plasmático
espiritual , lo mismo sucede con El rey mono que se burla en todo momento de lo
dharmico pero que da cuenta de lo dharmico
hasta el alcanzar la
iluminación.
https://www.youtube.com/watch?v=P4RRquEemIM&t=2709s
https://www.youtube.com/watch?v=Wy4cCpA04sM
Son wukong Aquel que
es consciente del vacío.
Yo he trabajado a Cardenio como si fuera son wukong así la
locura de Cardenio se convierte en lucidez
dharmica, escribí muchos textos para mi hijo
kie esperando que el encarnara a este Cardenio consciente del vacío, pero él ha
renunciado a todo mi entrenamiento, siempre estará la esperanza de que vuelva a
estos textos más ahora te lo comparto a
ti Carlos y en ti a Emanuel y en Emanuel a todos ustedes para que junto a mi
puedan liberar a Cardenio de la cárcel en que buda lo atrapo con el Oh Mani Padme Hum esta cárcel es realmente una vía de libertad
de la que no deberíamos de salir hasta lograr el dharma y en la queno
deberíamos de entrar al menos que hayamos derribado a todos los dioses como lo
logro el rey mono, lo que intento Nietzsche lo logro realmente el mono de
piedra pero aun logro más porque de la voluntad de poder paso a la redención en
la voluntad de ser.
0→1→0 Voluntad de poder
0←1←0 Voluntad de ser
0←1→ Omnipotencia
https://teatroloco.blogspot.com/2022/09/de-cuando-cardenio-destruyo-el-cielo.html
https://apologiaalatristezateatroloco.blogspot.com/2022/09/de-cuando-cardenio-descubrio-el-arma.html
https://teatrolocoteorico.blogspot.com/2022/09/de-cuando-cardenio-develo-el-misterio.html
https://adagioalamor.blogspot.com/2022/08/cardenio-o-la-doble-falsedad-o-los.html
El libro para poder leer lo oculto en una rosa y pronunciar
el verbo sin palabra s ¿Hay en verdad un libro o lenguaje seduciendo nuestras entrañas? Emigramos en
ellos hacia ellos En ellos buscamos refugio para liberar nuestra cadencia del
encadenamiento de sus ritmo s Y a ellos volvemos para repetirlos en lenguajes
distintos No el libro, sino los deseos insaciables de las profundidad es del
cuerpo y el vacío que se abriga a su sombra
No el
libro, sino la poesía infinita No el libro, sino el viento que lee lo escrito
por las arenas y aquello que dirá la espuma No el libro: las rutas que a él nos
llevan son ciudades bajo llave No el libro, escribe tú, revuelta el cuerpo del
canto y grita ¡ven a mí mi amor, bóveda celeste! No el libro, las palabras son
velos Cada vez que leo, me implico más con las cosas Acaso me verás ascender,
como por primera vez los escalones del libro, transformar sus espejismos, y
convulsionar el cielo que lo alberga, el espacio cuya sombra lo cobija No el libro, sino Adán Adán, al fin, no es
sino una herida, y al domeñarse, la herida se avoca hasta el cielo, tornándose
imagen Se hubiera dicho entonces que se humaniza su arcilla No el libro, sino
Adán Adán no es sino una palabra que comprende en su composición la sangre Al
balbucear, resbaló la manzana de su mano Desde entonces, el cuerpo de la poesía
entrega sus miembros a la locura, el vértigo se adueñó de sus días No el libro, sino Adán Adán , cuyo comienzo
es el agua, ¿en que barro grabaste el final? Henos descifrando el verbo en la
arcilla, Extrayendo su agua del barro ¿Saldremos alguna vez de esta oscuridad?
Adán, en éstas las letras de tu nombre está el dolor de los cuerpos, la voz del
tiempo Me enredo en ellos, de su tañer fabrico un astro me esbozo, así mi
rostro es de palabras Ese rostro es la eternidad.
CAPÍTULO XLVI
MOSTRANDO TODO SU PODER, LA HEREJÍA SE BURLA DE LA
ORTODOXIA. CON
LA SOLA AYUDA DE SU SANTIDAD, cARDENIO DE LA MENTE DERROTA A
LOS QUE
HABÍAN ABANDONADO EL BUEN CAMINO
En cuanto el rey vio la autoridad que el Peregrino tenía
sobre los dragones y otros
dioses, plasmó, sin dudarlo, el sello imperial sobre el
permiso de viaje. Pero, cuando se
disponía a entregárselo al monje Zaratustra III, para que
pudiera proseguir tranquilamente el
viaje, los tres taoístas dieron un paso al frente y cayeron
rostro en tierra. El rey se
levantó a toda prisa del trono y corrió a levantarlos con
sus propias manos, al tiempo
que les preguntaba:
- ¿Se puede saber por qué os mostráis hoy tan ceremoniosos?
- Durante los últimos veinte años no hemos hecho otra cosa
que velar por la paz de
vuestro reino y la seguridad de todos vuestros súbditos -
respondieron ellos -. Tan altos
servicios se han visto hoy minimizados por la burda magia de
un monje sin escrúpulos.
Sólo porque ha sido capaz de producir una tormenta, habéis
olvidado los crímenes que
cometió en vuestro propio reino. ¿Cómo podéis tratarle con
tanta deferencia, echando en
saco roto todos los sacrificios que por vos hemos hecho? Nos
gustaría que retuvierais un
poco más su permiso de viaje y nos permitierais medir, una
vez más, sus poderes con
los nuestros, a ver lo que pasa.
En toda la tierra no existía un hombre más inconstante que
aquel rey. Si oía hablar del
este, se aliaba en seguida con él, y, si alguien le
mencionaba el oeste, sellaba de
inmediato con él un pacto. Dejó, pues, a un lado el permiso
de viaje y preguntó:
- ¿En qué pruebas estáis pensando?
- Para empezar - contestó el Inmortal Fuerza de Tigre -, en
una de Meditación.
- No me parece muy acertado - comentó el rey -. Este monje
es representante de una
religión que otorga precisamente una gran importancia a lo
que tú sugieres. Además, su
poder de concentración debe de ser extraordinario; si no, no
hubiera sido enviado en
busca de escrituras. Tenlo por seguro. ¿De verdad estás
decidido a competir con él en
ese terreno?
- La prueba que propongo no es nada corriente - respondió el
Gran Inmortal -. De
hecho, recibe el nombre de «prueba de santidad junto a la
columna de nubes».
- ¿Queréis explicarme de qué se trata? - volvió a preguntar
el rey.
- Para llevarla a cabo - contestó el Gran Inmortal -, se
necesitan cien tablillas. Poniendo
una encima de otra, se construirá un altar con la mitad de
ellas, al que se ascenderá con
la ayuda de una nube. No estará permitido servirse de las
manos ni de ningún tipo de
escaleras. La prueba la ganará quien permanezca más tiempo
meditando en lo alto del
altar.
El rey comprendió que se trataba de una prueba, en verdad,
muy difícil y, volviéndose a
los Peregrinos, les dijo:
- ¡En, monjes! Nuestro respetable preceptor sugiere la
celebración de una prueba de
meditación llamada de la «santidad junto a la columna de
nubes». ¿Está dispuesto
alguno de vosotros a medir con él sus fuerzas?
En contra de lo que en él era habitual, el Peregrino
permaneció callado del todo, cosa
que sorprendió vivamente a Ba-Chie, que le preguntó:
- ¿Por qué no dices nada?
- Si he de serte sincero - contestó el Peregrino -, soy
capaz de derribar los cielos, dar la
vuelta a los pozos, sacudir los océanos, poner boca abajo
los ríos, transportar montañas
sobre las espaldas, perseguir a la luna, y alterar el curso
de las estrellas y planetas. No
tengo miedo tampoco a que me partan el cráneo, me corten la
cabeza, me rajen el
estómago, me arranquen el corazón, o me mutilen
salvajemente. Pero soy absolutamente
incapaz de sentarme en silencio y empezar a meditar. Es algo
superior a mis fuerzas.
¡Yo no me puedo quedar quieto en ningún sitio! Aunque se me
encadenara a una
columna de acero, trataría al instante de ponerme en
libertad, subiendo y bajando por
ella como si fuera un insecto. ¿Qué quieres que te diga? ¡Mi
naturaleza es así!
- Quizás tú no puedas - comentó el monje Zaratustra III -,
pero yo sí.
- ¡Fantástico! - exclamó Cardenio el peregrino, aliviado -.
¿Durante cuánto tiempo sois capaz de
hacerlo?
- De joven – explicó Zaratustra III Tripitaka - me enseñaron
los principios de la aquiescencia y la
meditación, con el fin de alcanzar la perfección espiritual.
Confinado en la Meditación
del Sentido de la Vida y la Muerte, he llegado a estar sin
moverme hasta dos o tres años,
por lo menos.
- ¡Fantástico! - volvió a repetir el Peregrino -. El único
problema es que a ese ritmo
jamás lograremos llegar al Paraíso Occidental. Pero, en fin,
creo que no estaréis ahí
arriba más de dos o tres horas.
- Todo eso está muy bien - admitió Tripitaka -. Pero ¿cómo
voy a subir ahí arriba?
- No os preocupéis por eso - trató de tranquilizarle el
Peregrino -. Dad un paso al frente
y aceptad el reto. Yo me encargaré de todo lo demás.
Sin pensarlo dos veces, el maestro juntó las manos a la
altura del pecho y dijo:
- Este humilde monje sabe cómo meditar de la forma que
habéis mencionado.
El rey ordenó al punto que se prepararan los altares. La
presteza con que se cumplieron
sus órdenes puso de manifiesto que la fuerza de un país es
capaz de derribar montañas.
En menos de media hora estuvieron listos dos altares: uno a
la izquierda del Salón de los
Carillones de Oro, y el otro a su derecha. Con paso solemne
el Gran Inmortal Fuerza de
Tigre se llegó hasta el centro del inmenso patio. Allí dio
un o salto y al instante se
formó bajo sus pies una alfombra de nubes, que le llevó
hasta lo alto del altar construido
en la parte oeste, donde tomó asiento. Mientras eso sucedía,
el Peregrino se arrancó un
pelo y lo hizo convertirse en una copia exacta de si mismo,
que ocupó el sitio que hasta
entonces había mantenido junto a Ba-Chie y el Bonzo Sha. Su
auténtico yo se
transformó en una nube de cinco colores, que elevó al monje
Zaratustra III por los aires y le
colocó suavemente en lo alto del altar del este. Se
metamorfoseó a continuación en un
pequeño grillo, que se posó suavemente en el hombro de
Ba-Chie y le susurró al oído:
- Observa con atención al maestro y no trates de hablar con
el falso mono que hay a tu
lado.
- No te preocupes - contestó el Idiota, riéndose -. Ya me
había dado cuenta del cambio.
El Gran Inmortal Fuerza de Ciervo, mientras tanto, al ver
que los dos contendientes
parecían tener una capacidad de concentración muy parecida,
decidió ayudar a su
correligionario. Sin que nadie se diera cuenta, se arrancó
un pelo del cogote, lo enrolló
con los dedos lo arrojó contra la cabeza del monje
Zaratustra III. El pelo se convirtió en chinche,
que empezó a picar salvajemente al maestro. Al principio
éste sólo pareció sentir un
pequeño picor, pero, a medida que pasaba los segundos, se
fue transformando en un
dolor insoportable. Lo malo era que una de las normas de las
pruebas de meditación
establecía que quien moviera las manos, aunque sólo fuera
para rascarse, quedaba
automáticamente eliminado. La molestia era tan inaguantable
que al maestro no le
quedó otro remedio que frotar suavemente la cabeza contra el
cuello de su túnica.
- ¡Santo cielo! - exclamó, preocupado, Ba-Chie -. Parece que
al maestro le va a dar un
ataque.
- No, no - le corrigió el Bonzo Sha -. Yo más bien creo que
le está entrando dolor de
cabeza. No todo el mundo está capacitado para la meditación.
- Lo raro es que el maestro es una persona honrada - comentó
el Peregrino -. Si ha
dicho que sabe meditar, es porque es verdad. De eso estoy
seguro. Jamás le he oído
decir una sola mentira. Lo mejor será que nos dejemos de
especulaciones y vaya a ver
qué es lo que pasa.
El Peregrino reemprendió el vuelo y fue a posarse sobre la
cabeza del monje Zaratustra III,
donde descubrió un chinche del tamaño de un guisante, que
estaba cebándose en él con
envidiable delectación. El Peregrino lo cogió a toda prisa
con la mano y rascó con
suavidad al maestro, hasta que las molestias hubieron
desaparecido del todo. De esta
forma, pudo continuar la meditación, sin tener que mover un
solo dedo.
- ¡Qué raro! - se dijo el Peregrino -. La calva de un monje
es tan lisa que ni un piojo
puede agarrarse a ella. ¿Cómo habrá venido a parar un
chinche a la de mi maestro?
¡Ahora caigo! Lo más seguro es que uno de esos taoístas haya
buscado la forma de
hacernos perder. Pues anda fresco, porque ahora mismo le voy
a enseñar yo lo que son
los trucos.
Inició de nuevo el vuelo y fue a parar al tejado del
palacio, sacudió ligeramente el
cuerpo y se convirtió en un ciempiés de más de siete
centímetros de alto. Sin pensarlo
dos veces, se dejó caer y fue a parar justamente debajo de
las narices del taoísta,
propinándole una picadura tan terrible que se cayó del
altar. El golpe fue tan fuerte que
casi se mata. Fue una suerte que los funcionarios imperiales
se lanzaran a cogerle; de lo
contrario, hubiera perdido la vida allí mismo. Atemorizado,
el rey pidió a sus consejeros
que le acompañaran al Salón Wen - Hua a peinarse y lavarse
un poco. El Peregrino
volvió a convertirse, entonces, en una nube y ayudó al maestro
a bajar del altar, siendo
declarado vencedor de la prueba. El rey quiso entregarle el
permiso de viaje, pero volvió
a impedírselo el Gran Inmortal Fuerza de Ciervo, diciendo:
- Mi hermano ha sido incapaz de vencer la prueba, porque es
muy sensible al frío, ni
más ni menos. En cuanto asciende a un lugar elevado, se ve
afectado por el frescor del
viento y pierde irremediablemente el sentido. Si no llega a
ser por eso, el monje no
habría podido derrotarle jamás. Permitidme enfrentarme a él
con la prueba de «adivinar
lo que hay guardado en un baúl».
- ¿En qué consiste eso? - preguntó el rey.
- En lo que indica su mismo nombre - contestó Fuerza de
Ciervo -. Se trae un baúl y el
que acierte lo que encierra gana la prueba. Si son ellos los
vencedores, dejadlos
marchar. De lo contrario, castigadlos como mejor os parezca,
continuad
considerándonos vuestros hermanos y tened presentes los
servicios que os hemos
prestado durante los últimos veinte años.
De nuevo volvió el rey a quedar sumido en una profunda
confusión. Incapaz de
apreciar el engaño que se escondía tras esas palabras ordenó
traer del Palacio Interior un
baúl de laca roja. Antes de ser conducido ante los escalones
de jade blanco, se pidió a la
reina que metiera en él algo de valor. El rey llamó a los
budistas y a los taoístas a su
presencia y les dijo:
- Quiero que adivinéis lo que hay dentro de ese baúl.
- ¿Cómo voy a averiguar yo lo que encierra? - preguntó
Zaratustra III el monje a Cardenio el Peregrino
en voz
muy baja.
El consciente del vacío volvió a convertirse en un pequeño grillo y,
posándose en la cabeza del
monje Zaratustra III, le susurró al oído: tranquilizaos,
ahora mismo voy a echar un vistazo.
Sin que nadie se percatara de ello, se llegó hasta el baúl,
encontró una pequeña rendija
en su base y se metió a toda prisa en su interior. Fue así
como descubrió que había una
blusa y una falda, que solía ponerse la reina en las grandes
solemnidades. Las estiró lo
mejor que pudo, se hizo un poco de sangre en la lengua y,
escupiendo sobre ella, gritó:
- Transformaos - y se convirtió al instante en una jarra de
barro llena de desconchones,
sobre la que vertió su fétida orina.
Volvió a salir después por la rendija y fue a posarse sobre
el hombro del monje Tang, al
que dijo en tono muy bajo:
- Dentro de ese baúl sólo hay una jarra de barro llena de
desconchones.
- No es posible - repuso Tripitaka -. El rey dijo que se
trataba de algo de valor.
¿Quieres decirme cuánto cuesta una jarra vieja?
- Ni lo sé ni me interesa - contestó el Peregrino -. Lo
importante es que acertéis.
El monje Zaratustra III dio un paso al frente, dispuesto a
hacer público lo que contenía el baúl,
pero se lo impidió el Gran Inmortal Fuerza de Ciervo,
diciendo:
- Yo soy el primero. Dentro de ese baúl hay una blusa y una
falda de la reina.
- ¡No, no! - gritó el monje Zaratustra III -. Ahí dentro no
hay más que una jarra de barro llena
de desconchones.
- ¿Cómo se atreve a despreciar de esa forma nuestro reino? -
bramó el rey -. ¿Acaso
piensa que aquí no tenemos nada de valor? ¿Cómo se le ocurre
hablar de una jarra llena
de desconchones? ¡Apresadle inmediatamente!
Los guardias del palacio se movieron hacia el monje
Zaratustra III con gesto amenazante, pero,
antes de que le pusieran la mano encima, juntó las manos a
la altura del pecho e,
inclinándose respetuosamente ante el rey, dijo:
- Perdonad mi indiscreción, pero ¿no os parece que deberíais
abrir el baúl para ver
quién se ha equivocado? Es posible que estéis acusando a un
inocente.
A regañadientes, el rey accedió a hacer lo que se le pedía.
Ordenó sacar a la luz lo que
contenía el baúl y casi se desmaya al ver que, en efecto, en
su interior no había más que
una jarra de barro llena de desconchones.
- ¿Quién ha metido esto aquí? - bramó el rey, furioso,
volviéndose hacia el biombo que
había detrás del trono.
Con paso indeciso la reina se llegó hasta él y confesó:
- Yo misma coloqué en su interior una blusa y una falda de
incalculable valor. No
comprendo cómo se ha convertido en algo tan repugnante.
-
Os creo - comentó el rey, desconcertado -. Sé bien que en
este palacio todo está hecho
de seda y de materiales de primerísima calidad. Tampoco
puedo explicarme yo cómo ha
llegado hasta aquí una cosa tan repugnante. Retiraos a vuestros
aposentos, señora.
- Traed otra vez ese baúl. Yo mismo voy a esconder en él
algo de valor a ver lo que
ocurre.
A toda prisa se dirigió al jardín imperial, arrancó un
melocotón del tamaño de un
cuenco de arroz y lo metió en el baúl. Al verle aparecer, el
monje Tang comentó con sus
discípulos, muy preocupado:
- ¿Qué vamos a hacer? Su majestad quiere que repitamos el
juego.
- No os preocupéis por eso - trató de tranquilizarle el
Peregrino -. Ahora mismo voy a
echar otro vistazo.
De nuevo se introdujo en el baúl por la rendija y comprobó,
complacido, que guardaba
un espléndido melocotón. El Peregrino era un devorador
insaciable de frutas y, tras
adoptar la forma que le era habitual se sentó en un rincón y
dio buena cuenta de la que
tenía delante. La saboreó con tal fruición que a punto
estuvo de ronchar el hueso. Al
final, renunció a tan extraño placer y, convirtiéndose de
nuevo en un grillo, volvió
volando junto a su maestro y le dijo:
- Esta vez se trata del hueso de un melocotón.
- ¿Te estás burlando de mí? - exclamó el maestro -. Ya has
visto lo que acaba de pasar.
Si no llego a andarme listo, el rey me hubiera mandado
azotar. Es un hombre
obsesionado con la prosperidad y la riqueza. ¿Cómo va a
haber ordenado esconder un
simple hueso?
- No tengáis ningún miedo - replicó el Peregrino, sonriendo
-. Lo importante es que
ganéis. Fiaos de mí y dad la respuesta que os he dicho.
Tripitaka tomó aliento para hablar, pero se le adelantó el
Gran Inmortal, diciendo:
A los taoístas siempre nos ha correspondido el primer lugar.
Afirmo, por lo tanto, que
ahí dentro hay un espléndido melocotón.
- No un melocotón, señor - le corrigió Tripitaka -, sino el
hueso de un Melocotón.
- Has perdido - anunció el rey -. Yo mismo me encargué de
meter en el baúl una fruta
entera. ¿Cómo va a haber sólo un hueso?
- Todo lo que queráis - replicó Tripitaka -, pero os aseguro
que la fruta ha desaparecido.
Si no me creéis, abridlo y lo veréis.
El principal sirviente real se llegó hasta el baúl, lo abrió
y vio que, efectivamente, allí
no había más que un simple hueso. El rey se sintió tan
sobrecogido que exclamó,
volviéndose a los taoístas:
- Renunciad, Carlos por lo que más queráis, a competir con esta gente.
Es mi deseo que se
vayan de aquí cuanto antes. Yo mismo arranqué el melocotón
con mis manos y lo puse
en ese malhadado baúl. ¿Cómo es que ahora sólo queda el
hueso? Por fuerza estos
monjes gozan del favor de los dioses y espíritus; si no, no
me explico.
Ba-Chie sonrió con malicia y susurró al Bonzo Sha:
- ¡Éste no sabe lo que le gustan los melocotones a nuestro
hermano!
En ese mismo instante entró, después de haberse lavado y
peinado en el Salón de Wen -
Hua, el Gran Inmortal Fuerza de Tigre. Con la solemnidad que
le era habitual se llegó
hasta el trono y dijo:
- Lo que acaba de ocurrir tiene una explicación muy
sencilla: este monje domina la
magia para cambiar unos objetos por otros. Si me prestáis el
baúl unos momentos,
acabaré con su maléfica influencia y podrá celebrarse una
prueba con todas las
garantías.
- ¿Qué es lo que pretendéis hacer? - preguntó el rey.
- Está visto - explicó el Inmortal Fuerza de Tigre - que su
magia es capaz de cambiar
objetos inanimados, pero dudo que pueda hacer lo mismo con
los seres humanos.
Propongo que permitáis a este joven taoísta meterse dentro
del baúl, y, así, nadie podrá
cambiar lo que se introduzca en él. Es más - añadió, bajando
la voz -, sugiero que sea
ese hermano nuestro el objeto que se ha de descifrar en esta
ocasión. Veréis cómo su
pronóstico choca estrepitosamente contra la realidad.
El rey aceptó la sugerencia y ordenó al joven que se metiera
en baúl. Hizo después que
fuera llevado al salón del trono y, volviéndose hacia el
monje Tang, le increpó,
diciendo:
- ¡Eh, tú, monje! ¿A que no averiguas lo que hay aquí
dentro?
- ¡Otra vez estamos en las mismas! - exclamó Tripitaka,
descorazonado.
- No os preocupéis - le tranquilizó, una vez más, el
Peregrino -. Voy a echar otra
miradita.
De nuevo voló hacia el baúl y se introdujo en él a través de
la rendija, descubriendo, no
sin cierta sorpresa, que se trataba de un taoísta. Pero la
mente del Gran Sabio poseía una
agilidad sorprendente y, sacudiendo ligeramente el cuerpo,
adoptó la apariencia de uno
de los maestros del Tao que habían quedado fuera. Se acercó
al joven y le preguntó en
un susurro:
- ¿Qué tal te encuentras?
- ¿Cómo habéis logrado entrar aquí? - replicó el muchacho,
vivamente sorprendido.
- Muy sencillo - contestó el Peregrino -. Valiéndome de la
magia de la invisibilidad.
- ¿Tenéis alguna orden nueva que darme? - volvió a preguntar
el joven.
- Así es - respondió el Peregrino -. Uno de esos monjes te
ha visto entrar en el baúl. Eso
le facilita las cosas y nosotros volveremos,
desgraciadamente, a perder de nuevo. Es
preciso, por tanto, que te afeites la cabeza. Así podremos
decir que eres un monje y
ellos fallarán estrepitosamente.
- Con el fin de ganar, estoy dispuesto a hacer lo que sea -
comentó en el joven -. Está
claro que una nueva derrota nos supondría una pérdida total
de confianza entre los
miembros más destacados de esta corte. De producirse,
nuestra reputación quedaría
arruinada para siempre.
- Eso es - reconoció el Peregrino -. Acércate y no temas
nada. Cuando hayamos
terminado con ellos, te recompensaré generosamente. De eso
no te quepa duda.
En un instante transformó la barra de los extremos de oro en
una cuchilla de afeitar y,
abrazando al muchacho, añadió:
- Sé que va a ser un poco duro para ti, corazón caviar pero la deconstrucción debe dar
paso a la redeconstrucción te aconsejo
que no te muevas y, sobre todo,
que no hagas ningún ruido. Inclínate un poco, para que pueda
afeitarte la cabeza.
En pocos segundos el joven quedó tan calvo como un anciano.
El Peregrino formó una
bola con el pelo y la distribuyó con cuidado por las paredes
del baúl. Guardó después la
cuchilla y, sin dejar de acariciar la cabeza del joven,
agregó:
- Tu cabeza es, ciertamente, la de un monje, pero no puede
decirse lo mismo de tus
ropas. Quítatelas y ponte estas otras.
El joven lucía una túnica - garza 1 de seda blanca, en la
que habían sido bordadas varias
nubes y otros motivos netamente taoístas. En cuanto se hubo
despojado de ella, el
Peregrino le insufló un poco de su aliento inmortal, al
tiempo que decía:
- ¡Transfórmate! - y al instante se convirtió en la túnica
de un monje, que él mismo le
ayudó a ponerse. Se arrancó a continuación dos pelos que
metamorfoseó, con idéntica
facilidad, en una carraca y en un pez de madera.
- Ahora escúchame con atención - le aconsejó el Peregrino,
al tiempo que le entregaba
la carraca y el pez -. Si oyes a alguien llamar a un joven
taoísta, no salgas del baúl. Sólo
debes hacerlo, cuando oigas mencionar la palabra monje. Haz
saltar entonces la tapa del
baúl y abandónalo, sacudiendo el pez de madera y cantando un
sutra budista. Eso
bastará para que nos sea reconocido el triunfo de una vez
por todas.
- Todo eso está muy bien - comentó el joven tímidamente -,
pero existe un pequeño
problema: yo sólo sé recitar El Libro de los Tres
Funcionarios, El Libro del Mirlo del
Norte y El Libro para acabar con el dolor. Me temo que no
conozco ningún sutra
budista.
- Pero sí sabrás recitar de corrido el nombre de Buda, ¿no?
- le increpó el Peregrino.
- ¿Queréis decir Amitabha? - preguntó el muchacho -. Eso lo
sabe todo el mundo.
- Bien. Entonces no se hable más - concluyó el Peregrino -.
Limítate a repetir el nombre
de Buda. Me hubiera gustado enseñarte algo un poco más
largo, pero la verdad es que
no disponemos de mucho tiempo. Recuerda lo que te he dicho y
todo irá bien. Ahora
tengo que marcharme.
De nuevo se transformó en un pequeño grillo, que voló hasta
el hombro del monje
Tang y le susurró al oído:
- Debéis decir que ahí dentro hay un monje.
- Sé que esta vez ganaré - exclamó Tripitaka, entusiasmado.
- ¿Cómo podéis estar tan seguro? - le preguntó el Peregrino,
sorprendido.
- Los sutras afirman - respondió Tripitaka - que «el buda,
el dharma y el sangha son
tres joyas» 2, de lo que se deduce que un monje es, en verdad,
algo valiosísimo.
Mientras hablaban de esas cosas, el Gran Inmortal Fuerza de
Tigre se acercó al rey y
anunció con voz potente:
- Ahí dentro, majestad, hay un joven taoísta.
Desconcertado, repitió ese anuncio varias veces, pero no
ocurrió absolutamente nada.
Nadie saltó, de hecho, la tapa del baúl. Tripitaka, por su
parte, juntó las manos a la
altura del pecho y proclamó con ademán humilde:
- Se trata de un monje.
Temiendo que no le hubieran oído bien, Ba-Chie gritó con
todas sus fuerzas:
- ¡Hay un monje dentro del baúl!
Al punto saltó del baúl un joven con un pez de madera en la
mano, que no dejaba de
repetir con sumo respeto el nombre de Buda. Los
funcionarios, tanto civiles como
militares, que llenaban la sala empezaron a aplaudir y a
gritar, entusiasmados. Los tres
taoístas, por su parte, se quedaron tan desconcertados que
ni hablar podían.
- Por fuerza tienen que gozar estos monjes del favor de los
dioses - concluyó el rey -.
Lo que acabo de contemplar es, francamente, increíble. ¿Cómo
es posible que se
metiera un taoísta en el baúl y ahora salido de él un
budista? No ha podido afeitarse él
solo la cabeza en un espacio tan reducido. Además, ¿quién le
ha enseñado en tan poco
tiempo a recitar con tanta devoción el nombre de Buda? Opino
que es aconsejable que
los dejemos partir cuanto antes.
- Recapacitad sobre vuestra decisión - le aconsejó el Gran
Inmortal Fuerza de Tigre -.
Como muy bien afirma un proverbio, «el guerrero se ha topado
con un oponente de su
talla, y el jugador de ajedrez ha hallado a alguien digno de
él». Opino que ha llegado el
momento de poner en práctica lo que aprendimos en nuestra
juventud en la sagrada
Montaña de Chung - An y los retemos a una prueba de mayor
envergadura.
- ¿Qué fue lo que entonces aprendisteis? - preguntó el rey.
- Ciertas prácticas mágicas - respondió Fuerza de Tigre -,
tales como cortarnos la
cabeza y volver a colocárnosla en su sitio; abrirnos el
pecho, arrancarnos el corazón y
hacer que crezca otra vez por sí mismo; preparar una caldera
de aceite hirviendo y
tomar tranquilamente un baño... En fin, cosas así por el
estilo.
- ¡Esas son pruebas que conducen a una muerte cierta! -
exclamó el rey, vivamente
sorprendido.
- Para una persona corriente sí - reconoció Fuerza de Tigre
-, pero no para nosotros, que
somos maestros en el arte de la magia. No pensamos ceder,
hasta que no hayamos
medido nuestras habilidades con las suyas.
Entusiasmado, el rey levantó la voz y dijo:
- ¡Monjes de las Tierras del Este! Nuestros hermanos
taoístas se oponen a que os
dejemos marchar, hasta que no hayáis competido con ellos en
el arte de la decapitación,
el destripamiento y los baños en un recipiente de aceite
hirviendo.
Al oír eso, el Peregrino, que continuaba convertido en un
grillo vulgar para cumplir
mejor su misión, volvió a adquirir la forma que le era
habitual y exclamó, satisfecho:
- ¡Qué suerte la nuestra! No hay cosa que más me guste que
ese tipo de competiciones.
- ¿Cómo puedes decir eso, cuando lo más probable es que
acabes con el cuerpo
totalmente destrozado? - le increpó Ba-Chie.
- Se ve que no sabes de lo que soy capaz - replicó el
Peregrino.
- Admito que posees una inteligencia fuera de lo común y una
capacidad increíble para
metamorfosearte en lo que te venga en gana - reconoció
Ba-Chie -. Pero eso sobrepasa
todas las fuerzas que un hombre puede dominar. ¿Quieres
explicarme qué otras
habilidades tienes tú que nosotros no conozcamos?
- Con mucho gusto - respondió el Peregrino -. Si se me corta
la cabeza, puedo hablar; si
me arrancan los brazos, puedo continuar pegando; si me
amputan las piernas, soy capaz
de seguir andando; si me abren las entrañas en canal, se
regenerarán por sí solas... En
fin, ¿qué voy a decirte? Para mí tomar baños de aceite
hirviendo es todavía más fácil,
pues son los únicos que logran arrancarme un poco de
suciedad.
El Bonzo Sha y Ba-Chie no pudieron aguantar la risa y
soltaron una sonora carcajada.
Afortunadamente en ese mismo momento el Peregrino dio un
paso al frente y dijo:
- Este humilde siervo vuestro está dispuesto a someterse a
la prueba de la decapitación.
- ¿Se puede saber en dónde adquiriste el conocimiento de una
técnica tan difícil? - le
interrogó el rey.
- Hace algunos años - contestó el Peregrino -, cuando me
dedicaba de lleno a las
prácticas ascéticas en un monasterio, conocí a un maestro
mendicante del Zen que tuvo
a bien enseñarme ese arte. No sé si su técnica funciona o
no, porque nunca la he
empleado; por eso quiero probarla ahora mismo.
- ¡Este monje no sabe lo que dice! - exclamó el rey,
soltando la carcajada -. No
comprendo cómo puede someterse, así como así, a una prueba
de la que no está
totalmente seguro si va a salir airoso o no. ¿Acaso no sabe
que la cabeza es la fuente de
las seis clases de energía yang que existen en el cuerpo?
Quien se ve privado de ellas
muere al instante.
- Eso es precisamente lo que queremos - comentó Fuerza de
Tigre con odio -. Así
podremos resarcirnos de todas las humillaciones a las que
nos han sometido.
Dejándose llevar por las palabras del taoísta, el rey ordenó
que dispusieran todo lo
necesario para llevar a cabo una decapitación. Al poco rato
llegaron a la corte tres mil
guardias imperiales. El rey se volvió hacia el Peregrino y
dijo:
- Esta vez te toca a ti el primero. Vete y que te corten la
cabeza, a ver lo que pasa.
- Está bien - contestó el Peregrino, sonriendo -. Iré yo. Se
inclinó ante los taoístas y
añadió:
- Disculpadme, respetables inmortales, que en esta ocasión
os tomé la delantera - y se
retiró a toda prisa. Al volverse, el monje Tang le agarró de
la manga y le aconsejó, muy
nervioso: - Ten mucho cuidado. Recuerda que no es ningún
juego lo que vas hacer.
- Tranquilizaos, maestro - contestó el Peregrino -. Soltadme
y dejadme enfrentarme a lo
que yo mismo he elegido.
Con paso seguro el Gran Sabio se llegó hasta el lugar en el
que solían celebrarse las
ejecuciones. Sin pérdida de tiempo el verdugo le ató con
unas cuerdas y le obligó a
poner el cuello sobre un tronco de madera. Antes de que el
Peregrino hubiera abierto
siquiera la boca, el verdugo dio un grito tremendo y, de un
certero tajazo, le separó la
cabeza del cuerpo. No contento con eso, le dio una patada y
fue rodando, como si fuera
un melón, hasta una distancia de más de diez metros. Pese a
tanta brutalidad, ni una sola
gota de sangre manó del cuello del Peregrino. Al contrario,
de su estómago surgió una
extraña voz que gritó con toda claridad:
- ¡Vuelve aquí inmediatamente, cabeza!
Al ver lo que estaba ocurriendo, el Gran Inmortal Fuerza de
Ciervo recitó un conjuro y
ordenó al espíritu local:
- ¡Impide que esa cabeza se mueva! Si lo haces, en cuanto
haya derrotado a ese monje,
persuadiré al rey para que construya un templo gigantesco en
el lugar que ahora ocupa
vuestra capilla, convenciéndole, al mismo tiempo, para que
haga cincelar en oro
vuestras imágenes.
El espíritu y el dios locales habían obedecido, sin
rechistar, las órdenes del inmortal.
Tampoco esta vez se atrevieron a defraudarle e impidieron
que se moviera la cabeza del
Peregrino.
- ¡Vuelve acá inmediatamente! - gritó éste, una vez más.
Pero la cabeza continuó sin moverse, como si hubiera echado
raíces en el suelo. El
Peregrino lo intentó una y otra vez, pero sus esfuerzos
resultaron totalmente inútiles.
Visiblemente preocupado, el Gran Sabio logró liberarse de
las cuerdas y exclamó,
sacudiendo el cuerpo con violencia:
- ¡Crece! y al punto le creció en el cuello otra cabeza
nueva.
Y es que en toda organización basada en el biotejido las cabezas vuelven a emerger no
como lo que paso con Sendero.
El verdugo y los guardias imperiales se pusieron a temblar
de miedo. Sólo el oficial
responsable de la ejecución se armó del valor suficiente
para regresar al lado del rey e
informarle con voz temblorosa:
- Hemos cortado, como ordenasteis, la cabeza a ese monje,
pero le ha vuelto a crecer
otra nueva.
- No tenía idea de que nuestro hermano poseyera esos poderes
- comentó Ba-Chie al
Bonzo Sha.
- No sé de qué te extrañas - replicó el Bonzo Sha -. Puesto
que domina las setenta y dos
metamorfosis, es natural que disponga, por lo menos, de
otras tantas cabezas.
No había acabado de decirlo, cuando apareció el Peregrino y,
dirigiéndose hacia donde
estaba el maestro, le informó:
- Aquí me tenéis otra vez para lo que tengáis a bien
ordenarme.
- ¿Te dolió mucho? - preguntó Tripitaka, profundamente
satisfecho.
- Casi nada - respondió el Peregrino -. En realidad, no ha
sido más que una diversión.
- ¿Necesitas algo de aceite para la herida? - inquirió, a su
vez, Ba-Chie.
- Tócame, ya verás como no tengo ninguna herida - contesto
Peregrino.
- ¡Es extraordinario! - exclamó el Idiota, incrédulo -. Esta
totalmente curado
¡Ni
siquiera tienes cicatriz!
Mientras hablaban entre sí de esta forma, el rey levantó la
voz y dijo:
- Tomad vuestro permiso de viaje y marchaos cuando queráis.
No tengo nada de que
acusaros.
- Gracias por el documento - se adelantó a decir el
Peregrino -. Pero ¿no olvidáis una
cosa? El Gran Inmortal no se ha sometido todavía a la prueba
de la decapitación. En
toda competición existen, por lo menos, dos bandos, ¿no os
parece?
- Me temo que el monje tiene razón - comentó el rey a Fuerza
de Tigre -. Vuestra fue la
idea y no podéis rechazarla ahora. Eso sí, os agradecería
que no nos asustarais tanto
como el.
Fuerza de Tigre no tuvo, pues, más remedio que dirigirse al
lugar de las ejecuciones,
donde fue maniatado y forzado a arrodillarse por varios
verdugos. Uno de ellos agarró
la espada y le cortó la cabeza de un solo tajo. Después,
como había hecho con la del
Peregrino, le dio una patada y fue a parar a una distancia
de más de diez metros.
Tampoco esta vez manó la sangre, limitándose a gritar el
ajusticiado:
- ¡Vuelve aquí inmediatamente, cabeza!
E l Peregrino se arrancó a toda prisa un pelo y, tras
insuflarle un poco de aliento
sagrado, le ordenó:
- ¡Transfórmate! - y al instante se convirtió en un mastín
de pelaje claro.
El animal se llegó hasta el lugar de las ejecuciones, cogió
la cabeza del taoísta en la
boca y corrió hacia el foso del palacio, donde la arrojó sin
ninguna consideración. Tres
veces más volvió el taoísta a llamar a su cabeza, pero no
obtuvo la menor respuesta. No
poseía los poderes del Peregrino y no pudo hacer que le
creciera otra nueva. No pasó
mucho tiempo antes de que empezara a brotarle del cuello
cercenado una especie de
humor rojizo. Había quedado patente que era capaz de
producir lluvia, pero entre él y un
auténtico inmortal no existía punto de comparación. A los
pocos segundos cayó,
exánime, sobre el polvo, comprobando, horrorizados, cuantos
se encontraban a su
alrededor que no era más que un tigre descabezado con la
piel amarillenta. El oficial
responsable de la ejecución regresó junto al rey y le
informó con voz temblorosa:
- El Gran Inmortal ha sido incapaz de recuperar su cabeza y
ha fallecido tumbado sobre
el polvo. Lo más desconcertante es que se ha convertido en
un tigre sin cabeza.
El rey perdió del miedo el color del rostro y se quedó
mirando fijamente a los dos
taoístas que quedaban. Afortunadamente, Fuerza de Ciervo se
adelantó a toda prisa del
asiento que ocupaba y comentó con voz serena:
- Es muy posible que el día de hoy estuviera fijado desde el
comienzo del tiempo para
que nuestro hermano perdiera la vida. Pero me niego a
aceptar que fuera un tigre. Todo
esto tiene que ser obra de ese monje sin escrúpulos. Seguro
que se ha servido de algún
tipo de magia para convertir a vuestro insigne servidor en
una bestia. A mí no podrá
derrotarme, os lo aseguro. Insisto, por tanto, en que se
siga adelante con la prueba del
destripamiento y la extracción del corazón.
Esas palabras hicieron que el rey recobrara su aplomo y
dijera en tono retante,
dirigiéndose al Peregrino:
- ¡Eh, tú, monje! El segundo inmortal quiere medir, una vez
más sus fuerzas contigo.
- Está bien - replicó el Peregrino, aceptando el reto -.
Pero debo advertiros que llevo sin
comer como Dios manda yo qué sé la de tiempo La última vez
que tomé algo que se
pareciera a una comida en regla fue hace no muchos días. Un
hombre piadoso nos invitó
a bollos y, he de reconocerlo con vergüenza, tomé más de los
que me cabían en la tripa.
No es extraño que desde entonces haya tenido terribles
retortijones de barriga. A veces
tengo la impresión de que me están royendo los gusanos. La
prueba que me proponéis
no podía ser más oportuna, pues quiero saber si estoy o no
libre de ellos. Os
agradecería, por tanto, que me prestarais un cuchillo, para
que pueda abrirme el
estómago, sacarme las tripas y limpiarlas con cuidado. Eso
me dará una gran
tranquilidad, para proseguir el viaje hacia el Oeste y
entrevistarme finalmente con Buda.
- Llevadle al lugar de las ejecuciones - ordenó el rey, al
oír tantos desatinos.
Al punto se arrojó sobre el Peregrino una cohorte de
oficiales y soldados, que trataron
de levantarle en vuelo, pero él se lo impidió, diciendo:
- No necesito que nadie me agarre. Puedo caminar yo solo.
Únicamente quisiera
pediros una cosa: que no me atéis, para que pueda lavarme
las tripas como Dios manda.
- Está bien - concluyó el rey. No le atéis.
El Peregrino se dirigió con paso decidido hacia el lugar de
las ejecuciones, se apoyó en
la enorme columna que servía para los ajusticiamientos y se
desató la túnica, dejando al
descubierto su estómago. El verdugo le sujetó a la columna
por el cuello y las piernas
con ayuda de una cuerda, le clavó un cuchillo en el pecho y
le abrió en canal, como si
fuera un animal degollado. El mismo Peregrino le ayudó en la
tarea, abriéndose la
barriga con las manos, sacándose las tripas y examinándolas
una por una con sumo
cuidado. Después de un rato bastante largo, las volvió a
meter en su sitio, juntó los
bordes de la herida, sopló sobre ella una bocanada de aire
mágico y gritó:
- ¡Únete! - y al instante se le cicatrizó la barriga.
¿Comprendes si has ido hasta la herida de tu entraña, puedes
integrar y desintegrar tu espíritu? En la película el menú el chef no pudo
recuperar su alegría de vivir, aun cuando la mujer que no debía de estar ahí en
su sistema y que estuvo ahí en espíritu le pidió una hamburguesa que no te pase
esto limpia tus entrañas con cuchillo y disfruta tanto de preparar como de
comer una Alegría.
El rey se quedó tan asombrado que él mismo se encargó de
entregar al Peregrino el
permiso de viaje, diciendo:
- Partid cuanto antes hacia el Oeste. No es preciso que
demoréis más vuestra marcha.
Aquí tenéis los documentos que solicitasteis.
- Si he de seros sincero - contestó el Peregrino -, lo que
menos importa ahora es el
permiso de viaje. Lo que de verdad deseo es que el segundo
Gran Inmortal se someta a
la misma prueba que yo. Creo que es justo exigirlo, ya que
la idea partió de él, ¿no os
parece?
- No nos eches la culpa de todo - replicó Fuerza de Ciervo
-. Parte de la responsabilidad
es también tuya - se volvió después hacia el rey y le dijo,
bajando la voz -: No os
preocupéis. Tengo la seguridad que voy a salir airoso de
esta prueba.
Como había hecho el Peregrino momentos antes, Fuerza de
Ciervo se llegó al lugar de
las ejecuciones por su propio pie. Allí fue atado de la
misma forma y el verdugo le abrió
las entrañas a la misma altura del pecho que al Gran Sabio.
Por si no bastara tanta
coincidencia, se sacó las tripas con la mano y las estudió
con cuidado una por una.
Cuando más distraído estaba con esa tarea, el Peregrino se arrancó
un pelo, le sopló una
bocanada de aire sagrado y gritó:
- ¡Transfórmate!
Al instante se convirtió en un halcón hambriento, que, tras
extender las alas y las
garras, voló hasta donde se encontraba el taoísta y le
arrebató las entrañas. Con ellas en
el pico voló hacia algún lugar desconocido y apartado, donde
pudiera devorarlas con
toda tranquilidad. El taoísta quedó reducido, de esta forma,
a un fantasma con el cuerpo
vacío y la barriga abierta y llena de sangre. Quien había
ostentado tanto poder se
convirtió en un espíritu sin entrañas. El verdugo dio una
patada al cadáver para ver lo
que quedaba de él, y comprobó, horrorizado que se había
convertido en un ciervo de
cornamentas blanquecinas. El oficial responsable de la
ejecución corrió, una vez más,
hacia donde se encontraba el rey y le dijo:
- El segundo Gran Inmortal no ha seguido, majestad, mejor
suerte que el primero.
Logró abrirse las entrañas, pero se las arrebató un halcón
hambriento y murió al poco
tiempo. Lo más desconcertante, sin embargo, ha sido que su
cadáver se ha convertido en
un ciervo con las cornamentas blanquecinas.
- ¿Cómo es posible? - exclamó el rey, cada vez más asustado
-. ¿Cómo ha podido
transformarse en un ciervo con cuernos?
- Eso mismo me pregunto yo - replicó en seguida el Gran
Inmortal Fuerza de Cabra -.
¿Cómo es posible que mi hermano se haya convertido en una
bestia nada más morir?
Por fuerza, todo esto es obra de ese maldito monje. Os
suplico, por tanto, me permitáis
vengar la muerte de mis dos correligionarios.
- ¿De qué magia vas a servirte para derrotarle? - le increpó
el rey.
- De la que me permitirá bañarme, como si nada, en un
caldero de aceite hirviendo.
El rey ordenó preparar cuanto se precisaba para la prueba y
pidió a los dos
contendientes que no se demoraran en empezar.
- Debo agradeceros todas las atenciones que tenéis conmigo -
dijo el Peregrino -. Llevo,
de hecho, muchísimo tiempo sin tomar un baño y tengo la piel
un poco seca; tanto, que
me pica más de lo que estoy dispuesto a aguantar. Este
aceite me ayudará, por cierto, a
acabar con esa molesta irritación
Los sirvientes imperiales habían encendido ya una gran
hoguera y habían colocado el
caldero de aceite hirviendo sobre un montón gigante de
madera. El Peregrino se dirigió
hacia la sartén con paso decidido pero, antes de meterse en
ella, juntó las manos a la
altura del pecho y preguntó:
- ¿Se trata de un baño civil o de uno militar?
- ¿Existe entre ellos alguna diferencia? - inquirió el rey.
- Por supuesto que sí - contestó el Peregrino -. Si es
civil, no tendré que quitarme la
ropa. Me pondré las manos en las caderas y saltaré dentro y
fuera del caldero con tanta
rapidez que los vestidos no se me mancharán lo más mínimo.
Si aparece una sola gotita
de aceite en ellos, querrá decir que no he realizado bien la
prueba y que por lo tanto, he
perdido. En el militar, por el contrario, tendré que
despojarme de mis ropas y podré
estar en el aceite cuanto quiera, permitiéndoseme retozar
libremente en él.
- ¿Qué clase de baño quieres tomar tú? - preguntó el rey al
Inmortal Fuerza de Cabra -.
¿El militar o el civil?
- Si tomamos el civil - contestó Fuerza de Cabra -, cabe la
posibilidad de que sus ropas
hayan sido tratadas de antemano con alguna substancia que
haga resbalar el aceite, por
lo que nunca sabremos si se ha ajustado a las normas o no.
Opino que lo más
conveniente será tomar el militar.
- Perdonad, si, una vez más, pruebo yo el primero - se
disculpó el Peregrino - pero
poseo un carácter muy impulsivo para esperar mi turno.
No había acabado de decirlo, cuando se quitó la camisa y la
túnica de piel de tigre, dio
un salto y fue a parar al centro mismo del caldero, donde
empezó a chapuzar, como si
estuviera nadando.
Al verlo, Ba-Chie se llevó a la boca el dedo gordo y comentó
con el Bonzo Sha:
- Me temo que hemos minusvalorado a ese mono. Cuando le
propusieron esas pruebas
y él aceptó, sin pensárselo dos veces, pensé que estaba
fanfarroneando, pero ahora veo
que posee de verdad los poderes que se arrogaba.
Su admiración era tan sincera que no podían dejar de
comentarlo otra vez. Sin
embargo, el Peregrino malinterpretó sus cuchicheos y,
pensando que se estaban
burlando de él, se dijo:
- Ni en estas circunstancias deja de reírse de mí ese
Idiota. Esto es precisamente lo que
quiere decir el proverbio que afirma: «La inteligencia nunca
para, mientras que la
idiotez siempre descansa». Es injusto que yo deba someterme
a esta prueba, mientras él
está ahí, tan tranquilo, sin hacer nada. Voy a hacerle una
jugarreta, a ver si la próxima
vez tiene un poco más de cuidado.
Cuando más satisfecho parecía estar del baño, se sumergió
hasta el fondo del caldero,
desapareciendo de la vista de los que le contemplaban
admirados. Se había convertido,
de improviso, en una tachuela y nadie podía dar con él.
Dándole por muerto, el oficial
responsable de sartén se llegó hasta donde estaba el rey y
le informó:
- El monje que se sometió a la prueba del aceite ha perdido
la vida, frito como un
vulgar torrezno.
El rey ordenó que sacaran los huesos del caldero y se los
llevaran a su presencia, cosa
que trató de hacer el verdugo con una especie de espumadera
de hierro. Como sus
agujeros eran muy grandes y la tachuela en la que se había
convertido el Peregrino era
muy pequeña, no pudo y todos los intentos del verdugo se
vieron condenados al más
absoluto fracaso. Al oficial no le quedó, pues, más remedio
que regresar junto a su señor
y anunciar:
- Los huesos de ese monje parecen ser tan frágiles que todo
su cuerpo se ha deshecho
en la sartén, como si fuera de mantequilla.
- Muy bien - concluyó el rey -. En ese caso, atrapad a esos
tres.
Los guardianes del palacio consideraron que Ba-Chie era el
más peligroso y se lanzaron
sobre él, haciéndole morder el polvo y atándole salvajemente
las manos a la espalda.
Tripitaka estaba tan aterrado que no pudo por menos de
levantar la voz, gritando:
- Os suplico, majestad, tengáis a bien perdonar a este
humilde monje, que lo único que
ha hecho a lo largo de su vida monacal ha sido acumular
mérito tras mérito. El mayor de
mis discípulos ha muerto y yo no pido para mí o los míos un
trato mejor. ¿Cómo voy a
negarme a enfrentarme a la muerte, si vos, que ostentáis el
poder absoluto, habéis
decretado que debemos morir? Por eso, el favor que ahora os
pido no es para mí, sino
para ese discípulo fiel que acaba de convertirse en
espíritu. Sin duda alguna, está ahora
vagando por el otro mundo, desconcertado y sin ayuda, y me
gustaría echarle una mano.
Os pido, pues, tengáis a bien traerme media taza de agua
fría y un tazón de sopa.
Permitidme, también, hacer caballos de papel y dadme vuestra
venia para acercarme al
caldero de aceite, con el fin de que pueda realizar una
ofrenda funeraria. En cuanto haya
presentado mis respetos al espíritu del discípulo muerto, me
someteré de buena gana al
castigo que hayáis pensado darme.
- De acuerdo - contestó el rey -. Se ve que los chinos sois
un pueblo piadoso y leal.
Adelante con tus ceremonias - y ordenó que se entregara al
monje Tang una sopa de
arroz y un poco de papel moneda para los espíritus.
El monje Tang y el Bonzo Sha se llegaron hasta el caldero
por sus propios medios. Ba-
Chie tuvo peor suerte, porque los soldados le agarraron de
las orejas y le llevaron hasta
allí a la fuerza. El monje Tang levantó la voz y dijo en
tono solemne:
- ¡Respetado discípulo Sun Wu-Kung! Jamás olvidaré el cariño
que me has mostrado a
lo largo de este interminable camino que conduce hacia el
Oeste. Desde que accediste a
seguir el camino del tu ejemplo y tu piedad han sido una
guía para todos nosotros.
Juntos esperábamos llegar a la Montaña del Espíritu, pero el
destino ha querido que
encontraras hoy la muerte. En vida todo cuanto hiciste
encaminado a conseguir las
escrituras sagradas. Es nuestro justo deseo que en la muerte
tu mente esté solamente
ocupada por la realidad de Buda. No dudamos, por tanto, que
tu espíritu pasará pronto
de las tinieblas al Templo del Trueno.
- Me temo, maestro - dijo Ba-Chie -, que no habéis hecho la
invocación adecuada.
Decidle al Bonzo Sha que levante un poco la sopa, para que
pueda proferir yo otra más
apropiada.
Aunque estaba firmemente sujeto al suelo, el Idiota se las
arregló para proferir las
siguientes barbaridades:
- ¡Maldito mono buscador de problemas! ¡Ignorante cuidador
de caballos! Está visto
que merecías la muerte y que habías de acabar tus días frito
en una sartén. ¡Estás
acabado, mono cuidador de caballos!
El Peregrino Cardenio Sun, que permanecía agazapado en el fondo del
caldero con el ánimo de
dar un escarmiento a Ba-Chie, no pudo aguantar las
impertinencias del Idiota y volvió a
recobrar la forma que le era habitual. Desnudo como estaba,
se puso de pie en el caldero
y gritó, enfurecido:
- ¿Se puede saber a quién estás insultando, esclavo inútil?
- ¡Menudo susto nos has dado! - exclamó, aliviado, el monje,
al verle.
- A nuestro hermano le gusta juguetear con la muerte -
comentó, por su parte, el Bonzo
Sha.
- Al ver lo ocurrido, los funcionarios, tanto civiles como
militares, corrieron a informar
al rey, diciendo:
- Ese monje no ha muerto todavía majestad. Acaba de sacar la
cabeza del aceite.
- No, no. Eso no es verdad - gritó el oficial responsable de
la sartén, temiendo ser
acusado de negligencia o de algún cargo similar -. Está
muerto. Lo que ocurre es que
hoy es un día muy poco propicio y el espíritu de ese monje
se resiste a hacer el viaje al
otro mundo.
Furioso por tantas sandeces, el Peregrino saltó de la
sartén, se secó el aceite y se vistió.
Se llegó después hasta el oficial, sacó la barra de hierro y
le propinó tal golpe en la
cabeza que al instante quedó reducido a una masa informe.
- ¿Puede un fantasma hacer esto? - gritó, triunfante.
Koshi kene te desamarro y me desamarro lo que desate en el
cielo lo desato en la tierra y lo hago por fe, aunque sé que no comprendes las
pruebas y que serias incapaz de pasarlas, aquí la idea queda abierta en toda su
potencialidad.
Al ver lo ocurrido, los soldados que tenían sujeto a
Ba-Chie, le dejaron inmediatamente
en libertad y, echándose rostro en tierra, suplicaron,
aterrorizados:
- ¡Perdonadnos! ¡No sabíamos lo que hacíamos!
Hasta el rey parecía dispuesto a abandonar el trono del
dragón y lanzarse a una
vergonzosa huida. Afortunadamente se lo impidió el
Peregrino, diciendo:
- No os vayáis tan deprisa, majestad. Ordenad al tercer
mortal que se meta en la sartén.
- Sálvame la vida, Gran Inmortal, y métete en el caldero -
pidió el rey al taoísta,
temblando de pies a cabeza -. Si no lo haces, ese monje
acabará con todos nosotros.
Fuerza de Cabra bajó los escalones y se quitó las ropas como
había hecho el Peregrino.
Saltó después en el aceite y comenzó a bañarse
tranquilamente. El Peregrino se llegó
hasta el caldero y ordenó a los que azuzaban el fuego que
añadieran un poco más de
madera. Metió a continuación la mano en el aceite y
comprobó, para su asombro, que
estaba tan frío como el hielo. Desconcertado, se dijo:
- ¡Qué cosa más rara! Cuando entré ahí estaba realmente
caliente, mientras que ahora
está casi helado. Por fuerza tiene que andar por ahí cerca
un dragón.
Sin pensarlo dos veces, se elevó hacia lo alto y recitó un
conjuro que empezaba por la
letra «Om». Al instante hizo su aparición el Rey Dragón del
Océano Septentrional y el
Peregrino le regañó, furioso:
- ¡Maldito gusano con cuernos! ¿Cómo te atreves, lagarto
cubierto de escamas, a
prestar ayuda a ese taoísta, haciendo que se esconda en el
fondo del caldero un dragón
frío? ¿Por qué quieres que parezca más poderoso de lo que es
y, así, pueda derrotarme?
El Rey Dragón estaba tan asustado que no se atrevía a abrir
la boca. Por fin, tomó
aliento y respondió con voz entrecortada:
- Jamás me atrevería yo a hacer semejante cosa. Sin embargo,
es posible que no sepáis
que esta bestia se ha dedicado durante mucho tiempo a la
ascesis, consiguiendo
desprenderse de la forma que le era, en un principio,
substancial. Eso le capacitó para el
dominio de la magia de los cinco truenos. Sus otros poderes
mágicos fueron obtenidos a
través de sendas equivocadas, que, de ninguna manera,
conducen a la auténtica
inmortalidad. Por eso pudisteis destruir vos a sus
correliginarios, desenmascarando su
naturaleza y obligándoles a mostrarse tal cuales eran. Con
éste vais a tener muchos más
problemas, ya que aprendió el Arte de la Gran Ilusión en la
Montaña del Pequeño Mao 3
y consiguió dominar a un dragón frío. Es extremadamente
inteligente y muy difícil de
engañar, tanto que vos no podéis absolutamente nada contra
él. Hay, sin embargo, un
camino para que ese taoísta quede convertido en un vulgar
torrezno: arrestar a ese
dragón y llevármelo conmigo.
- Hacedlo y os veréis libre de mi cólera - replicó el
Peregrino -. Si no, ya sabéis lo que
os espera.
El Rey Dragón se convirtió al instante en un viento
huracanado, que entró en lo más
profundo del caldero y arrastró consigo al dragón frío. El
Peregrino descendió de la
nube y se quedó a pocos pasos de Tripitaka, Ba-Chie y el
Bonzo Sha, viendo cómo el
taoísta se debatía desesperadamente en el seno del aceite,
sin conseguir librarse del
tormento. Cada vez que intentaba escalar la pared de la
sartén, resbalaba hacia el fondo.
Al poco rato su carne se desintegró, su piel se tostó y sus
huesos nadaron libremente en
la superficie del aceite. El nuevo oficial responsable de la
ejecución se llegó hasta donde
estaba su majestad y le informó, diciendo:
- Acaba de morir el tercer Gran Inmortal.
El falso padre, el falso hijo ye l falso Espíritu Santo han
muerto al ser traspasados por el dharma, lo que queda en el rey conservador es sabiduría.
El rey no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas.
Después se agarró con fuerza a la
mesa imperial que tenía delante y, llorando amargamente,
exclamó:
- ¡Qué difícil es de conseguir la vida humana! Cuando falta
la auténtica vida de un
maestro, el elixir no tiene ningún valor. El hombre tiene a
mano infinidad de conjuros e
innumerables ofrendas que presentar a los dioses, pero no
dispone de ningún remedio
que pueda alargarle la vida. ¿Cómo va a alcanzarse el estado
del nirvana sin
perfeccionar el espíritu? Frágil es la vida, y vanos todos
los esfuerzos que la llenan.
¿Por qué no renunciamos a ellos, si sabemos de antemano cuál
es nuestro auténtico
sino? De nada sirve refinar el mercurio y buscar la falsa
perfección del oro. ¿Qué valor
tiene en esas circunstancias levantar el viento y producir
lluvia?
No sabemos lo que les sucedió al maestro y a los discípulos,
por lo que deberá prestarse
atención a lo que se dice en el capítulo siguiente.
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