Parte II
Más allá del cuidado, el don
del no movimiento que atraviesa el
espejo
Cura cum fluvium transiret, videt cretosum lutum sustulitque
cogitabunda atque coepit fingere. dum deliberat quid iam fecisset, Jovis
intervenit. rogat eum Cura ut det illi
spiritum, et facile impetrat. cui cum vellet Cura nomen ex sese ipsa imponere,
Jovis prohibuit suumque nomen ei dandum esse dictitat. dum Cura et Jovis
disceptant, Tellus surrexit simul suumque nomen esse volt cui corpus praebuerit
suum. sumpserunt Saturnum iudicem, is sic aecus iudicat: (198) ‘tu Jovis quia
spiritum dedisti, in morte spiritum, tuque Tellus, quia dedisti corpus, corpus
recipito, Cura enim quia prima finxit, teneat quamdiu vixerit. sed quae nunc de
nomine eius vobis controversia est, homo vocetur, quia videtur esse factus ex
humo’.
El
“cuidado” interpretado como el ser del Dasein.
Regresemos
a la idea de la angustia como un encontrarse en el mundo, de aquí pensamos que
el “ante-qué” de la angustia es el ser arrojado al mundo y de lo que se
angustia el Dasein es de su “poder-ser” en el mundo. Con estas ideas pensemos
entonces que el fenómeno de la angustia nos muestra un Dasein existiendo de
manera fáctica en el mundo. Recordemos también que los caracteres ontológicos
fundamentales del Dasein son, la existenciariedad, la facticidad y la caída,
ellos no pueden tomarse como trozos que podamos unir y presentar como
conglomerado. La caracterización de esta unidad puede empezar pensándose que el
Dasein es un ente a cuyo ser le va su ser, el le va su ser quedó aclarado como ese proyectarse
comprensor del Dasein, hacia su más propio poder ser. Este es aquello por mor
de lo cual el Dasein es en cada caso como es. Con su ser libre para el más
propio poder-ser, que incluye lo impropio y lo propio, el Dasein encuentra en
la angustia su concreción más original. Heidegger nos señala que ese ser
“relativamente al más propio poder-ser” significa ontológicamente que el Dasein
es para sí mismo en su ser de manera “previa”. En su ser más allá de sí, el
Dasein logra dirigirse no a otros entes que él no es, sino a su poder-ser que
es él mismo. La estructura de ser del le va es lo que Heidegger llama adelantarse-a sí (Sich-vorweg-sein) (pre-ser-se con
Gaos) (anticiparse-a-sí con
Rivera).
Esta
estructura concierne al todo de la constitución del Dasein y no significa nada
parecido a una tendencia aislada en un sujeto sin mundo, sino que caracteriza
al ser en el mundo. Pero este es inherente al ser entregado a la
responsabilidad de sí mismo, o sea el ser en cada caso ya arrojado en un mundo.
El
estar abandonado al mundo del Dasein se muestra claramente en la angustia; como
vemos, en el adelantarse-a-sí del Dasein, este se proyecta en el mundo, con
esto encontramos un mayor sentido a la forma de ser de este ente en el mundo.
Como recordamos el todo de la significatividad, que no es sino el contexto de
la mundanidad en donde el Dasein está implícito, se asienta “por mor de qué” de
este ente. El todo de las relaciones de referencia, de las relaciones
“para” que lleva a cabo el Dasein cuando se ocupa de las cosas del mundo, no
son un asuma de entes frente la visión de otro ente (en este caso el hombre) el
cual las ata mediante el intelecto a una realidad que encuentra ya establecida
ante sí. Por el contrario la expresión fenoménica de la constitución
originalmente total del Dasein, cuya totalidad quedó fijada al
“adelantarse-a-sí en el ser-ya-en” el mundo, nos deja claro y muy nítidamente,
que el ser del Dasein es fáctico, es decir, que la existenciariedad está
determinada esencialmente por la facticidad y no por un previo ser (racional) a
partir del cual y desde fuera del mundo, construimos mundo a través de
enunciados de valor.
Pero
además esta forma fáctica de ser del Dasein, no se limita a estar arrojado al
mundo de una manera indiferente, sino que siempre el Dasein es absorbido en el
mundo del que se ocupa, es decir, que siempre se encuentra el Dasein en un
estado situacional, donde se compromete o no con lo que se ocupa. En esta
posibilidad se anuncia expresamente el huir o no ante la inhospitalidad, que
permanece normalmente encubierta en la angustia latente, pues como vimos la
publicidad del uno nos descarga de la responsabilidad de asumir nuestra
posibilidades más propias, y sobre todo nos absuelve de la culpa o deuda, de
nuestra propia existencia. En el “adelantarse-a-sí en un mundo” se encierra el
cadente “ser cabe” lo “a la mano” de que se ocupa el Dasein en el mundo.
Heidegger
resume la totalidad existenciaria del todo estructural ontológico del Dasein de
esta manera: “adelantarse-ya-en (pre-ser-ser-ya-en con Gaos) (el mundo) como ser-cabe (los entes que hacen frente dentro del mundo)”[13], (anticiparse-a-sí-estando-ya-en-un-mundo con
Rivera)[14], (Sich-vorweg
im-schon-sein-in-einer-Welt)[15]. Con esta
frase Heidegger nos describe el significado del término cuidado en una
acepción solamente ontológica-existenciaria. Esto nos aclara aun más los
fenómenos del “ser cabe” lo “a la mano”, “ocuparse de”, “ser-con”,
“preocuparse-por” (Fürsorge) (solicitud con Rivera), pues todos ellos se
comprenden mejor cuando se entiende el “ser en el mundo” como cuidado.
En
el “adelantarse-a-sí”,
entendido como “ser relativamente al más propio poder-ser” se encuentra la
residencia de la condición ontológica-existenciaria de la posibilidad de ser
libre para las posibilidades de ser propias. Pero también el Dasein puede
conducirse, contra su voluntad y libertad, hacia sus posibilidades más
impropias y de hecho fáctica e inmediatamente el Dasein se conduce de este
segundo modo. La impropiedad es la forma como el Dasein se conduce regularmente
en el mundo, pero no obstante sigue siendo el Dasein en ella en la forma del
“adelantarse-a-sí”, sólo que ahora y aún huyendo de sí mismo, el Dasein lo hace
en relación al uno, desde donde sigue los dictámenes que este le marca.
Como
estructura original, el cuidado es existenciariamente anterior a toda conducta fáctica
del Dasein, es decir se halla implícita en ella; por ello no se puede plantear
que sea una actitud teórica frente a un actitud práctica, pues estas dos
posibilidades pertenecen al ser de un ente que se define como cuidado.
El
poder-ser por mor del cual es el Dasein tiene la forma de ser del ser en el
mundo, en esta relación se vinculan los entes intramundanos, por lo que todo
querer ocuparnos de ellos tiene que ver con esta situación. Pero también no hay
que olvidar que, si el temor es la forma impropia de la angustia y el temor es
la manera como en la facticidad se percibe la angustia, entonces el mundo del
término medio es ciego para la angustia, pero se torna sensible para la amenaza
que se presenta como real. Este aquietamiento no excluye una intensa actividad
en el ocuparse sino que lo suscita. Las posibilidades que se quieren en ese
momento no son nuevas y menos posibles, son modificaciones de lo ya disponible
para que aparezcan como algo nuevo. El desear es una modificación existenciaria
del proyectarse comprensor, que caído en el arrojo, se limita simplemente a
inclinarse a las posibilidades. Este inclinarse por ciertas posibilidades, lo
que es “ahí” en el “inclinarse a” propio del deseo, se convierte en el mundo
real. El desear propone para Heidegger, ontológicamente, el cuidado
En
el “inclinarse a” tiene la primacía el “ser-ya-cabe” y se modifica como
corresponde el “adelantarse-a-sí en el ser-ya”. En el “inclinarse a” las cosas
del mundo, el Dasein hace patente su inserción en él. En conclusión podemos
decir que la definición del cuidado como “adelantarse-a-sí”-en el ser ya-en-
como ser cabe, nos revela que este fenómeno está también articulado
internamente, pero este fenómeno no fuerza al Dasein a plegarse a una idea
imaginaria, sino que porta hacia un concepto existenciario lo que
cotidianamente abre el Dasein de una manera óntica-existencial.
LA “CURA” EN GOETHE Y
HEIDEGGER
José
Gaos
El plan de El ser y el Tiempo comprende
dos partes: la primera, una “exégesis” del “ser ahí”, es decir, del ente
humano, y una “explicitación” del tiempo como el “horizonte” trascendental de
la pregunta “¿qué es ser?”; la segunda, una “destrucción” de la
historia de la ontología. El plan de la primera parte comprende, a su vez, dos
secciones: un análisis fundamental y preparatorio del “ser ahí”, otra titulada
“El ser ahí y la temporalidad” y otra titulada “El tiempo y el ser”. Pero
Heidegger sólo ha publicado hasta hoy de su libro una “primera mitad”, que
comprende sólo las dos primeras secciones de la primera parte, el análisis
fundamental y preparatorio del “ser ahí” y la sección titulada “El ser ahí y la
temporalidad”.1
El
análisis fundamental y preparatorio del “ser ahí” comprende seis capítulos, en
el último de los cuales se expone cómo el “ser” del “ser ahí” es la “cura”. Lo
que esto significa puede decirse en los siguiente términos más tradicionales y
más corrientes: la esencia del hombre consiste en un hallarse avanzando
en la dirección del futuro al ocuparse con las cosas y preocuparse por las
personas. Para designar este “hallarse avanzando en la dirección del futuro
al ocuparse con las cosas y preocuparse por las personas” usa Heidegger,
exclusivamente en el sentido que se acaba de indicar, y no en el de ninguna
ocupación ni preocupación más especial con cosas ni por personas también
especiales. Pues bien, en el mismo capítulo hay un parágrafo en el cual
Heidegger aduce una “verificación” de su “exégesis del “ser ahí” como “cura”,
sacada de la “interpretación” que el “ser ahí” hace de sí mismo antes de toda
ontología o “preontológicamente”, como dice el propio Heidegger. Esta
“verificación” sería, ante todo, la aportada por una vieja fábula latina que,
traducida a la letra, dice:
Una vez que Cura pasaba un río, vió un terrón de
arcilla,
Y levantándolo pensativa, empezó a modelarlo.
Mientras se pregunta qué es lo que ha hecho, se
acerca Júpiter.
Ruégale a éste Cura que le infunda a su obra
espíritu, y lo logra enseguida.
Mas al querer Cura poner su propio nombre a su
obra,
Júpiter se lo prohibe, dictaminando que hay que
darle el suyo.
Mientras discuten Cura y Júpiter, surge de pronto
Tierra,
queriendo que sea el suyo el nombre de aquel
a que ha prestado su cuerpo.
Toman por juez a Saturno y éste juzga
equitativamente así:
“Tú, Júpiter, por haberle dado el espíritu, recibe
a su muerte el espíritu;
Y tú, Tierra por haberle dado el cuerpo, recibe el
cuerpo;
Pero Cura, por haberlo modelado la primera, téngalo
mientras él viva.
En cuanto al debate que estáis sosteniendo acerca
del nombre,
se llamará homo, por ser evidente que
se hizo del humus.”
En una nota a las palabras que preceden a la cita
de la fábula, dice Heidegger: “El autor se encontró con la siguiente prueba
documental preontológica de la exégesis… del ser ahí como cura, gracias al
artículo de K. Burdach, ‘Fausto y la cura ‘, Revista Trimestral Alemana
de Ciencia de la Literatura e Historia del Espíritu, I (1923), p.1 ss.
Burdach muestra que Goethe tomó de Herder la fábula de Cura, transmitida como
fábula 220 de Higinio, y la refundió en la segunda parte del Fausto.”
Según esta nota,
Heidegger se encontró con una prueba documental y preontológica de su exégesis
del “ser ahí” como “cura” en un artículo que mostraba cómo el documento
constitutivo de la prueba había sido refundido en el Fausto, y que
se publicó unos cuatro años antes que la “primera mitad” de El Ser y el
Tiempo. Inmediatamente, se ocurre preguntar: ¿no habrá influido, no ya la
fábula, sino su refundición en el Fausto, en El ser y el
Tiempo?… El Fausto ¿no sería una prueba documental y
preontologica de mucho más peso para un filósofo alemán?… En todo caso, ‘cuáles
son las relaciones precisas entre la refundición de la fábula en el Fausto,
si no éste entero, y la “cura” de El Ser y el Tiempo, que, aquí sí,
es tanto como decir éste entero, dado el puesto de la “cura” en él?…
La refundición de la
fábula en la segunda parte del Fausto se encuentra en la
quinta de las ocho escenas del último acto, es decir, en la segunda de las dos
escenas centrales, aun no tomando en cuenta otra cosa que la simple división en
escenas. Es “media noche”. Aparecen cuatro mujeres graue”, lo que
quiere decir tanto “grises” como “viejas”.
Primera. Me llamo Mangel.
Es decir, la falta de algo, la carencia, la
deficiencia
Segunda. Me llamo Schuld.
Es decir, la deuda y la culpa.
Tercera. Me llamo Sorge.
Es decir, la cura.
Cuarta. Me llamo Not.
Es decir, la necesidad apremiante, la miseria
mortal.
Tres declaran que las puertas del palacio de Fausto
está cerrada y que no pueden entrar, pero Cura replica que ella se desliza y
entra por el agujero de la llave, y desaparece, efectivamente. Sus tres
“hermanas” se alejan a la vez que sienten cómo
de lejos, de lejos,
Ahí viene la hermana, ahí viene…
…Tod.
Es decir, la muerte. El original dice “el hermano”
porque Tod, en alemán, es masculino; pero también Mangel lo
es y, sin embargo, Sorge se dirige a Mangel, Schild y Not diciéndoles:
“hermanas, vosotras no podéis ni debéis entrar”, y Goethe las designa, en a
acotación que las introduce, como “mujeres”.
Fausto, que
estaba asomado a un balcón del palacio, entra en éste diciéndose:
Cuatro vi venir, tres solo irse;
El sentido de sus palabras no logré comprenderlo.
Sonaron a algo así como si dijesen… Not,
Una lúgubre ruma siguió… Tod.
Y continúa el monólogo hasta que
La puerta chirría, y nadie entra.
¿Hay alguien ahí?
Cura. ¡La pregunta
pide un sí!
Fausto: Y tú ¿quién eres tú?
Cura. Ahí estoy al
instante
Fausto. ¡Aléjate!
Cura. Estoy en mi
lugar.
Sigue un diálogo entre ambos que termina así:
Fausto. Mas tu poder, oh Cura, furtivamente grande,
No lo reconoceré
Cura. ¡Sepas por experiencia cuán veloz
De ti me aparto con una maldición!
¡los hombres están ciegos toda la vida,
Ahora, Fausto, ciega tú a su término!
Y sopla sobre Fausto, dejándolo ciego.
De sólo lo
anterior resulta patente que Goethe concede a la cura sobre el hombre un poder
que podría considerarse como un antecedente poético de la “exégesis
heideggeriana de la “cura” como esencia del hombre.
Goethe concede a la cura sobre el
hombre un poder que podría considerarse como un antecedente poético de la
“exégesis heideggeriana de la “cura” como esencia del hombre.
Pero el poder de la cura sobre el hombre, según
Goethe, está declarado mucho más explícitamente por la propia Cura en sus
réplicas a Fausto.
Si ningún oído me percibiese,
No dejarían de oírse mugidos en el corazón;
Bajo cambiante forma
Ejerzo terrible poder.
Por los caminos, sobre la onda,
Eternamente angustiosa compañía;
Siempre hallada, jamás buscada,
Tan halagada cuan maldecida.
A quien una vez poseo,
De nada le sirve al mundo entero:
Del fondo le asciende eterna sombra.
El Sol no sale ni se pone:
Aun teniendo perfectos los sentidos,
Le habitan las tinieblas en lo íntimo,
Y no sabe de todos los tesoros
Ponerse en posesión
Dicha y desdicha vuélvanse quimera,
Muere de hambre en la abundancia;
Sea el placer, sea el dolor,
Lo remite al día siguiente,
Sólo del porvenir está a la expectativa,
Y así jamás llega a un término.
¿Irá? ¿vendrá?
La resolución se le ha quitado;
En mitad del camino franqueado
Vacila, tanteando, a medios pasos.
Se pierde cada vez más a fondo,
Ve todas las cosas más torcidamente,
Oprimiéndose y oprimiendo a los demás enojosamente,
Tratando de respirar y ahogándose;
No ahogado y sin vida,
No desesperando, no entregado a una obra.
Tan incesante rodar,
Doloroso dejar, repugnante deber obrar,
Tan pronto emancipar como oprimir,
Un sueño a medias y un reconfortarse malamente,
Lo ata a su puesto
Y lo prepara para el Infierno.
En estas tres réplicas hay lugares que recuerdan
inmediatamente conceptos y doctrinas de El Ser y el Tiempo. “Eternamente
angustiosa compañía; siempre hallada, jamás buscada”: la angustia que revela la
“cura”, angustia siempre latente en la raíz del “ser ahí”, aun en los momentos
de la vida en apariencia menos angustiosos, pero pronta a hacerse sentir en el
instante más inesperado. “De la nada le sirve el mundo entero”: de nada le
sirve éste tampoco al “ser ahí” plenamente consciente de su esencia. “Aun
teniendo perfectos los sentidos, le habitan tinieblas en lo íntimo” y “ve todas
las cosas más torcidamente”: el “ser ahí” huye de la plena conciencia de su
esencia, absorbiéndose en el ocuparse con las cosas y el preocuparse por las
personas de la vida diaria. “Sea el placer, sea el dolor, lo remite al día
siguiente, sólo del porvenir está la expectativa, y así jamás llega a un
término”; la “cura” era en parte, en la parte fundamental según Heidegger, un
avanzar en la dirección del futuro, y uno de los modos que tiene el “ser ahí”
de absorberse en el ocuparse con las cosas y preocuparse por las personas de la
vida diaria consiste, justo, en una “avidez de novedades” que le arrastra de
una a otra incesantemente, sin término. “La resolución se le ha quitado”.
Heidegger llama “resolución” al modo de ser el “ser ahí” en que éste es
plenamente consciente de su esencia, y fundamental característica del
absorberse en el ocuparse con las cosas y preocuparse por las personas de la
vida diaria, es la “irresolución” en el sentida exactamente correspondiente a la
“resolución”. “Tratando de respirar y ahogándose; no ahogado y sin vida… Tan
incesante rodar… lo prepara para el Infierno”: el modo de ser cuya esencia es
la “cura” consiste en definitiva en ser mortal, en vivir llevando en las
entrañas la muerte, en vivir pudiendo morir o viviendo poder morir,
“preparado”, pues, para la muerte. Y recuérdese que las tres hermanas que
aparecen con Cura se alejan al acercarse la quinta hermana, Muerte.
Sutilizando, se encontraría aún otras correspondencias. Cuando las tres
hermanas dicen que la puerta está cerrada y no pueden entrar, Deuda-Culpa
añade: “yo me vuelvo nada”; y El Ser y el Tiempo enseña que en
la raíz del “ser ahí” hay una deuda o culpa ontológica, consistente en que el
“ser ahí” es, radicalmente, justo una nada. Muy poco después dice Carencia o
Deficiencia: “¡Vosotras, viejas hermanas, alejaos de aquí!”, y Deuda-Culpa y
Miseria, cuyo nombre alemán rima con el de Muerte, como en El Ser y el
Tiempo consiste en la deficiencia de ser radicalmente una nada la
deuda-culpa, y esta deficitaria y “nihilitaria” deuda-culpa y la muerte vienen
a ser una misma cosa. A la pregunta de Fausto: “Y tú ¿quién eres tú?, la
respuesta de Cura era: “ahí estoy al instante”; ahora bien, las palabras
traducidas por “ahí estoy” pueden traducirse igualmente bien por “ahí soy”, de
suerte que Cura se identifica con las palabras que la identificarían
literalmente con el “ser ahí”, como resulta muy justo que se identifiquen la
esencia de un ente y este ente. Y aun se encontraría alguna correspondencia
más. Es cierto que también se encuentran detalles que hacen que las
correspondencias no resulten absolutamente ajustadas; pero quizá cupiera
explicar la falta de un ajuste absoluto por la importante diferencia que
representa el doble hecho de que la versión goethiana de la cura es una versión
poética y la heideggeriana una versión filosófica, o para decirlo en términos
de Heidegger, éste habría dado a la versión “preontológica” de Goethe una
plenitud “ontológica”.
Sin
embargo, no cabría sacar la desaforada conclusión de que Heidegger habría por
su parte sacado su filosofía de la escena del Fausto. Y no
simplemente porque las mentadas correspondencias no serían prueba bastante para
sacar tal conclusión, son porque hay buenas razones para pensar que la
genealogía de El ser y el Tiempo sería otra y muy distinta, y,
sobre todo, porque una escena como la del Fausto sólo tendría el
sentido que acabamos de desentrañar en ella para quien previamente poseyese una
filosofía como la de Heidegger, es decir, para éste mismo ya en posesión de
su filosofía o para los conocedores de ésta…
Más
fundada pudiera ser a priori una conclusión más modesta, como
la de que la escena del Fausto, reforzando, por decirlo así, la
fábula de Higinio, revelada ésta y señalada aquélla por el artículo de Burdach
a la atención de Heidegger, hubiera sugerido a Heidegger reflexiones, conceptos
y términos que le hubiesen hecho completar o simplemente modificar su filosofía
y terminología. Heidegger mismo declara en otra nota de El Ser y el
Tiempo lo siguiente: “La dirección de la mirada hacia la ‘cura’,
seguida por la presente Analítica… del ser ahí, brotó para el autor dentro del
orden de cosas del intento de una exégesis de la Antropología
agustiniana.” Esta declaración trae al punto a la mente la frase famosa:
“Inquietum est cor meum, donec requiescat in Te”. Podría ser que
Heidegger se hubiese hecho una filosofía de la “inquietud” humana, hasta que la
fábula de Higinio y la escena del Fausto le sugirieran
convertirla en una filosofía de la “cura”. Pero ni siquiera para sacar una
conclusión como ésta tengo a mi disposición fundamentos suficientes, ni
probablemente los tiene a la suya nadie fuera del propio Heidegger, a quien
quizá no le interese sacarla. Por eso me limité a decir antes: más fundada
“pudiera ser a priori” una conclusión más modesta: porque a
posteriori de los fundamentos suficientes para sacarla, no resulta más
fundada la más modesta que aquella otra desaforada.
¿Quiere
decirse que la anterior es toda la respuesta que cabe dar a la pregunta acerca
de las relaciones precisas entre la refundición de la fábula de Higinio en
el Fausto y la “cura” de El Ser y el Tiempo? —En
modo alguno. La respuesta que no parece poderse dar, al menos con fundamentos
suficientes, es la respuesta a la pregunta entendida como pregunta por la
posible “influencia” de la escena del Fausto sobre El
Ser y el Tiempo; pero, en cambio, puede darse una respuesta, mucho más
amplia e importante que incluso aquella conclusión desaforada, a la pregunta
entendida como pregunta por las correspondencias que puedan encontrarse, no
sólo entre la escena examinada, sino entre el Fausto entero e
incluso todo Goethe, de un lado, y El Ser y el Tiempo entero,
y todo Heidegger, de otro lado; pues algunas correspondencias no son
simplemente posibles, sino reales, como hemos comprobado, y otras serían
posibles, aun cuando no hubiese habido “influencia” alguna del Fausto ni
de Goethe sobre El Ser y el Tiempo, por la influencia, si así se la
quiere seguir llamando, de alguna otra cosa sobre Goethe y su Fausto y
Heidegger y su El Ser y el Tiempo, en común.
Para dar semejante respuesta es menester empezar por precisar la
significación de la escena dentro de la economía poética —perdón por haber
juntado estas dos palabras — del Fausto.
Es
una economía un tanto laxa. La discontinuidad entre la “segunda parte de la
tragedia” y la primera, superior quizá a todas las continuidades entre ambas
partes, parece suficientemente admitida para no dedicarle parte alguna del poco
tiempo disponible. Atengámonos, pues, exclusivamente a la segunda parte.
Después de los tres primeros actos, que, en el tercero, culminan con la breve
vida de Euforión, nacido de las ocultas nupcias de Helena y Fausto,
contrafigura de Byron y símbolo de la genealogía de la poesía moderna, y que
terminan en la muerte del saltarino joven y la descomposición e Helena en un
cuerpo que desciende tras del hijo al reino de Perséfone y una veste y un velo
que le quedan a Fausto en los brazos y pronto se convierten en nubes que rodean
a Fausto, lo elevan hacia lo alto y desaparecen con él, no sé si símbolo del
malogro simplemente de Byron o de la poesía moderna; después de todo esto, se
vuelve a ver a Fausto en los dos últimos actos, metido en nuevas aventuras, que
no tienen con las de los tres primeros actos otras relaciones que la
superficial de la reaparición en el cuarto de personajes del primero, y la
única profunda de la continuidad del espíritu fáustico y mefistofélico a lo
largo de los cinco actos, doble espíritu que, por lo demás, se condensa y
precipita acabadamente desde el final del tercer acto hasta el del quinto y de
la segunda parte. Tampoco tienen otras relaciones que la reaparición de Fausto
y Mefistófeles y la continuidad del doble espíritu de éstos las aventuras de
los actos cuarto y quinto entre sí. Por todas estas razones cabe reducir el
precisar la significación de la escena dentro de la economía poética del Fausto, a
su significación dentro de la economía poética del quinto acto y de la
continuidad del espíritu fáustico-mefistofélico desde el final del tercer acto
hasta el de la obra.
Tras el descenso de Euforión y de Helena a las regiones infernales, la
vieja Forcias, que es el daemonium ex machina de todo tercer
acto —ustedes comprenden por qué he alterado la consagrada expresión deus
ex machina, pero si no, lo comprenderán en seguida —, la vieja Forcias
excita a Fausto a retener firmemente lo que ha quedad en su poder y a servirse
de ello.
¡Sírvete del alto,
Inapreciable favor y elévate a lo excelso!
Te transporta por encima de todo lo vulgar, raudo,
En el éter, tan largamente como puedas durar.
Y el acto termina con un sucesivo canto de cuatro
partes del coro, que es un canto compuesto de cuatro variaciones sobre el tema
que modula el verso final de esta manera:
¡Pues para guardar nuevo mosto, se vacía raudo el
viejo odre!
Es decir, el acto no termina, en todo rigor, con
este verso, sino con esta acotación: “Cae el telón. Forcias, en el proscenio,
se levanta gigantesca, desciende de los coturnos, se quita la máscara y el velo
y se muestra como Mefistófeles…”
Excitado por
Forcias, eso es, por Mefistófeles; transportado por la veste y el velo de
Helena; rehecho, pues, tras la “defección” de Euforión y de Helena, en el
sentido del canto de las cuatro partes del coro, parte Fausto a las nuevas
aventuras de los dos últimos actos. Saltemos la bélica del cuarto, hasta la
definitiva del quinto.
Fausto reaparece
empeñado en gigantescas obras, de las que dan breve y perfecta ideas estos
versos puestos en su boca en la escena siguiente a la Cura:
Abro espacios a muchos millones,
No seguros, sin duda, mas de habitar activa y
libremente.
Verde la campiña, fecunda; hombre y ganado
En seguida a gusto sobre la novísima tierra…
Aquí dentro un país paradisíaco,
Ahí fuera rabia el mar hasta el borde,
Y cuando trata, violento, de abrir brechas,
Un tropel de gentes corre a cerrarlas.
Con tales obras trata Fausto de dar satisfacción a
su “espíritu”. Mas la antigua pareja de los viejecitos Filemón y Baucis posee
un trocito de tierra con una cabaña, un jardincillo y una capilla que ponen a
Fausto un límite tan insoportable para su espíritu como infranqueable para su
poderío, pues que los viejecitos se obstinan en no cederlos. Por aplacar a
Fausto, Mefistófeles y tres “poderosos”, y “violentos”, “compañeros” acaban, en
la noche y por medio del fuego, con los obstinados y todo lo suyo. Pero Cuando
Mefistófeles y sus tres compañeros dan cuenta de su fechoría a Fausto, éste se
indigna:
Trueque quería, no quería rapiña.
¡El desatinado, el fiero golpe
Maldigo!
Y es al quedarse solo, viendo el fuego por el
balcón y lamentando
¡Ordenado pronto, demasiado pronto hecho!
cuando ve acercarse como sobras a las cuatro
mujeres. Estas son, pues, los fantasmas denunciadores de su falta y de su culpa
y anunciadores de la necesidad de su muerte, para la cual le deja preparado la
Cura que le deja ciego. En efecto, mientras que, ciego, pero
inquebrantablemente emprendedor, cree estar oyendo los ruidos de la excavación
de un foso, lo que en realidad está oyendo son los golpes con los que los
Lémures dirigidos por Mefistófeles cavan la fosa en que lo hunden y muere. ¿Han
triunfado de él Cura y la muerte?… Ni la una ni la otra.
No ha triunfado
Cura, porque cuando lo deja ciego a Fausto, éste se apresura a replicar;
La noche parece penetrar aquí más y más hondo,
Mas en lo interno luce clara luz;
Lo que he concebido, corro a llevarlo a cabo…
¡Fuera del campamento, siervos!…
¡Coged las herramientas…!
Lo planeado tiene que en breve lograrse.
A su riguroso orden y rauda diligencia
Sigue el más bello de todos los premios;
Para que se cumpla la mayor de las obras
Basta un espíritu a mil manos.
Y de la muerte y de Mefistófeles, que quiere cobra
el alma que le fué vendida en contrato escrito con sangre, triunfa Fausto al
ser rescatado por los ángeles que vencen a los demonios convocados por
Mefistófeles, con las rosas suministradas por las penitentes entre las que
figura Margarita, y que lo entregan a los niños del Limbo, quienes a su vez lo
transportan hasta el coro de las penitentes que rodean a la Mater
gloriosa. Porque, como ésta dice a Margarita:
¡Ven! ¡álzate a más altas esferas!
Si él te adivina, nos seguirá.
Y como dice el Coro místico, poniendo fin a la
tragedia:
Todo lo perecedero
Es sólo un símbolo;
Lo insuficiente,
Aquí se vuelve cabal;
Lo indescriptible,
Aquí es un hecho.
Lo eterno de la mujer
Nos arrastra hacia la altura.
Es el triunfo del espíritu fantástico:
¡Pues para guardar nuevo mosto, se vacía, raudo, el
viejo odre!
del final del tercer acto. El espíritu de estos
otros versos de los actos cuarto y quinto:
Fausto: ¡Señorío gano, riqueza!
La obra es todo, nada la gloria.
Fausto: Esta es la sabiduría la última conclusión:
Sólo aquel merece así la libertad como la vida
Que día a día tiene que conquistarlas
Ángeles: A quien siempre afanosamente se esfuerza,
A ése podemos salvarlo.
Quienes esto dicen son los ángeles que transportan
“lo inmortal de Fausto” rescatado, explicando así el rescate. Y habiendo Goethe
subrayado estos dos versos, indicó que encerraban la clave de su obra: es
el afanoso esfuerzo sostenido lo inmortal del hombre.
Pero ¿y el
espíritu mefistofélico? —Ah… Hay todo a lo largo de la segunda parte de la
tragedia una serie de palabritas subrayadas que llegan a intrigar al lector,
que no descubre al pronto la razón de que estén subrayadas. Son la gran mayoría
formas del artículo “un”. Llega un momento en que el lector cree comprender: lo
subrayado es la unidad de la Naturaleza. Pero después llega
otro momento en que la unidad subrayada parece más bien la de Fausto o de su
espíritu. Y aun otro en que la unidad parece ser la de Forcias, cuando ésta
dice:
…sólo a mí, la una, llamaron a sosegado
servicio
Mas después de haberse Forcias desenmascarado como
Mefistófeles y de otros lugares, de que va resultando en forma cada vez más
concluyente, acaba el lector por pensar que ha comprendido definitivamente: la
unidad subrayada es la de la Naturaleza y la del espíritu
fáustico y la del espíritu mefistofélico o del Demonio
cósmico; es la unidad de la Weltanshauung “pandemoníaca” para
la que la Naturaleza está animada, como el hombre, por el Demonio del afanoso
esfuerzo sostenido, inmortal…
Su vida toda decantó
esta Weltanschauungen Goethe, quien la condensa en esta segunda
parte, concluida la cual escribe en su diario el 22 de julio de 1831, cuando le
falta poco más de un mes para cumplir ochenta y dos años y poco más de un medio
año para morir: “El gran negocio, llevado a término” Ni faltan, naturalmente,
en su obra antecedentes documentales, desde los simbólicos de sus obras
literarias hasta los expresos en sentido propio de sus obras científicas. Pero
de entre los que pudieran aducirse voy a limitarme a aducir uno solo, quizá
menos presente a la mente de la mayoría, en todo caso de tema muy pertinente
aquí, y tan breve como para hacer posible la cita completa. Es esta pequeña
muestra del tema de la cura como tema, esta poesía:
Cura
¡No retornes en este círculo,
De nuevo y siempre de nuevo!
¡Deja, oh, déjame mi modo,
propicia, oh, propíciame mi dicha!
¿Debo huir? ¿Debo asirla?
Bueno, haber dudado es bastante.
¡Si no quieres dejarme ser dichoso,
Cura, hazme, pues, prudente!
Y ahora, ¿qué relaciones se descubren entre la
Weltanschauung goethiana y la filosofía heideggeriana?
En Heidegger, recordémoslo, la “cura”
es el hallarse avanzando en la dirección del futuro al ocuparse con las
cosas u preocuparse por las personas,
En Heidegger, recordémoslo, la “cura” es el hallarse
avanzando en la dirección del futuro al ocuparse con las cosas u preocuparse
por las personas, o como cabe decir ahora, en términos más heideggerianos,
el hallarse avanzando en la dirección del futuro al “curarse de” cosas
y “procurar por” personas que constituye el ser del “ser
ahí” — desde su principio, el nacimiento, hasta su fin, la muerte: ello, en
un sentido estrictamente “ontológico”, a diferencia de todos los sentidos
simplemente “ónticos” que la palabra “cura” tenga en el lenguaje corriente y en
los cuales sólo significaría formas del “curarse de” cosas y “procurar por”
personas que se pueden ejercitar o no, según los casos. Ahora bien, el avanzar
en la dirección del futuro equivale a un poder ser lo
que aún no se es, y el fin del “ser ahí”, la muerte, no es “ontológicamente” lo
que es “ónticamente”: “ónticamente, es el hecho de dejar de
vivir en un momento determinado: “ontológicamente”, es el poder, en
todo momento, dejar de ser en un momento indeterminado. Mas de todo lo que el
“ser ahí” puede ser, lo que condiciona todo lo demás es
el poder dejar de ser: porque puede no ser,
es por lo que el “ser ahí” puede ser todo lo demás que puede
ser, y no lo es, pura y simplemente. La “cura” y la muerte, ambas
en sentido heideggeriano, vienen a ser, pues, la misma cosa esencialmente.
Pero Heidegger no hace el análisis del “ser ahí sino como preparación y
fundamento para responder a la pregunta “¿qué es ser?”. Por
desgracia, su respuesta a esta pregunta se encuentra, según el plan de El
Ser y el Tiempo, en la mitad no publicada, de manera que sólo cabe
conjeturar, sobre la base de la mitad publicada, que su respuesta sería
ésta: ser es poder no ser. Algunas
referencias históricas darán idea de todo el alcance de semejante respuesta.
Parménides
dedujo, del contrasentido de que existiese o fuese el no
ser o no existiese o no fuese el ser, y
de la correlativa necesidad de que únicamente exista o sea el ser,
que el mundo, entero únicamente es. De la identificación
del ser con el poder no ser habría que
deducir que el mundo entero puede no ser.
Para evitar a la
vez el contrasentido de que el no ser sea o el ser no sea y la consecuencia de
que el mundo entero, únicamente es, contraria al “fenómeno” del movimiento, que
implica el no ser —y la filosofía tenía en tiempos de Parménides y Aristóteles
y debe seguir teniendo la misión de “salvar las apariencias” — Aristóteles
arbitró el concepto de ser en potencia que no es un acto, sin ser
el absoluto no ser, y el correlativo concepto del ser en acto, o lo que es lo
mismo, el concepto de lo que puede ser lo que aún no es,
lo que aún no es en acto, o de lo que puede ser o no ser, y
que la posibilidad implica esta dualidad, pues si sólo se
implicase el ser o el no ser, lo implicado sería necesario como
el ser en Parménides. El concepto aristotélico es, pues, el bien antiguo
antecedente del concepto heideggeriano fundamental. Sabido es cuánto ha
estudiado a Aristóteles y aprendido de él Heidegger. Pero Aristóteles arbitró
el concepto de poder ser o no ser, precisamente para salvar el
poder ser. Heidegger, en cambio, filosofa sobre el poder
ser o no ser para subrayar más bien el poder no ser.
Descartes
reactualizó la idea de la creatio continua, Heidegger actualizaría
más bien la idea de la continua annihilatio. Spinoza identificó el
ser con el conato de perseverar en él. Heidegger lo identificaría
más bien con el conato de no perseverar en él.
Hegel identificó el ser
y el no ser, pero tomados en su mayor abstracción, tan universal como vacía.
Heidegger identificaría el ser concretísimo de cada ente, concretísimo
con cada ente, con el poder no ser y quizás incluso con el ir dejando
de ser: ser, un ente, sería ir no siendo.
Lo tradicional
es entender que la gran cuestión es la del origen del mundo, sobreentendido
que, una vez originado, lo natural es que siga existiendo. Lo heideggeriano
sería sobreentender que la gran cuestión es la del fin del mundo, entendiendo
que, a pesar de existir, lo que debe llamar la atención es que puede finar.
Tradicionalmente, Dios
es el creador y el Demonio el antagonista de Dios y por tanto, en rigor, el
aniquilador. La Weltanschauung heideggeriana sería una Weltanschauung “pandemónica”
en el sentido de un “pandemonio” como “omnianiquilador”.
Toda esta gigantomáquica
oposición a la tradición de Occidente desde Parménides, hasta la radical
originalidad y grandeza “demoníaca” de la filosofía de Heidegger.
En Goethe,
aparece evidente que la cura, la muerte y la relación entre las dos no pasan de
tener un alcance “óntico”; y que sobre la muerte triunfa el ser entendido como
pandemonismo creador: Mefistófeles infunde su espíritu a Fausto y a Margarita,
a la que la tentación hace caer; pero el espíritu infundido a Fausto y a
Margarita hace que Fausto, por medio de las rosas suministradas entre otras por
Margarita, se salve, esto es, llegue a Dios. Goethe deja a Mefistófeles en el
infierno y no dice que el Demonio y Dios se identifiquen, pero la
identificación del principio pandemoníaco del mundo con el principio panteísta
del mundo parece simbolizado por el desarrollo de la tragedia con
crecienteinequivocidad — y Goethe es un poeta y no un filósofo en “cura” de la
coherencia sistemática cabal.
Pero a pesar de tan
importantes diferencias entre Goethe y Heidegger, hay entre ambos una
coincidencia más importante aún.
Si hay algo tan
radical como peculiar del hombre occidental moderno y su idea y sentimiento del
mundo y de la vida, a diferencia quizá de todos los demás hombres y sus ideas y
sentimientos del mundo y de la vida, es la doble idea y sentimiento de que no
hay más que un mundo y una vida, éstos, naturalmente, y de que su ser mismo o
el ser en general es actividad, “actualidad”, “acto” que in-siste
re-iterándose.
—Pero se replicará, ya para Aristóteles “lo ente en
cuanto ente” es, en último y supremo término, “acto”, y “acto” puro, el “acto”
divino.
—Sin duda, cabe contrarreplicar, pero quizá con
ciertas importantes diferencias.
La filosofía griega culmina en Aristóteles porque
los conceptos de “potencia” y “acto” son la más perfecta solución griega al
problema del “movimiento” en que la filosofía griega se había enredado desde
sus orígenes, como oriunda, con suma probabilidad, del sentimiento de la
instabilidad de las cosas y el afán de escapar a esta instabilidad. Para
Aristóteles, pues, el movimiento entero del mundo es efecto teleológico del
“acto” divino, pero este “acto” es “inmóvil” y, en cuanto tal, “trascendente”
al móvil mundo entero. Es cierto que Aristóteles escriba la soberbia frase “el
acto del pensamiento es vida y el dios es este acto”, pero no parece menos
cierto que la interpretación “auténtica” obliga a considerar la intelectual
vida divina como una paradójica vida estática. De suerte que, en definitiva, la
filosofía de Aristóteles culmina en un ente estática que constituye el término
hacia el cual se mueven el mundo en general, a través del amor de las
Inteligencias de las esferas celestes a la perfección de dicho ente, y el
filósofo en especial, por medio del amor al saber teórico y teológico del mismo
ente. Ambos amores, el de las Inteligencias y el del filósofo, son translúcidos
símbolos del afán del hombre, arrastrado y fatigado del movimiento de las
cosas, por reposar finalmente.
Mas he aquí que el
hombre occidental moderno irrumpe sobre el haz de la historia como el primer
hombre que se encuentra en su elemento en el movimiento en cuanto tal, y por
ende como el primer hombre infatigable por mucho que se mueva o que lo muevan.
Las consecuencias son tremendas. Tal hombre sentirá e ideará el ser mismo
como movimiento no necesitado de fin, aunque pueda tenerlo.
Y tal hombre sentirá e ideará como innecesario, aun cuando posible,
todo ente, todo mundo, toda vida trascendentes a esta vida y
a este mundo del movimiento. Tal hombre sentirá e ideará si
hay otra vida y otro mundo, no serán otros en el radical sentido tradicional,
en que se oponen a esta vida y este mundo del movimiento caducable como otra
vida y otro mundo de reposo imperecedero; sino tan sólo como una segunda vida
en un segundo mundo que, si a pesar de ser segundos, son “vida” y mundo de una
“vida”, no pueden ser esencialmente sino lo que ya esta primera vida y su mundo
serían por esencia; movimiento. El hombre occidental moderno sería el primer
hombre que siente e idea no necesitar de un Dios trascendente
— al movimiento, esencia de esta vida y de este mundo, porque ya no experimenta
la necesidad de reposar, porque se cree infatigable aunque
tras las fatigas de esta vida le aguarden las de otra. Y eso es, en fin,
demoníaco, porque es sentirse e idearse “demonio” capaz de aceptar la
condenación al movimiento y despedir a Dios con un “gracias, pero ya no me
interesa el reposo que me ofrecéis — ni por tanto vos mismo”.
Ahora bien, quizá la
originalidad peculiar de los alemanes, dentro de la originalidad común a los
occidentales modernos, esté en el genio de dar a las ideas y los sentimientos
ideados y sentidos por otros occidentales modernos anteriores la expresión
extrema, incluso extremada, a veces exasperada; en todo caso, definitiva ¿Quién
se negará, ahora, a reconocer expresiones semejantes de la Welt y Lebensanschauung dinámica
e “inmanentista” del hombre occidental moderno en el espíritu fáustico y
mefistofélico, en la “cura” heideggeriana?…
Las diferencias
y la coincidencia entre Goethe y Heidegger se reducirían, en cifra de la máxima
concisión, a esto: Goethe “apostaría” “ónticamente” a favor de que se seguirá
siendo, Heidegger “apostaría” “ónticamente” más bien a favor de que se
dejará de ser, sobre la común base de que “ontológicamente” ser es poder dejar
de ser.
Si
Heidegger no “apostase” “ónticamente” a favor de que se dejará de ser; si se
limitase a enseñar como nadie antes de él, y en este sentido a haber
descubierto, que “ontológicamente” ser es poder dejar de ser,
habría aún que reponer: el poder deja de ser, como puro “poder”, no puede sin
contrasentido significar la necesidad de dejar de ser; sobre
la base, pues de la ontológica posibilidad de dejar de ser, no
es menos “razonable” y es más “cordial” y más “moderna”, más “fáustica” y más
“efistofélica” que la heideggeriana abstención de toda “apuesta” “óntica” o
“apuesta” a favor del dejar de ser, la “apuesta” goethiana a favor del seguir
siendo. El
A quien siempre afanosamente se esfuerza,
A ése podemos salvarlo
entendido como únicamente parece fundado entenderlo
en una interpretación “auténtica”, a saber, como “apuesta” a favor del seguir
siendo en vida o vidas en un mundo o mundos de afán y esfuerzo
como esta vida y este mundo, es la única moderna actitud
“óntica” ante la “ontología” heideggeriana. Que le den otra vida como
ésta aunque sea otra vida de pesares y esfuerzos por superarlos, es la
única recompensa que estimará tal aquel que ame verdaderamente esta vida,
a pesar de los pesares, por el gozo de la esforzada superación. Goethe contra
Heidegger, porque únicamente es posible lanzar contra algo a alguien algo o a
alguien que tenga con aquello o aquel contra que o quien se lance un espacio
común que haga posible el lanzamiento mismo.
¡Goethe contra
Heidegger!… ¿No acaba de sonar este grito como un eco aún intimidante de aquel
otro grito plenamente estremecedor: “¡Dionysos contra el Crucificado!”?…
De Kant, qué de
Kant, de Leibniz, quizá de Boehme y hasta de Nicolás de Cusa y las “leyendas”
heroicas de los germanos, pasando por Kant, por Fichte, por Schelling, por
Hegel, por Goethe, por Wagner, por Nietzsche, hasta Heidegger, el gran mensaje
de Germania viene secularmente siendo: la “fulguración de “mónadas” hechas de
una sustancia puramente dinámica e ingenerable por composición e incorruptible
por descomposición; el progreso indefinido de la ciencia y el progreso
indefinido de la virtud humana hacia la santidad divina en una teleológica
síntesis asintótica; el Yo como “acto” que se pone a sí mismo y
pone el no-Yo; el Todo contra el Espíritu que se enajena o enloquece en
Naturaleza para ir recobrado la razón, es decir, para ir recobrándose a sí
mismo, como Espíritu subjetivo, objetivo y absoluto, hasta “realizarse”
“concretamente” en Idea — aunque en Hegel mismo un poco prematuramente; el
hombre y el mundo como Fausto y Mefistófeles; Sigfrido antes que Parsifal, pero
después de Parsifal Nietzsche ; el hombre como “en trance” de Superhombre; el
ser como posibilidad de dejar de ser que, en cuanto pura “posibilidad”, parece
indefinida…
Aristóteles
concibió la “virtud” como un plural término medio entre una pluralidad de
parejas de extremos; pero la “virtud” así concebida es la “excelencia humana”,
lo que entraña una concepción del hombre perfecto como el equilibrado entre
extremos de desequilibrio y, más radicalmente, una concepción del hombre mismo
cómo todo lo suyo, todo lo humano está en indesarraigable inminencia de
extremosidades “inhumanas”, sean caídas demoníacas o exaltaciones divinas. El
mensaje de Germania no ha podido, naturalmente, escapar a esta condición
humana. Ha tenido exaltaciones, incluso divinas, pero también caídas,
incluso demoníacas. Algunas de las menos demoníacas, después de todo, las he
mencionado hace un momento: el prematuro realizarse concretamente el Espíritu
en Hegel; la caída de Sigfrido a Parsifal según Nietzsche. Sin duda, la caída
más demoníaca de Germania ha sido la que dio en nuestros días y la tiene
postrada aún — pero “apostemos” a favor de una Aufhebung de
Alemania en el sentido de la equilibradamente humana perfección de su secular y
gran mensaje.
Resein
Para establecer la estructura
del cuidado es necesario responder a la pregunta del ser, ¿Qué es el ser? La respuesta
de Heidegger es un como y es el como de su poder no ser, el como de su muerte,
como elegimos morir, esa potencialidad nos permite muchísimas transformaciones y
mundos más todos son mundos que mueren, en Goethe es el persistir del ser que
permite su salvación eterna, pero este persistir del ser es un renunciar al
descanso divino, el fausto está salvado por la penitencia de muchas entre ellas
Margarita pero esta salvado para seguir persistiendo en el ser, porque el mismo
ser es este persistir lleno de sufrimiento, carencia, culpa, miseria y por
ultimo muerte, fausto ha renunciado al descanso divino. En Aristóteles está el descanso en la contemplación del acto puro
que es la propia conciencia saboreándose a sí misma, pero ¿Qué saborea la
conciencia? Su propio ser que llegando al culmine de su potencialidad ¿Qué es? Amor así mismo más allá de toda temporalidad. El don del
descanso eterno.
←0←1←0←1←0←1←0←10←→ 10→0→1→1→0→1→0→1→0
Pero podemos introducir ese
don en el mundo, esa perfecta comunión donde el ser deje de persistir en cruzar
el no ser venciendo a la muerte una y otra vez y el no ser deje de vaciarse de ser para
no ser en toda su potencialidad.
Primero tendríamos que
establecer que el Don eterno es en esta comunión entre Padre e Hijo en el Espíritu
Santo y entonces volver al ser es volver a esta
comunión.
He aquí el resein que
identificamos con el campo ontológico espiritual, que podemos identificar con el logos discurriendo en
univoco, análogo, equivoco, formal, deconstructivo, algorítmico,
redeconstructivo, logrando aquí la síntesis transferencial, es decir que el
logos puede dar cuenta de esta síntesis en comunión del silencio místico con la
desconstrucción total.
https://www.facebook.com/jojo.kim.96558/videos/1406147350198038
Logos univoco
Logos análogo
Logos equivoco
Logos formal
Logos deconstructivo equivoco
Logos deconstructivo análogo
Logos deconstructivo
univoco
Logos univoco
redeconstructivo
Logos análogo
redeconstructivo
Logos equivoco redeconstructivo
Logos formal redeconstructivo
Logos redeconstructivo
equivoco
Logos redeconstructivo
análogo
Logos redeconstructivo
univoco
Amor-Capital
Amor erótico
↓
←
→
↑
Amor platónico
Amor filial →←
↑
Amor ágape ←→
↓
↓
Anti amor →←
↑
Desamor 0 0 0
↑ ↑
Amor integro ← ← →
↓ ↓
↑ ↑
Amor infernal ← → →
↓ ↓
↑ ↑
Amor Santo ←
←→ →
↓ ↓
El amor es la misma
transferencia que termina entrelazándonos ese entrelazamiento es el biotejido
espiritual, lo que se transfiere es el capital es decir lo más importante y
esto es el ser, aquello que no se puede cosificar, pero que el dinero intenta
cosificar, ocasionando la contra transferencia del capital:
D1→M0←D´1 dinero mercado capital
D1→M0← D´1 → M0→D1←M´0
D1→M0← D´1 → M0→D1←M´0 → D1→M0← D´10 sujeto del
capital
D1→M0← D´1 → M0→D1←M´0 → D1→M0← D´10→← M´10→D1←M0← D´1→M0←
D1 ← M´0→D1←M0
M´10→D1←M0 ←D´1→M0← D1 ←
M´0→D1←M0 objeto del capital
D´1→M0←D1 ←M0→D1← M´0
M´0→D1←M0 Mercancía dinero
mercancía con valor de cambio
Si analizamos está contra transferencia se trata de la lucha
entra el capital variable y el capital constante.
D1 capital variable →←D1
Capital constante
Visto desde las mercancías es
la desintegración entre los medios de producción y la fuerza de trabajo
Medios de producción 0 0 fuerza de trabajo
Y entonces el ser del capital
no puede integrarse ocasionando crisis, porque su ser y no ser está en
contratransferencia, imposibilitando cualquier absoluto o integración.
El problema está en querer capitalizar el ser, que no es otra
cosa que capitalizar el amor, no podemos hacer del hombre una mercancía, el
hombre niega a su ser para ser y encuentra en el no ser su ser y entonces viene
la calma el reflejo se hace uno con el espejo, pero ni su no ser es mercancía
ni su ser es capital. ¿Qué es su no ser entonces? El espejo que refleja a Dios,
¿Que es el ser? Dios atravesando el espejo
y he aquí la gracia eterna el Espíritu fluye estando quieto en su contemplación.
Si el ser se hace medio para
volver a ser fin este proceso no puede ser capitalizado por lo mismo toda
propiedad privada es un atentado contra el fluir del espíritu, que no es otra
cosa que es ser dándose como don, que es la transferencia amorosa que llegada a su culmine, tanto transferencial
como retransferencialmente nos lleva a la sintransferencia a la síntesis transferencial
donde
el don se revla comono movimiento como descanso.
Es a ese descanso que la
reforma protestante se niega e invierte el espíritu en dinero que tendrá que
ganar separando los medios de producción de la fuerza de trabajo, privatizando
los primeros para explotar la fuerza de trabajo, esta será la base del flujo
del capital, que es el flujo de una
contra transferencia de un conflicto no resuelto que
llevara siempre a la crisis cuando la inversión en capital constante para
competir en el mercado, supere todos los límites y el capital variable quede
excluido haciendo caer toda tasa de ganancia.
La tendencia decreciente de la tasa de ganancia expresa la
tendencia al colapso del capitalismo por obra de sus propias fuerzas internas.
"El límite del capital es el capital mismo". Como tal, esta ley tiene
una incidencia decisiva para caracterizar las diferentes etapas históricas del
capitalismo.
Una vez ciado el capitalismo socializa sus
deudas y vuelve a empezar y es que la estructura ontológica no ha sido
cambiada, el dinero nace cuando el ser se desintegra, mientras yo este entre
comunes, entre hermanos puede perdonar deudas y no necesito del dinero, es
cuando viene el extraño al que hay que conquistar, dominar, es que yo le cobro
las deudas y necesito el dinero para contabilizar los intereses de la deuda,
así nadie puede amar al dinero y amar a Dios porque el dinero se basa en la
cosificación del otro, en su esclavitud, si lo viera como hermano, si lograra
amarlo el dinero simplemente no existiría.
Heidegger en su poder no ser,
en la potencialidad ontológica no
descube esta hermandad ontológica donde
no solo nuestra conciencia entra en acto, sino todo nuestro ser recuperándola comunidad
y en ella entrando al descanso, Goethe mucho menos que intenta persistir en el
ser, en ese pandemonio de actividad permanente donde el ser produce multiplicidad de
entidades sin poder descansar en ninguna. Si la potencialidad y el acto
pudieran encontrarse y reconocerse ¿Acaso no descansarían?
Las ropas del buzo yacen vacías
Estas sentado aquí con
nosotros pero también estas allá lejos
Caminando por un campo al amanecer
Tú mismo eres el animal que
perseguimos
Cuando vienes de caza con nosotros.
Estas en tu cuerpo como una
planta esta arraigada al suelo
Sin
embargo eres viento. Eres las ropas del buzo
Que yacen vacías en la playa.
Eres los peces.
En el océano hay muchas
playas brillantes
Y muchas playas oscuras, como
venas que se ven
Cuando se alza el vuelo.
Tu ser escondido es la sangre
que corre por ellas, esas venas
Como cuerdas de laud, que
producen los sonidos del océano.
No el toque triste de la
rompiente, sino el sonido cuando no hay
marina.
Voluntad chi
El libro I
Ching se compone de 64 hexagramas.
Un hexagrama es una figura compuesta por seis líneas
horizontales apiladas (爻 yáo), en la cual cada línea es o bien un Yang (una línea sólida o ininterrumpida),
o Yin (una línea interrumpida por un
espacio en su zona central). Las líneas del hexagrama tradicionalmente son
contadas de abajo arriba, por lo que la línea inferior es considerada la línea
1 mientras que la línea en la parte superior es la línea 6. Los hexagramas se
forman combinando uno de los ocho
trigramas en diferentes combinaciones. Cada hexagrama es
acompañado por una descripción, a menudo de carácter críptico, similar a
parábolas. Cada línea en cada hexagrama también posee una descripción similar.
Nosotros aumentamos la línea del anahata en el centro y así completamos el
campo ontológico. El yang para nosotros es transferencial y el yin es retransferencial.
El cielo
_____________________
_____________________
______________________
_________ ______________ ________________________ Encuentro de tierra y cielo
____________ __________
_____________ ___________
____________ ________
Tierra
Y así los 64 Hexagramas
Se multiplican en muchas más
posibilidades
Para nosotros el chi marca la
vibración radiante de la energía esta puede ser solida con una vibración y
radiación menor, yendo de liquida,
gaseosa, hasta plasmática que es donde se alcanza la mayor vibración y
radiación.
La clave técnica para pasar
el espejo y lograr la impresión ontológica en los otros es la vibración y radiación
de nuestro chi, se puede pensar que las transferencias ontológicas ocurren
inconscientemente, pero se puede tomar conciencia y lograr mayor efectividad en
la transferencia, nosotros trabajamos lo pre expresivo, lo meta expresivo, lo
expresivo, lo impresivo, lo aexpresivo hasta
lograr la transferencia capaz de alterar sistemas.
Con su camisa roja
¿Ha visto alguien al chico
que venía por aquí?
Alborotador de rostro
redondo
Pronto para bromear, lento
para la seriedad
Con su camisa roja
Con perfecta coordinación, astuto
De fuertes músculos
Siempre con cosas en los bolsillos:
Una flauta de caña.
Una selección de marfil
pulido
Y a punto para su talento
Vosotros lo conocéis
¿Sabéis si se cuenta algo de
él?
El faraón y todo el mundo
egipcio
Se derrumbaron por un José como el
Con mucho gusto pasaría años
teniendo noticias
De él, aunque fueran de
tercera y cuarta mano.
Libido-tipos
Función intuitiva Apóstol neurosis
Función intelectual Evangelizador neurosis
Función racional Profeta neurosis
Función creativa Sacerdote pastor, Matria, Rey
Esquizofrenia
Función entendimiento Profeta
histeria
Función perceptiva Guerrero histeria
Función sensible Chaman histeria
Ya hemos escrito sobre los
arquetipos y tipos psicológicos sus contra transferencias neuróticas en el real
simbólico, histéricas en el real imaginario, sus complejos que son contratransferencias
entre lo real imaginario y lo real simbólico, su muerte espiritual, psíquica , lingüística,
afectiva, vibracional, sexual y física pero de lo que se trata es de revelar el
ser y que el arquetipo del Rey y la Matria
logren la síntesis transferencial, ahí en esa comunión de amor nuestra alma
descansa.
Mi peor habito
Mi peor hábito es que me
cansa tanto el invierno
Que me convierto en una tortura
para los que me acompañan.
Cuando no estás aquí, nada
crece.
Me falta claridad, se me
embrollan y atascan las palabras
¿Cómo se limpia el agua
sucia? Volviéndola a arrojar al rio
¿Cómo se curan los malos
hábitos? Devolviéndome a ti.
Cuando el agua se quede
atrapada en sus habituales torbellinos
Cava en el fondo una salida
que llegue
Hasta el océano.
Existe una medicina
secreta
Solo utilizada con los que
sufren tanto
Que ya no tienen esperanzas.
Los esperanzados se sentirían
desairados si la conocieran
Contempla todo el tiempo que
puedas al amigo que amas
Tanto si ese amigo se está alejando de ti
O está regresando a ti.
Energía
Energía en acto
Energía intelectual
Energía verbal
Energía termodinámica
Energía radial
Energía kinestésica
Energía potencial
No permitas que se te agarrote de miedo la garganta
Aspira sorbos de aliento
Todo el día, toda la noche
Antes de que la muerte te cierre la boca
Unidad Absoluta
Apocalipsis
Sintesis logos
Sincausualidad
Sincronicidad
Sintransferencia
Sintergia
Disolvente de azúcar
Disuélveme si este es el momento
Hazlo con delicadeza. Con el toque de una mano o
Con una mirada.
Cada madrugada espero el amanecer
Porque es cuando sucedió anteriormente
O hazlo de repente como una ejecución
¿Cómo si no me puedo preparar para la muerte?
Tú respiras como una chipa sin cuerpo
Te lamentas y comienzo a sentirme más ligero
Me apartas con tu brazo
Pero al separarme así me atrae aún más.
No es el cuidado la estructura de mi ser yo vuelvo hacia dentro mío y me
aniquilo en su amor, el me exhala llenándolo todo, una vez contemplo el proceso,
me quedo tranquilo mientras Dios me está inspirando entonces muero al no morir, porque en su
aliento me devuelve al mundo en el que no puedo de dejar de sentirme extraño, ajeno
y es que lo se mi casa está en su corazón
abierto, pacifico, descansado, por eso abrazo para compartir ese corazón.
Pálida luz solar
Que empalidece la pared.
Se parta el amor
Cambia la luz
Necesito más gracia
De lo que pensaba.
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