Desanudando el quipu ←Quipu Chaupi ←Koshi kene
Espíritu integrado
Séptimo cuerno
Biodramaturgia VII
Para poder hacer brotar el séptimo cuerno del cordero fue
necesario ir a lima y me encontré con el Kené y con el koshi kené desanude el Quipu chaupi que es lo último que
quiso hacer Eielson y que no logro tuvo que haber conocido a la cultura amazónica
para poder hacerlo, siendo mi mujer de la selva yo pude desanudar los quipus y
hacer brotar un rio de estrellas
El Kené es la manifestación artística más elaborada del
pueblo shipibo-konibo y, probablemente, de toda la amazonía peruana; por la
variedad y complejidad de sus diseños, la delicadeza y trabajo de sus acabados,
la profundidad de sus significados. El Kené es misterio profundo (shini), mapa
del cielo, camino de los ríos, piel de las serpientes, nervaduras de las
plantas, visiones producidas por la medicina. A pesar que hombres y mujeres
shipibos pueden ver Kené, tradicionalmente han sido ellas quienes, desde
tiempos inmemorables, han trazado estos diseños para sus vestuarios, sus
cerámicas, su vida diaria. A medida que el contacto urbano se fue
incrementando, este arte nativo hecho por mujeres fue inundando los mercados
artesanales convirtiéndose así en un medio importante de supervivencia
económica y resistencia cultural. En los últimos años muchas de estas
creaciones han comenzado a ser valoradas artísticamente y exhibidas en museos y
galerías. Koshi Kené (El poder del Kené) es una instalación de arte
contemporáneo shipibo-konibo trabajada colectivamente junto a Olinda Silvano,
las mujeres muralistas de Soi Noma y el artista Harry Chávez. Koshi es la
energía o fuerza positiva que emerge del cosmos a través de las plantas rao o
medicinales, las visiones provocadas por estas plantas, ya sea la ayahuasca o
el piri piri, se materializan en los diseños Kené que no son solo estéticos
sino también rituales y terapéuticos. Nuestra idea es recuperar y transmitir
esa ritualidad sanadora creando un tránsito-trance en el espacio provocado por
los caminos de un laberinto en forma de Ronin (serpiente) kené, para generar
una mareación similar a la que sucede cuando se consumen plantas medicinales o
cuando se navega por los ríos. Desde que llegó a la ciudad y se convirtió en
mural el Kené empezó a dialogar con lo contemporáneo, pero sin perder su
esencia de identidad, de colectividad, de comunidad. Olinda Silvano como
dirigente y activista ha empoderado a muchas mujeres shipibas en su trabajo y
en la acción muralista, porque para ella el Kené es un arte de colaboración y
participación, un ecosistema donde debe primar el bien común y el buen vivir.
Hacer kené de esta manera es también una práctica política, una resistencia que
busca embellecer y trasformar la vida de quien penetra en sus geometrías y
visiones. Los invitamos a viajar dentro este laberinto porque el Kené es diseño,
pero también es poder, es medicina, magia, ecología y memoria de un futuro más
hermoso y justo al cual deberíamos volver si es que verdaderamente queremos
renacer.
Hoy, la noción de chamán ha sido
codificada desde el arco de los pueblos que conservan la memoria y las
tradiciones de las culturas ancestrales. Por ello, para las ciencias sociales,
el chamán es
el personaje que, dentro de un entorno restringido y concreto, funge como mago,
sanador, emisario de los dioses o como alguien con la capacidad de canalizar en
su cuerpo y su espíritu las fuerzas de la naturaleza. Esta idea –hoy aceptada
en casi todos los círculos académicos– sostiene que los chamanes habitan en los
márgenes de la civilización. Sin embargo, si decidimos expandir nuestro
concepto o ser más laxos, el término también puede referirse a los magos y a
los emisarios que se mueven en el centro mismo de la civilización. Dentro de las
sociedades industrializadas han emergido figuras especiales que, de una manera
inusual, son también chamanes. Por ejemplo, si aceptamos que el término se
puede aplicar a creadores excéntricos como el artista alemán Joseph Beuys
(1921-1986), entonces los chamanes existen y operan en varios espacios de la
modernidad.
El término shamán proviene
de las lenguas tunguses (Siberia) y significa “el que sabe”. Un chamán es así
una figura que hace predicciones, prácticas curativas, invocación a los dioses
y que, al tener una conexión especial con la naturaleza, suele ser un buen
consejero sobre la conducta, por lo que tiene la capacidad de modificar la
realidad o la percepción de ella. En el caso concreto de las culturas
americanas, los chamanes son miembros activos de la comunidad desde la época
prehispánica, centrándose, fundamentalmente, en rituales para la cosecha y para
augurios de buen tiempo.
El poeta y artista visual Jorge Eduardo Eielson (1924-2006) –figura
brillante y polifacética que nació en el Perú y vivió en diversos países de
Europa– fue un ser que exploró la creatividad y el conocimiento de una forma
poco ortodoxa. Su interés por la cultura universal, por las expresiones
artísticas de vanguardia, así como por los saberes ancestrales del Perú, le
abrieron una perspectiva nueva. Por ello el exilio prolongado de su tierra
natal responde a una doble búsqueda: a su deseo de acercarse y nutrirse de la
producción artística “internacional” y, paralelamente, a la necesidad de jalar
su inspiración de la cultura peruana.
De naturaleza inquieta y profunda, Eielson exploró sus dotes
intelectuales nutriéndose de la literatura universal, de la filosofía europea,
así como de los paradigmas científicos de los siglos xix-xx. A la vez,
abrió un espacio de búsqueda espiritual dentro del budismo zen. Esta
perspectiva múltiple le hizo tomar conciencia del mundo y la realidad desde su
propia experiencia de exiliado y nómada; pero esto es solo una pequeña
expresión de su versatilidad, ya que encontró en la poesía y el arte el último
reducto de un humanismo casi
extinto, de un humanismo que podía ser practicado en los márgenes del
exhibicionismo moderno. Así, la poesía no era un simple ejercicio lingüístico o
de creación artística, sino, de manera más compleja, un lugar de resistencia
política. La poesía era para Eielson el último reducto desde el que se podía
ser un chamán legítimo.
En las antiguas civilizaciones del Perú los quipucamayoc eran los
matemáticos-contables que llevaban los registros de población y el control de
las cosechas, pero también eran los responsables de registrar las narraciones y
los mitos. Por lo mismo, tenían la autoridad de manejar información sobre las
cuestiones administrativas y narrativas. El alto título otorgado a estos
“conocedores” les confería el rol de visionarios, los autorizaba a manejar los
datos de la población y las cosechas y, fundamentalmente, los convertía en
hermeneutas calificadas para interpretar el cosmos.
Eielson quipucamayoc cubre
momentos importantes de este hombre culto que recupera el rol del chamán
latinoamericano, de este hombre que cubre instantes fundamentales de la cultura
visual del Perú, de este hombre que reactiva la producción del quipu
sudamericano, de este hombre que abre una perspectiva moral para renovar el
mundo. Pareciera que solo una posición descentrada –la vida
fuera de su país de origen– le podía conferir la objetividad para hablar con
autoridad del Perú. Jorge Eduardo Eielson es uno de los poetas y artistas más
críticos de su país y una de las figuras que más reprueba las sociedades de
consumo. Sin embargo, Eielson no solo es un crítico, sino también un sanador
que restablece el orden del cosmos a través de la contención y la liberación de
energía concentrada en un nudo.
Via della Croce
frecuentemente
cuando estoy sentado
en una silla
y estoy solo
y no he dormido
ni comido ni bebido
ni amado
tengo la impresión
de caer en un abismo
amarrado a mis vestidos
y a mi silla
y de irme muriendo suavemente
acariciando mis vestidos
y mi silla
tengo la impresión
de caer en un abismo
y de improviso asistir
a una remota fiesta
en el fondo de una estrella
y de bailar en ella
tiernamente
con mi silla
https://www.facebook.com/100064507732102/videos/860892535890181
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