viernes, 9 de diciembre de 2022

La locura

 La moral del Perú profundo

 

El clásico número de payasos de se da entre un payaso blanco y un payaso rojo, el blanco es muy serio y lo trata de tonto al rojo pero el rojo es mucho más listo, me imagino a Fujimori y a Castillo  en la Diroes y ahí Fujimori le intenta enseñar a Castillo como dar un golpe de estado pero por más que lo intenta e intenta Castillo jamás aprender no puede es incapaz de mostrar firmeza y eso que Fujimori le da de cocachos  le jala las patillas como profesor antiguo, Castillo harto de tanta violencia le explica por fin a Fujimori que con su firmeza es se ve como un diablo , mientras que el  con su titubeo se ve como un ángel, Fujimori recién comprende y le dice a Castillo Maestro.

Y es que lo es, no es nada fácil o más bien  es imposible, ganarle al estado liberal, en su propio juego y así todo el gano, claro que se debió  a una coyuntura muy particular  la crisis política generada por la lucha de poder de Keiko contra PPK, la derecha lo tenía todo: El congreso, el poder judicial, el ministerio público, el apoyo de las fuerzas armadas, el poder económico,  los canales de televisión a tal punto que antes a Ollanta solo le quedaba adaptarse y así lo hizo  traicionando a su pueblo pero Pedro olfateo la oportunidad que se fue también labrando con su huelga de maestro y aprovecho la crisis política y la crisis social sanitaria y gano las elecciones, viniendo desde muy atrás  con su burrito sabanero camino al poder, mientras todos se peleaban, él se iban ganado el favor del pueblo ¿Pero qué  le decía a la gente para ganárselos? Realmente nada, el escuchaba y les repetía lo que ellos ya decían, es decir se vaciaba ontológicamente para ser llenado por su pueblo se complementaba a ellos, tarde fue cuando se dieron cuenta pero los fujimoristas si se dieron cuenta  y cayeron en la trampa de Pedro, pensaron que Pedro le convenía a Keiko porque era al  único que le podían ganar y lo dejaran pasar, es más hasta lo apoyaron, e igual que con el payaso blanco y rojo, el blanco pensó usar al rojo y el rojo lo termino usando a él, gracia al anti fujimorismo Pedro gano la segunda vuelta.                   

 De ahí la denuncia del fraude electoral que la hizo ver a Keiko en su peor papel el de la  mala perdedera.  Luego vinieron las vacancias, la primera solo fortaleció  a Pedro, la segunda no tuvo mayor repercusión, y eso que los canales de televisión sacaban reportajes todos los días en contra del gobierno de Pedro, ninguna honra fue pisioteada más. Pero el que bajo en popularidad no fue Pedro que decidió  no declarar en la prensa y con eso los deslegitimo, sino el congreso que llego a una impopularidad muy popular.

¿Pero es Pedro un luchador social, un revolucionario o un oportunista?

Para responder esto tengo que reflexionar en la moral de Pedro y esta reflexión me lleva al siguiente texto:

 

Acerca de Foucault, el pederasta nazi queer

Guy Sorman ha puesto sobre la mesa algo que hace mucho tiempo se sabía sobre Foucault. Obviamente, ya vendrán los que pidan separar al "hombre" de su "obra". Es una operación que me cuesta aceptar, porque no creo que una "obra" no tenga vinculación alguna con su "autor". Pero puede suceder. Puede que exista una disociación profunda entre lo que el personaje en cuestión sostiene en su vida pública y lo que acomete en privado. El tema es que este no es el caso. Foucault no actúa de un modo privado que contradiga su filosofía pública. Su filosofía pública es la exposición de su vida privada.

No digo nada nuevo si digo que Foucault es la culminación de una genealogía que, vía Heidegger, lleva a Nietzsche y de Nietzsche a Schopenhauer y Stirner. Finalmente, es una de las conclusiones lógicas de la ontología liberal, fundante de la revolución burguesa: el individuo burgués que se disocia en el individuo social (y de allí al socialismo y la comunidad) y el individuo átomo (el anarquismo y el fascismo). Ya expliqué hace tiempo por qué el fascismo es la culminación del liberalismo a través de la figura del súper-hombre. Lo que importa aquí es que, consecuente con este linaje, que incluye al liberalismo austríaco, a gente como Aynd Rand, Joseph Schumpeter y Max Weber, todos rastreables hasta el Marqués de Sade y el Guasón de Joaquín Phoenix, el verdadero individuo, el que cuenta, es el que carece de moral, porque no encuentra ninguna razón objetiva, ninguna necesidad, que lo obligue a comportarse de una u otra manera.

En efecto, es la alienación del mundo moral lo que constituye su superioridad, lo que lo libera para poder hacer lo que se quiera. En eso consiste su libertad: en la independencia con respecto a todo código, que resulta finalmente en la constitución del propio individuo como constituyente de una no-moral cuya quintaesencia es la arbitrariedad de la fuerza, lo que la moral dominante insiste en considerar enfermedad o locura, porque en el fondo quiere creer que existe algún límite a la acción válida socialmente. Esa es la moral de los débiles, cuya sola existencia implica una subordinación y una constante solicitud de perdón y dominio. Es la moral del esclavo.

Si ha muerto Dios, sin embargo, esa fantasmagoría (el "derecho natural", cuya mayor expresión son los "derechos humanos") no tiene ninguna sustancia, porque solo podría tenerlo siendo impuesta desde fuera, desde lo no humano. Si la ley no es divina, entonces, no es ley "verdadera". Y si no hay Dios, pues entonces, no hay ley. La libertad es libertad contra la ley. La ley es la religión de los corderos. El súper-hombre no viola la ley, porque no hay nada para violar. El súper-hombre se opone al resto simplemente en el hecho de que es capaz de vivir con esta verdad y realizarla. La segunda temporada de The Sinner, el policial de Netflix protagonizado por Bill Pullman, está dedicado a esto, siguiendo una línea rastreable en Rope, de Hichtcock. Puedo matar porque soy superior. Soy superior porque la vida no es fundante de ninguna moral. "No matarás" no es un "mandamiento" porque los mandamientos no existen, porque no hay ningún legislador supraindividual.

Toda la obra de Foucault puede ser leída en esta línea: ¿qué proceso ha creado en el individuo la ficción de la jaula de hierro? Lo que está en Historia de la sexualidad, en Vigilar y castigar, en cualquier lado que uno mire, es finalmente, un intento de respuesta a esta pregunta. Porque Foucault cree en el súper-hombre y sabe que él es uno. Violar niños no expresa una in-moralidad, sino su a-moralidad, la a-moralidad propia del súper-hombre, para quien los demás son simples vectores de la realización de su deseo. No hay contradicción entre el filósofo, el "hombre" y su "obra".

Foucault, como Nietzsche y aun Heidegger, ha fascinado a muchos marxistas. Evidentemente, hay un elemento que suena "revolucionario" y hasta desentumecedor, como le pareció a Sorel entre tantos: el rechazo de la ley como convención desnuda el elemento puramente caprichoso de la dominación social, el carácter de pura voluntad de la sujeción unos seres humanos a otros. Esta deriva del liberalismo desnuda al rey y parece decirnos que podemos ser todos dioses. Pero la ontología marxista es de otro tipo, cualitativamente distinta: hay un límite objetivo al individuo y su voluntad, su deseo, su capricho. Ese límite es el carácter social de la vida humana y sus condiciones materiales (naturales) de existencia. Dicho de otra manera: hay una moral que no tiene nada de fantasmagórica, una moral revolucionaria en el sentido de que solo puede ser el fruto de una revolución, de un nuevo acuerdo, una nueva alianza humana. Si la expresión del capricho del individuo une a Milei con Hitler y la teoría queer, soy lo que se me da la gana ser, es obvio que los marxistas no tienen nada que hacer con Foucault, incluso si hubiera tenido un mínimo de conciencia moral y de respeto por esos pobres niños pobres a los que violó sistemáticamente. Esa ontología da para cualquier porquería. Si no puedo mirarme en los ojos de otros como en el espejo de mí mismo, cualquier atrocidad, por más que pase por progresista, es posible. Dicho de otro modo, la ontología foucaultiana, no importa lo que diga el propio Foucault, siempre será la ontología de un "yo". La nuestra es la de un "Nosotros". Va de suyo que no puede haber un "nosotros" sin una moral.

Eduardo Sartelli

 

A este texto yo respondo así:

Christian Franco Rodriguez

Luis David Fernàndez Zambrano Que bueno , me hace pensar lo agradezco. Ahora si el Espíritu no es absoluto encontrado en si mismo, sino establecido en un consenso en una ley o en una moral ,no hemos logrado la develación del ser, pero esta develación siempre será un nosotros, porque el espíritu solo se conoce en el otro y se realiza en la comunión con el otro pero en una comunión total, no relativa ni condicionada. ¿Es esto posible? Si solo desde la fe

 

Pero la fe ¿En qué? Mi propuesta filosófica al igual que la de Nietzsche es estar más allá  del bien y del mal y el único deber que yo comprendo y al que me comprometo es el deber ser lo que me lleva al deber no ser que es un querer razonando que es el ser y el no ser son lo mismo, este principio de superposición ontológica de complementariedad está en la base  de todo el pensamiento andino reciproco, las cosas en la cosmovisión andina son y no son y querer una determinación clara y precisa como la que exigen los marxistas a los andinos amazónicos es imposible, mucho mas cuando han adquirido la maestría de representar la doble moral española, ¿Pero que lleva esta permanente inversión del ser y del no ser en su moral, cual es el motor de su espíritu? Pues es el amor al igual que en nosotros, solo que en ellos aún hay un amor real a los suyos a la tierra a la pacha mama en cambio en nosotros el amor es un amor al dinero a las mercancías al capital, así que no nos podemos hacer los tontos, el estado neoliberal que se les ha impuesto es eso una imposición , como lo fue la conquista española, y la independencia criolla seudo republicana, Ellos representaron la doble moral y se integraron al poder en su devenir complementario y se corrompieron como nosotros pero siempre les queda el pachacutec , el voltear el mundo cuando tengan la oportunidad, ahora gracias a Pedro la tienen, ¿Lo podrán lograr? Hasta ahora nunca lo han logrado, su peor enemigo son ellos mismos, siempre entre ellos habrá alguien que traicionara, este juego más allá  del bien y del mal, es realmente peligroso para ellos mismos, difícilmente se confrontan pero en cualquier momento se dan por la espalda cuando llegue la oportunidad, como los orientales, estratégicos, pero su interpretación de la realidad  logra la integración de la psiquis y la physis y en ellos hay un nosotros, un biotejido que ha demostrado su resilencia ante cualquier adversidad ¿Cómo vencerlos? Podemos hacer lo de siempre hacer que se traicionen unos a los otros, lo que hará  que  tarde o temprano ellos también nos traicionen.  Lo otro sería algo muy difícil, los occidentales tienen algo que los andinos no tienen, es el amor al amor, la gracia, eso también está  más allá del bien y del mal, el amor al amor es el Amor a Dios y lleva a estar en el Espíritu Santo, así  como Nietzsche y Foucault logran estar más allá  del bien y del mal, los Santos estando en Dios, respirando como el respira, también lo pueden lograr pero para eso hay que estar locos.

 La Locura

 


Juan Bastidas

 

El hacer filosofía en el terror confesado de estar loco

Foucault dedica un pasaje a la primera meditación de descartes. Dice que la locura, la extravagancia o la demencia están excluidas fuera de la dignidad filosófica, en Descartes. Acá se plantean dos cuestiones: 1. ¿Está justificada la interpretación que Foucault hace de descartes? Derrida entiende por interpretación la relación entre lo que ha dicho descartes y la estructura histórica del texto. Así, preguntar por esta justificación es preguntar dos cosas: a) ¿Se ha entendido bien lo que dice descartes? b) ¿La intención de Descartes se relaciona con la estructura histórica? Es decir ¿tiene la significación histórica que Foucault le asigna? Y ¿su significación se agota en la historia? 2. ¿Serán posibles ciertos presupuestos filosóficos y metodológicos de la historia de la locura? Derrida toca a Descartes ya que representa el índice de una problemática más general. Veremos que sólo puede hablarse de locura en relación a la razón.

La historia de la locura se trata de escapar a la trampa de escribir en el lenguaje de la razón clásica. Esto en efecto es un proyecto de locura. Foucault rechaza el lenguaje de la razón del orden, la objetividad y la racionalidad universal. Y al mismo tiempo escribe: “el lenguaje de la psiquiatría se establece sobre el silencio”, lo cual significa que la locura está ligada al silencio, porque es la palabra sin lenguaje. Sin embargo, la locura no puede expresarse sino en el orden racional. Todo el lenguaje europeo participa de la aventura de la razón occidental como proyecto. La objetivación de la locura, aunque suene paradójico, sólo se puede hacer dentro del orden de la razón. Foucault tiene la necesidad de hablar un lenguaje que escape a la razón objetivista de la era clásica; tiene la necesidad de declarar la guerra a la razón, con los elementos del lenguaje de la razón. He acá la dificultad suprema. Foucault quiere hablar sin el apoyo de una razón o un logos. Sin embargo, al hacer esto, el lenguaje resiste a toda epojé, es imposible prescindir del lenguaje.

La locura es el silencio que no puede ser dicho en el logos; que se hace patente en el pathos. Foucault percibe la dificultad suprema y se pregunta ¿Es posible la liberación frente al logos? En realidad lo único que se puede hacer es hacer dialogar entre sí a la razón y a la locura. Este dialogo se expresa como ruptura y ligazón en el mismo instante temporal. La decisión es lo que liga y separa a la razón y a la locura. Pero Foucault deja en la penumbra el suelo histórico de la decisión. Esto es de lamentar por dos hechos: 1. Es de lamentar porque para Foucault, el logos de los griegos no tiene contrario. En ese sentido, la historia de la dialéctica de Sócrates está fuera del logos griego. Así es necesario: a) o bien la dialéctica debe participar del logos griego o b) el logos se exilia de sí mismo y es la diferencia en el mismo. Sea como fuere, la razón debe tener un contrario que constituya con ella una simetría. 2. Es de lamentar, porque así, la partición es el origen mismo de la historia. La decisión que separa a la locura de la razón es una muestra y no un modelo. La historia de la razón no abarca su origen. Por tanto, es sumamente ambicioso tratar de ver la raíz común del sentido y el sin sentido, de la razón y la locura.

Ahora bien, analicemos a descartes y a Foucault. Miraremos el pasaje que cita Foucault de Descartes. Haremos la lectura de este pasaje en boca de Foucault. Y, por último, haremos dialogar a Descartes y a Foucault.

A). Descartes dice que los sentidos son engañosos y, por tanto, no se puede confiar en ellos. Habrá pues, conocimientos de origen sensible de los que no se debe dudar. Ejemplo: que este cuerpo y estas manos son mías. Pues los que dudan de estos conocimientos son locos. Sin embargo la vida puede ser un sueño, la única verdad es la lógico matemática.

B). Dice Foucault que en la duda hay un desequilibrio entre locura y error. La locura no es lo mismo que el error, dice Foucault. Descartes no elude el peligro de la locura. Bajo dos procedimientos se da esto: 1. Los sentidos engañan acerca de las cosas difusas o alejadas. 2. La geometría y la matemática es invulnerable a la duda. Descartes no evita el peligro de la locura y elude más bien el sueño y el error. Sin embargo, Descartes no ahonda en la experiencia de la locura y, por tanto, no encuentra el núcleo de la misma. El cogito ergo sum cartesiano, marca el advenimiento de una ratio; Descartes es el signo de un acontecimiento clásico.

C). Nosotros releamos a Descartes. Derrida hace notar dos cosas: 1. Descartes no elude el error sensible y el sueño, ni los supera en la verdad. El sueño es la radicalización del hecho de que los sentidos pueden engañar. Toda idea de origen sensible es a título de locura, fuera del dominio de la verdad. 2. La hipótesis de la extravagancia –que se refiere a cuando Descartes escribe: Aunque los sentidos nos engañen algunas veces acerca de cosas poco sensibles y muy alejadas, hay muchas otras de las que no se puede razonablemente dudar... a menos que se esté loco-, no es un asunto privilegiado, simplemente es un aspecto preparatorio para su exposición. El sueño es la exageración de la locura como aquella que afecta sólo ciertas regiones de lo sensible. Decir que “sería yo un extravagante” no es un buen ejemplo, porque el loco no se equivoca siempre y en el orden pedagógico encuentra resistencia del no-filósofo.

CA). Ahora devolvemos la palabra a Foucault. Foucault propone dos verdades que no difieren de las que expuso anteriormente Derrida. 1. La locura es un caso del error sensible y no el más grave; el caso más grave de error sensible es el sueño. La locura es lo otro del cogito. 2. Descartes neutraliza la locura en su originalidad, al no ocuparse de ella. Así, viendo estas dos verdades, Foucault tendría razón si nos mantenemos en la etapa inaugural de la filosofía de Descartes (la primera meditación). Estas dos verdades no son ciertas desde el momento en que se aborda la fase propiamente filosófica de Descartes.

CB). Notemos, en relación con las dos verdades de Foucault, lo siguiente. 1. El recurso a la hipótesis del genio maligno convoca la posibilidad de una locura total. Descartes admite dos cosas: a) la extravagancia o locura total y b) que ni las ideas del orden sensible, ni las de origen intelectual están a salvo de la duda. La operación de Descartes es una operación filosófica y jurídica: por derecho nada se opone a la extravagancia y de hecho no es posible ninguna inquietud con respecto a lo dicho. Así, el discurso filosófico y lingüístico es todo lo contrario a la locura. Para que el lenguaje sea lenguaje debe tener sentido y escapar de hecho y de derecho a la locura. La locura, escribe Foucault, es la ausencia de obra. 2. La segunda verdad, solo vale para la fase natural de la duda; la duda cartesiana alcanza cualquier conocimiento. El cogito vale incluso en la locura; la locura es un modo del cogito. Este o no este loco cogito ergo sum. Debe haber un punto-cero que sea el origen común del sentido y el sin-sentido. Es el punto que posibilita toda forma de intercambio entre la razón y la locura. Debe ser el proyecto de pensar la totalidad, que se extiende hacia el infinito o la nada: la nada es el sin-sentido, el genio maligno.

Conclusión: sólo hago filosofía en el terror confesado de estar loco.

 

 

Ningún pensamiento lineal podrá vencer a Castillo y a los Castillos que vendrán, nos harán pensar que los usamos pero así como traicionaron a  Sendero y como ahora traicionan  al neoliberalismo nos traicionaran al menos que logremos una comunión real un biotejido  y que realmente como filósofos amemos todo y a todos.                     




La Locura

 


Juan Bastidas

  · 

El hacer filosofía en el terror confesado de estar loco

Foucault dedica un pasaje a la primera meditación de descartes. Dice que la locura, la extravagancia o la demencia están excluidas fuera de la dignidad filosófica, en Descartes. Acá se plantean dos cuestiones: 1. ¿Está justificada la interpretación que Foucault hace de descartes? Derrida entiende por interpretación la relación entre lo que ha dicho descartes y la estructura histórica del texto. Así, preguntar por esta justificación es preguntar dos cosas: a) ¿Se ha entendido bien lo que dice descartes? b) ¿La intención de Descartes se relaciona con la estructura histórica? Es decir ¿tiene la significación histórica que Foucault le asigna? Y ¿su significación se agota en la historia? 2. ¿Serán posibles ciertos presupuestos filosóficos y metodológicos de la historia de la locura? Derrida toca a Descartes ya que representa el índice de una problemática más general. Veremos que sólo puede hablarse de locura en relación a la razón.

La historia de la locura se trata de escapar a la trampa de escribir en el lenguaje de la razón clásica. Esto en efecto es un proyecto de locura. Foucault rechaza el lenguaje de la razón del orden, la objetividad y la racionalidad universal. Y al mismo tiempo escribe: “el lenguaje de la psiquiatría se establece sobre el silencio”, lo cual significa que la locura está ligada al silencio, porque es la palabra sin lenguaje. Sin embargo, la locura no puede expresarse sino en el orden racional. Todo el lenguaje europeo participa de la aventura de la razón occidental como proyecto. La objetivación de la locura, aunque suene paradójico, sólo se puede hacer dentro del orden de la razón. Foucault tiene la necesidad de hablar un lenguaje que escape a la razón objetivista de la era clásica; tiene la necesidad de declarar la guerra a la razón, con los elementos del lenguaje de la razón. He acá la dificultad suprema. Foucault quiere hablar sin el apoyo de una razón o un logos. Sin embargo, al hacer esto, el lenguaje resiste a toda epojé, es imposible prescindir del lenguaje.

La locura es el silencio que no puede ser dicho en el logos; que se hace patente en el pathos. Foucault percibe la dificultad suprema y se pregunta ¿Es posible la liberación frente al logos? En realidad lo único que se puede hacer es hacer dialogar entre sí a la razón y a la locura. Este dialogo se expresa como ruptura y ligazón en el mismo instante temporal. La decisión es lo que liga y separa a la razón y a la locura. Pero Foucault deja en la penumbra el suelo histórico de la decisión. Esto es de lamentar por dos hechos: 1. Es de lamentar porque para Foucault, el logos de los griegos no tiene contrario. En ese sentido, la historia de la dialéctica de Sócrates está fuera del logos griego. Así es necesario: a) o bien la dialéctica debe participar del logos griego o b) el logos se exilia de sí mismo y es la diferencia en el mismo. Sea como fuere, la razón debe tener un contrario que constituya con ella una simetría. 2. Es de lamentar, porque así, la partición es el origen mismo de la historia. La decisión que separa a la locura de la razón es una muestra y no un modelo. La historia de la razón no abarca su origen. Por tanto, es sumamente ambicioso tratar de ver la raíz común del sentido y el sin sentido, de la razón y la locura.

Ahora bien, analicemos a descartes y a Foucault. Miraremos el pasaje que cita Foucault de Descartes. Haremos la lectura de este pasaje en boca de Foucault. Y, por último, haremos dialogar a Descartes y a Foucault.

A). Descartes dice que los sentidos son engañosos y, por tanto, no se puede confiar en ellos. Habrá pues, conocimientos de origen sensible de los que no se debe dudar. Ejemplo: que este cuerpo y estas manos son mías. Pues los que dudan de estos conocimientos son locos. Sin embargo la vida puede ser un sueño, la única verdad es la lógico matemática.

B). Dice Foucault que en la duda hay un desequilibrio entre locura y error. La locura no es lo mismo que el error, dice Foucault. Descartes no elude el peligro de la locura. Bajo dos procedimientos se da esto: 1. Los sentidos engañan acerca de las cosas difusas o alejadas. 2. La geometría y la matemática es invulnerable a la duda. Descartes no evita el peligro de la locura y elude más bien el sueño y el error. Sin embargo, Descartes no ahonda en la experiencia de la locura y, por tanto, no encuentra el núcleo de la misma. El cogito ergo sum cartesiano, marca el advenimiento de una ratio; Descartes es el signo de un acontecimiento clásico.

C). Nosotros releamos a Descartes. Derrida hace notar dos cosas: 1. Descartes no elude el error sensible y el sueño, ni los supera en la verdad. El sueño es la radicalización del hecho de que los sentidos pueden engañar. Toda idea de origen sensible es a título de locura, fuera del dominio de la verdad. 2. La hipótesis de la extravagancia –que se refiere a cuando Descartes escribe: Aunque los sentidos nos engañen algunas veces acerca de cosas poco sensibles y muy alejadas, hay muchas otras de las que no se puede razonablemente dudar... a menos que se esté loco-, no es un asunto privilegiado, simplemente es un aspecto preparatorio para su exposición. El sueño es la exageración de la locura como aquella que afecta sólo ciertas regiones de lo sensible. Decir que “sería yo un extravagante” no es un buen ejemplo, porque el loco no se equivoca siempre y en el orden pedagógico encuentra resistencia del no-filósofo.

CA). Ahora devolvemos la palabra a Foucault. Foucault propone dos verdades que no difieren de las que expuso anteriormente Derrida. 1. La locura es un caso del error sensible y no el más grave; el caso más grave de error sensible es el sueño. La locura es lo otro del cogito. 2. Descartes neutraliza la locura en su originalidad, al no ocuparse de ella. Así, viendo estas dos verdades, Foucault tendría razón si nos mantenemos en la etapa inaugural de la filosofía de Descartes (la primera meditación). Estas dos verdades no son ciertas desde el momento en que se aborda la fase propiamente filosófica de Descartes.

CB). Notemos, en relación con las dos verdades de Foucault, lo siguiente. 1. El recurso a la hipótesis del genio maligno convoca la posibilidad de una locura total. Descartes admite dos cosas: a) la extravagancia o locura total y b) que ni las ideas del orden sensible, ni las de origen intelectual están a salvo de la duda. La operación de Descartes es una operación filosófica y jurídica: por derecho nada se opone a la extravagancia y de hecho no es posible ninguna inquietud con respecto a lo dicho. Así, el discurso filosófico y lingüístico es todo lo contrario a la locura. Para que el lenguaje sea lenguaje debe tener sentido y escapar de hecho y de derecho a la locura. La locura, escribe Foucault, es la ausencia de obra. 2. La segunda verdad, solo vale para la fase natural de la duda; la duda cartesiana alcanza cualquier conocimiento. El cogito vale incluso en la locura; la locura es un modo del cogito. Este o no este loco cogito ergo sum. Debe haber un punto-cero que sea el origen común del sentido y el sin-sentido. Es el punto que posibilita toda forma de intercambio entre la razón y la locura. Debe ser el proyecto de pensar la totalidad, que se extiende hacia el infinito o la nada: la nada es el sin-sentido, el genio maligno.

Conclusión: sólo hago filosofía en el terror confesado de estar loco.

 

Christian Franco Rodriguez

Brillante, hermoso y profundamente humano , gracias muchas gracias, amado compañero en este terror.

No hay comentarios: