PRÓLOGO de la obra El arca de la libertad tragedia en 7 números
Escuchen el llamado del Arca de la
libertad
Cada uno de vosotros es un diluvio,
un arca y un capitán. Y mientras no llegue el día en que podáis desembarcar en
una tierra virgen y recién lavada, no tengáis prisa por celebrar la victoria.
Quisierais saber cómo se transformó el hombre en diluvio para sí mismo. Cuando
la Sagrada Voluntad Universal disoció en dos a Adán para que éste se conociese
a sí mismo y comprendiese su unidad con el Único, entonces él se convirtió en
varón y hembra, en un Adán masculino y un Adán femenino. Fue inundado de deseos
que son los hijos de la dualidad; deseos tan numerosos, tan infinitos en
aspectos, tan inmensos en magnitud, tan licenciosos y tan prolíficos que, hasta
hoy, el hombre es un náufrago bajo sus olas. Apenas una ola le ha levantado a
vertiginosas alturas, cuando ya otra le arrastra hacia el fondo. Eso sucede
porque sus deseos van por parejas, como él mismo también es dual. Y aunque dos
opuestos se completen realmente el uno al otro, para el ignorante éstos parecen
estar en discordia y no querer darse jamás un momento de tregua. Este es el
diluvio al que debe enfrentarse el hombre, hora tras hora, día tras día,
durante su larga y ardua vida dual. Este es el diluvio cuyas poderosas fuentes
brotan del corazón y os arrastran con su corriente. Este es el diluvio cuyo
arco iris no brillará en vuestro cielo mientras vuestro cielo no se haya casado
con vuestra tierra y ambos sean uno. Desde que Adán se sembró a sí mismo en
Eva, los hombres han cosechado furias y diluvios. Cuando predominan ciertas
pasiones, la vida del hombre pierde el equilibrio y los hombres son engullidos
por uno u otro diluvio, para que el equilibrio se restablezca. Y el equilibrio
no se restablecerá definitivamente hasta que el hombre no aprenda a amasar
todos sus deseos en la artesa del Amor, para cocer con ellos el pan de la
Sagrada Comprensión. El diluvio que cubrió la Tierra en los días de Noé no fue
el primero ni el último que la humanidad conoció. Solamente fue el que alcanzó
la cota más alta, en la serie de diluvios devastadores. El diluvio de fuego y
sangre, que en breve inundará la Tierra, sobrepasará con seguridad esa cota.
¿Estáis preparados para flotar, o seréis sumergidos? ¡Ay de vosotros! Estáis
muy ocupados amontonando carga sobre carga; muy ocupados envenenando vuestra
sangre con placeres rebosantes de dolor; muy ocupados trazando caminos que no
os conducen a ninguna parte; demasiado ocupados recogiendo semillas en el patio
de los almacenes de la vida, sin que ni tan siquiera os preocupéis en mirar por
el ojo de la cerradura. ¿Cómo evitaréis ser sumergidos, queridos huérfanos?
Vosotros, nacidos para elevaros hacia las alturas, para vagar por el espacio
infinito, para cruzar el universo con vuestras alas, os enjaulasteis en la
jaula de las cómodas convenciones y creencias que os cortan las alas,
perjudican vuestra vista y petrifican vuestros músculos. ¿Cómo escaparéis al
diluvio venidero, queridos huérfanos? Vosotros, imagen y semejanza de Dios, ya
casi extinguisteis la semejanza y la imagen; vuestro porte divino ha disminuido
hasta el punto de que ya no le reconocéis. Vuestra fisonomía divina la habéis
enlodado y disfrazado con multitud de máscaras de payaso. ¿Cómo podréis
enfrentaros al diluvio que provocasteis, queridos huérfanos? A no ser que
prestéis atención al Verbo, la Tierra jamás será para vosotros algo más que un
sepulcro, y el cielo, algo más que una mortaja. Cuando, en realidad, fueron
preparados, una, para serviros de cuna, y otro, para serviros de trono. Una vez
más os digo, vosotros sois el diluvio, el arca y el capitán. Vuestras pasiones
son el diluvio. Vuestro cuerpo es el arca. Vuestra fe es el capitán. Vuestra
voluntad lo penetra todo. Y por encima de todo, está vuestra comprensión.
Aseguraos de que el arca es estanca y de que puede navegar; pero no gastéis
toda la vida en ese menester, pues si no la hora en que debierais navegar no
llegará jamás y, al final, tanto vosotros como vuestra arca, os pudriréis y
naufragaréis en el propio astillero. Aseguraos de que el capitán es competente
y sereno. Pero, sobre todo, aprended a descubrir cuáles son las fuentes de los
diluvios y entrenad vuestra voluntad para secarlas una a una. Entonces,
ciertamente, el diluvio enflaquecerá y finalmente se extinguirá. Quemad la
pasión, o ella os quemará. No miréis dentro de la boca de la pasión para
comprobar si tiene dientes afilados o mandíbulas cubiertas de miel. La abeja
que liba el néctar de las flores, recoge también su veneno. No analicéis el
rostro de la pasión para comprobar si es agradable o desagradable. Para Eva, el
rostro de la serpiente fue más agradable que el de Dios. Tampoco coloquéis a la
pasión en la balanza para medir su peso. ¿Quién compararía el peso de una
diadema con el de una montaña? Sin embargo, en verdad, la diadema pesa mucho
más que la montaña. Existen pasiones que cantan canciones celestiales durante
el día y, sin embargo, silban, muerden y aguijonean bajo el velo de la noche;
hay pasiones henchidas y desbordantes de alegría que rápidamente se transforman
en esqueletos de tristeza; pasiones de mirada dulce y porte sumiso que,
súbitamente, se vuelven más voraces que los lobos, más traicioneras que las
hienas; pasiones más perfumadas que las rosas, mientras no se las toca, pero
que se vuelven más repugnantes que los buitres y los hurones tan pronto como se
las toca o se las coge. No clasifiquéis vuestras pasiones en buenas y malas,
pues es trabajo perdido. Las buenas no pueden subsistir sin las malas, y las
malas sólo pueden tener raíces en las buenas. El Árbol del Bien y del Mal es
uno sólo y uno sólo es su fruto. No podéis conocer el sabor del bien sin
conocer al mismo tiempo el sabor del mal. La ubre de la que mamáis la leche de
la vida es la misma que produce la leche de la muerte. La mano que os acuna es
la misma que cava vuestra sepultura. Esta es, queridos huérfanos, la naturaleza
de la dualidad. No seáis tan presuntuosos y obstinados, hasta el punto de
intentar cambiarla. No seáis tan estúpidos de intentar rasgarla en dos mitades
para quedaros con aquella que más os agrada y tirar la otra. ¿Queréis dominar
la dualidad? Tratadla como si no fuese ni buena ni mala. La leche de la vida y
de la muerte, ¿no se vuelve agria ya en vuestra boca? ¿No es tiempo ya de que
os enjuaguéis la boca con algo que no sea ni bueno ni malo porque supera ambas
cosas? ¿No es tiempo ya de que deseéis el fruto que no es ni dulce ni amargo,
pues no crece en el Árbol del Bien y del Mal? ¿Queréis liberaros de las muletas
de la dualidad? Pues entonces, arrancad su árbol el Árbol del Bien y del Mal—
de vuestros corazones. Sí, ¡arrancadlo, con sus raíces, de cuajo!, para que la
semilla de la Vida Divina, la semilla de la Sagrada Comprensión que está por
encima de todo bien y de todo mal, pueda germinar y brotar en su lugar. Es
triste el mensaje del Verbo, diréis. Nos roba la alegría de esperar el mañana.
Nos hace espectadores de la vida, mudos y desinteresados, cuando podríamos ser
competidores vociferantes, pues cuan dulce es competir, sea cual fuese el
resultado de la contienda. Y cuan dulce es aventurarse en una competición,
aunque el premio sea una bagatela. Así decís vosotros en vuestros corazones,
olvidándoos de que vuestros corazones no os pertenecen en absoluto, desde el
momento en que sus riendas están en las manos de las buenas y malas pasiones.
Para ser dueños de vuestros corazones, amasad todas vuestras pasiones —buenas y
malas— en la artesa única del Amor, para que podáis cocerlas en el horno de la
Sagrada Comprensión en el que toda dualidad es unificada en Dios. Cesad, desde
ahora, de perturbar un mundo en el que ya existen excesivas perturbaciones.
¿Cómo pretendéis sacar agua limpia de un pozo en el que incesantemente arrojáis
toda clase de deshechos y lodo? ¿Cómo pueden las aguas de una laguna ser claras
y serenas si en todo momento las estáis agitando? No queráis obtener sosiego en
un mundo desasosegado, si no queréis obtener desasosiego. No queráis obtener
amor en un mundo de odio, si no queréis obtener odio. No queráis obtener la
vida en un mundo agonizante, si no queréis obtener muerte. El mundo no os puede
pagar con otra moneda que no sea su moneda, la cual siempre tiene dos caras.
Eso solamente lo podéis obtener de vuestro infinito Yo Divino, que es tan rico
en pacífica Comprensión. No exijáis al mundo lo que no podáis exigiros a vosotros.
Ni exijáis a hombre alguno aquello que no permitiríais que él os exigiera. ¿Y
qué es aquello que, si os fuese concedido por el mundo, os ayudaría a superar
vuestro diluvio y a desembarcar en un mundo exento de dolor y muerte, unido al
cielo en eterno amor y paz de Comprensión? ¿Será el poder, la riqueza, la fama?
¿Será la autoridad, el prestigio y el respeto? ¿Será la ambición realizada y la
esperanza satisfecha? Todas estas cosas son fuentes que alimentan vuestro
diluvio. ¡Fuera con todo eso, fuera con ello, queridos huérfanos! Permaneced
callados para ser transparentes. Sed transparentes para que podáis ver con
claridad el mundo. Cuando veáis con claridad el mundo, sabréis cuan pobre e
incapaz es para proporcionaros la libertad, la paz y la vida que buscáis. Todo
lo que el mundo puede daros es un cuerpo, un arca en la que navegar por el mar
de la vida dual. Y eso no se lo debéis a hombre alguno de este mundo. Es deber
del universo proporcionárosla y sustentarla. Mantenedla preparada y estanca para
afrontar el diluvio; tan preparada y estanca como el Arca de Noé, para contener
en ella las fieras y mantenerlas bien controladas, tal como Noé encerró a sus
fieras y las mantuvo bajo perfecto control, ése es vuestro deber y solamente
vuestro. Tened una fe despierta y de ojos relucientes para ponerla al frente
del timón, una fe inalterable en la Voluntad Universal, que es vuestro guía
hacia los bienaventurados puertos del Edén, ése es vuestro trabajo, y solamente
vuestro. Tened una voluntad intrépida para asumir el mando, una voluntad que se
supere y participe del Árbol de la Vida de la Sagrada Compresión, ése es
también vuestro trabajo, y solamente vuestro. El destino del hombre es Dios.
Ningún destino que no sea ése merece su esfuerzo. ¿Qué importa si la ruta es
larga, llena de borrascas y tempestades? ¿No vencerá la Fe, que proviene de un
corazón puro y unos ojos penetrantes, a las borrascas y las tempestades?
Apresuraos. El tiempo desperdiciado indolentemente está lleno de dolores. Y los
hombres, incluso los más ocupados, son en verdad indolentes. Todos vosotros
sois armadores. Y todos sois marineros. Esa es la tarea que os fue asignada
desde la eternidad, para que podáis navegar por el océano sin límites que sois
vosotros mismos y para que al final encontréis la armonía indescriptible del
Ser cuyo nombre es Jesucristo. Todas las cosas necesitan tener un centro desde
el que irradien y alrededor del cual giren. Si la vida —la vida del hombre— es
un círculo y el encontrar a Dios es, por tanto, el centro, entonces todo
vuestro trabajo deberá ser concéntrico en relación a ese centro, si no sería un
puro devaneo, aunque esté empapado en sudor de sangre. Y como la tarea de
Nosotros es llevar al hombre a su destino, ¡ved!, hemos preparado para vosotros
un arca magnífica, un arca bien construida y bien gobernada. No es un arca de
madera curvada y embreada; ni un arca para transportar cuervos, hienas y
lagartos. Es el arca de la Sagrada Comprensión, que realmente es un faro para
todos los que anhelan la liberación. Su lastre no serán barriles de vino y
prensas de lagar, sino corazones repletos de Amor por todo y por todos. Ni su
cargamento serán tierras y bienes, o plata, oro y alhajas, sino almas separadas
de sus sombras y vestidas con la luz y con la libertad de la Santa Comprensión.
Que suban a bordo los que quieran romper las amarras que les atan a la Tierra,
los que deseen ser unificados y los que anhelen liberarse. El Arca está
dispuesta. El viento nunca será favorable. El mar jamás estará sereno. Más es
Dios nuestro capitán, navega Arca nuestra.
Amen.
Alteración del libro de Mirdad de Mikhail Naimy.
Obra completa: http://grupos.emagister.com/documento/el_arca_de_la_libertad_tragedia_en_7_numeros/1012-1396812
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