jueves, 19 de octubre de 2017

Escuchen el llamado del Arca de la libertad



PRÓLOGO de la obra El arca de la libertad tragedia en 7 números



Escuchen el llamado del Arca de la libertad
 Cada uno de vosotros es un diluvio, un arca y un capitán. Y mientras no llegue el día en que podáis desembarcar en una tierra virgen y recién lavada, no tengáis prisa por celebrar la victoria. Quisierais saber cómo se transformó el hombre en diluvio para sí mismo. Cuando la Sagrada Voluntad Universal disoció en dos a Adán para que éste se conociese a sí mismo y comprendiese su unidad con el Único, entonces él se convirtió en varón y hembra, en un Adán masculino y un Adán femenino. Fue inundado de deseos que son los hijos de la dualidad; deseos tan numerosos, tan infinitos en aspectos, tan inmensos en magnitud, tan licenciosos y tan prolíficos que, hasta hoy, el hombre es un náufrago bajo sus olas. Apenas una ola le ha levantado a vertiginosas alturas, cuando ya otra le arrastra hacia el fondo. Eso sucede porque sus deseos van por parejas, como él mismo también es dual. Y aunque dos opuestos se completen realmente el uno al otro, para el ignorante éstos parecen estar en discordia y no querer darse jamás un momento de tregua. Este es el diluvio al que debe enfrentarse el hombre, hora tras hora, día tras día, durante su larga y ardua vida dual. Este es el diluvio cuyas poderosas fuentes brotan del corazón y os arrastran con su corriente. Este es el diluvio cuyo arco iris no brillará en vuestro cielo mientras vuestro cielo no se haya casado con vuestra tierra y ambos sean uno. Desde que Adán se sembró a sí mismo en Eva, los hombres han cosechado furias y diluvios. Cuando predominan ciertas pasiones, la vida del hombre pierde el equilibrio y los hombres son engullidos por uno u otro diluvio, para que el equilibrio se restablezca. Y el equilibrio no se restablecerá definitivamente hasta que el hombre no aprenda a amasar todos sus deseos en la artesa del Amor, para cocer con ellos el pan de la Sagrada Comprensión. El diluvio que cubrió la Tierra en los días de Noé no fue el primero ni el último que la humanidad conoció. Solamente fue el que alcanzó la cota más alta, en la serie de diluvios devastadores. El diluvio de fuego y sangre, que en breve inundará la Tierra, sobrepasará con seguridad esa cota. ¿Estáis preparados para flotar, o seréis sumergidos? ¡Ay de vosotros! Estáis muy ocupados amontonando carga sobre carga; muy ocupados envenenando vuestra sangre con placeres rebosantes de dolor; muy ocupados trazando caminos que no os conducen a ninguna parte; demasiado ocupados recogiendo semillas en el patio de los almacenes de la vida, sin que ni tan siquiera os preocupéis en mirar por el ojo de la cerradura. ¿Cómo evitaréis ser sumergidos, queridos huérfanos? Vosotros, nacidos para elevaros hacia las alturas, para vagar por el espacio infinito, para cruzar el universo con vuestras alas, os enjaulasteis en la jaula de las cómodas convenciones y creencias que os cortan las alas, perjudican vuestra vista y petrifican vuestros músculos. ¿Cómo escaparéis al diluvio venidero, queridos huérfanos? Vosotros, imagen y semejanza de Dios, ya casi extinguisteis la semejanza y la imagen; vuestro porte divino ha disminuido hasta el punto de que ya no le reconocéis. Vuestra fisonomía divina la habéis enlodado y disfrazado con multitud de máscaras de payaso. ¿Cómo podréis enfrentaros al diluvio que provocasteis, queridos huérfanos? A no ser que prestéis atención al Verbo, la Tierra jamás será para vosotros algo más que un sepulcro, y el cielo, algo más que una mortaja. Cuando, en realidad, fueron preparados, una, para serviros de cuna, y otro, para serviros de trono. Una vez más os digo, vosotros sois el diluvio, el arca y el capitán. Vuestras pasiones son el diluvio. Vuestro cuerpo es el arca. Vuestra fe es el capitán. Vuestra voluntad lo penetra todo. Y por encima de todo, está vuestra comprensión. Aseguraos de que el arca es estanca y de que puede navegar; pero no gastéis toda la vida en ese menester, pues si no la hora en que debierais navegar no llegará jamás y, al final, tanto vosotros como vuestra arca, os pudriréis y naufragaréis en el propio astillero. Aseguraos de que el capitán es competente y sereno. Pero, sobre todo, aprended a descubrir cuáles son las fuentes de los diluvios y entrenad vuestra voluntad para secarlas una a una. Entonces, ciertamente, el diluvio enflaquecerá y finalmente se extinguirá. Quemad la pasión, o ella os quemará. No miréis dentro de la boca de la pasión para comprobar si tiene dientes afilados o mandíbulas cubiertas de miel. La abeja que liba el néctar de las flores, recoge también su veneno. No analicéis el rostro de la pasión para comprobar si es agradable o desagradable. Para Eva, el rostro de la serpiente fue más agradable que el de Dios. Tampoco coloquéis a la pasión en la balanza para medir su peso. ¿Quién compararía el peso de una diadema con el de una montaña? Sin embargo, en verdad, la diadema pesa mucho más que la montaña. Existen pasiones que cantan canciones celestiales durante el día y, sin embargo, silban, muerden y aguijonean bajo el velo de la noche; hay pasiones henchidas y desbordantes de alegría que rápidamente se transforman en esqueletos de tristeza; pasiones de mirada dulce y porte sumiso que, súbitamente, se vuelven más voraces que los lobos, más traicioneras que las hienas; pasiones más perfumadas que las rosas, mientras no se las toca, pero que se vuelven más repugnantes que los buitres y los hurones tan pronto como se las toca o se las coge. No clasifiquéis vuestras pasiones en buenas y malas, pues es trabajo perdido. Las buenas no pueden subsistir sin las malas, y las malas sólo pueden tener raíces en las buenas. El Árbol del Bien y del Mal es uno sólo y uno sólo es su fruto. No podéis conocer el sabor del bien sin conocer al mismo tiempo el sabor del mal. La ubre de la que mamáis la leche de la vida es la misma que produce la leche de la muerte. La mano que os acuna es la misma que cava vuestra sepultura. Esta es, queridos huérfanos, la naturaleza de la dualidad. No seáis tan presuntuosos y obstinados, hasta el punto de intentar cambiarla. No seáis tan estúpidos de intentar rasgarla en dos mitades para quedaros con aquella que más os agrada y tirar la otra. ¿Queréis dominar la dualidad? Tratadla como si no fuese ni buena ni mala. La leche de la vida y de la muerte, ¿no se vuelve agria ya en vuestra boca? ¿No es tiempo ya de que os enjuaguéis la boca con algo que no sea ni bueno ni malo porque supera ambas cosas? ¿No es tiempo ya de que deseéis el fruto que no es ni dulce ni amargo, pues no crece en el Árbol del Bien y del Mal? ¿Queréis liberaros de las muletas de la dualidad? Pues entonces, arrancad su árbol el Árbol del Bien y del Mal— de vuestros corazones. Sí, ¡arrancadlo, con sus raíces, de cuajo!, para que la semilla de la Vida Divina, la semilla de la Sagrada Comprensión que está por encima de todo bien y de todo mal, pueda germinar y brotar en su lugar. Es triste el mensaje del Verbo, diréis. Nos roba la alegría de esperar el mañana. Nos hace espectadores de la vida, mudos y desinteresados, cuando podríamos ser competidores vociferantes, pues cuan dulce es competir, sea cual fuese el resultado de la contienda. Y cuan dulce es aventurarse en una competición, aunque el premio sea una bagatela. Así decís vosotros en vuestros corazones, olvidándoos de que vuestros corazones no os pertenecen en absoluto, desde el momento en que sus riendas están en las manos de las buenas y malas pasiones. Para ser dueños de vuestros corazones, amasad todas vuestras pasiones —buenas y malas— en la artesa única del Amor, para que podáis cocerlas en el horno de la Sagrada Comprensión en el que toda dualidad es unificada en Dios. Cesad, desde ahora, de perturbar un mundo en el que ya existen excesivas perturbaciones. ¿Cómo pretendéis sacar agua limpia de un pozo en el que incesantemente arrojáis toda clase de deshechos y lodo? ¿Cómo pueden las aguas de una laguna ser claras y serenas si en todo momento las estáis agitando? No queráis obtener sosiego en un mundo desasosegado, si no queréis obtener desasosiego. No queráis obtener amor en un mundo de odio, si no queréis obtener odio. No queráis obtener la vida en un mundo agonizante, si no queréis obtener muerte. El mundo no os puede pagar con otra moneda que no sea su moneda, la cual siempre tiene dos caras. Eso solamente lo podéis obtener de vuestro infinito Yo Divino, que es tan rico en pacífica Comprensión. No exijáis al mundo lo que no podáis exigiros a vosotros. Ni exijáis a hombre alguno aquello que no permitiríais que él os exigiera. ¿Y qué es aquello que, si os fuese concedido por el mundo, os ayudaría a superar vuestro diluvio y a desembarcar en un mundo exento de dolor y muerte, unido al cielo en eterno amor y paz de Comprensión? ¿Será el poder, la riqueza, la fama? ¿Será la autoridad, el prestigio y el respeto? ¿Será la ambición realizada y la esperanza satisfecha? Todas estas cosas son fuentes que alimentan vuestro diluvio. ¡Fuera con todo eso, fuera con ello, queridos huérfanos! Permaneced callados para ser transparentes. Sed transparentes para que podáis ver con claridad el mundo. Cuando veáis con claridad el mundo, sabréis cuan pobre e incapaz es para proporcionaros la libertad, la paz y la vida que buscáis. Todo lo que el mundo puede daros es un cuerpo, un arca en la que navegar por el mar de la vida dual. Y eso no se lo debéis a hombre alguno de este mundo. Es deber del universo proporcionárosla y sustentarla. Mantenedla preparada y estanca para afrontar el diluvio; tan preparada y estanca como el Arca de Noé, para contener en ella las fieras y mantenerlas bien controladas, tal como Noé encerró a sus fieras y las mantuvo bajo perfecto control, ése es vuestro deber y solamente vuestro. Tened una fe despierta y de ojos relucientes para ponerla al frente del timón, una fe inalterable en la Voluntad Universal, que es vuestro guía hacia los bienaventurados puertos del Edén, ése es vuestro trabajo, y solamente vuestro. Tened una voluntad intrépida para asumir el mando, una voluntad que se supere y participe del Árbol de la Vida de la Sagrada Compresión, ése es también vuestro trabajo, y solamente vuestro. El destino del hombre es Dios. Ningún destino que no sea ése merece su esfuerzo. ¿Qué importa si la ruta es larga, llena de borrascas y tempestades? ¿No vencerá la Fe, que proviene de un corazón puro y unos ojos penetrantes, a las borrascas y las tempestades? Apresuraos. El tiempo desperdiciado indolentemente está lleno de dolores. Y los hombres, incluso los más ocupados, son en verdad indolentes. Todos vosotros sois armadores. Y todos sois marineros. Esa es la tarea que os fue asignada desde la eternidad, para que podáis navegar por el océano sin límites que sois vosotros mismos y para que al final encontréis la armonía indescriptible del Ser cuyo nombre es Jesucristo. Todas las cosas necesitan tener un centro desde el que irradien y alrededor del cual giren. Si la vida —la vida del hombre— es un círculo y el encontrar a Dios es, por tanto, el centro, entonces todo vuestro trabajo deberá ser concéntrico en relación a ese centro, si no sería un puro devaneo, aunque esté empapado en sudor de sangre. Y como la tarea de Nosotros es llevar al hombre a su destino, ¡ved!, hemos preparado para vosotros un arca magnífica, un arca bien construida y bien gobernada. No es un arca de madera curvada y embreada; ni un arca para transportar cuervos, hienas y lagartos. Es el arca de la Sagrada Comprensión, que realmente es un faro para todos los que anhelan la liberación. Su lastre no serán barriles de vino y prensas de lagar, sino corazones repletos de Amor por todo y por todos. Ni su cargamento serán tierras y bienes, o plata, oro y alhajas, sino almas separadas de sus sombras y vestidas con la luz y con la libertad de la Santa Comprensión. Que suban a bordo los que quieran romper las amarras que les atan a la Tierra, los que deseen ser unificados y los que anhelen liberarse. El Arca está dispuesta. El viento nunca será favorable. El mar jamás estará sereno. Más es Dios nuestro capitán, navega Arca nuestra.
Amen.

Alteración del libro de Mirdad de Mikhail Naimy.

Obra completa: http://grupos.emagister.com/documento/el_arca_de_la_libertad_tragedia_en_7_numeros/1012-1396812