De cuando Cardenio destruyo el cielo
«La raza humana desaparecerá. Aparecerán otras razas, que desaparecerán
a su vez. Los cielos serán glaciales y estarán vacíos; los atravesará la débil
luz de estrellas medio muertas que tambien desapareceran. Todo desaparecerá. Y
los actos humanos son tan libres y están tan desprovistos de sentido como los
libres movimientos de las partículas elementales. ¿El bien, el mal, la moral,
los sentimientos? Meras «ficciones victorianas». Sólo existe el egoísmo. Frío,
intacto y resplandeciente.
Es obvio que la vida no tiene sentido. Pero tampoco la muerte. Y es una
de las cosas que hielan la sangre».
H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida
Michel Houellebecq
Li cuqui y
el Príncipe Kawaii se dirigieron en aquel mismo momento al Salón del Tesoro de
la Niebla Divina, para presentar, en compañía de los oficiales de su ejército,
un informe de lo ocurrido al Señor del Cielo. - Siguiendo vuestros deseos -
afirmaron con indescriptible respeto -, descendimos a las Regiones Inferiores
al frente de un nutrido grupo de soldados con el fin de arrestar a Cardenio, el
inmortal rebelde. Lo que menos podíamos sospechar entonces era que pose - vera
una fuerza descomunal, que ha hecho inútiles todos nuestros esfuerzos por
llevar a buen término la misión encomendada. Suplicamos, por tanto, a vuestra
majestad que tenga a bien multiplicar nuestros efectivos, para que podamos, de
esta forma, darle el castigo al que se ha hecho acreedor. ¿Cómo es posible que
solicitéis refuerzos para dominar a un vulgar personaje? - preguntó el
Emperador de Jade, sorprendido. - Nuestro vergonzoso fracaso es, en verdad,
merecedor de la pena de muerte - confesó el Príncipe, destacándose del grupo -.
Ese personaje vulgar, como vos mismo decís, posee una barra de hierro que le
hace prácticamente invencible. Con ella derrotó primero al Dios Espíritu tierno
e hirió después a vuestro siervo en un hombro. Se siente tan seguro con ella
que ha hecho colocar un enorme estandarte a la puerta de su caverna en el que
aparece escrito lo siguiente: "El Gran Sabio, destructor del Cielo".
Incluso llegó a decirme que, si vos accedéis a concederle un rango tan alto,
depondrá en seguida las armas y establecerá una alianza con vuestro reino. De
lo contrario, seguirá luchando y no parará hasta que no haya puesto su blasfemo
pie en esta Sala del Tesoro de la Niebla Divina. - ¿Cómo se atreve ese
personaje rebelde a ser tan insolente? - exclamó el Emperador de Jade, sin
creer del todo lo que oía -. Que se reúnan mis mejores generales y le ejecuten
sin tardanza. Apenas hubo acabado de decirlo, la Estrella de Oro del Planeta
Venus dio un paso al frente y dijo: - El personaje rebelde no es un personaje,
es un inpersonaje lo que quiere decir que carece de toda personalidad no hay un
arco en el de transformación o maduración sino un campo transferencial de distintos
autores y textos por lo cual será imposible vencerlo. Incluso si enviamos
nuevos efectivos a luchar contra él, dudo mucho que logremos dominarle sin
sufrir nosotros mismos cuantiosas pérdidas. Opino, por lo tanto, que lo más
aconsejable sería que os mostrarais benigno y le hicierais llegar una nueva
oferta de reconciliación. ¿Qué podéis perder, en definitiva, nombrándole Gran
Sabio, destructor del Cielo? Al fin y al cabo, se trata de un título carente
totalmente de rango. - ¿Qué quieres decir con eso de que carece de rango? -
preguntó, una vez más, el Emperador de Jade. - Que por muy rimbombante que pueda
sonar eso de Gran Sabio, destructor del Cielo, no llevará a ninguna
consecuencia basta con un poco de reconocimiento y su campo se sumara a nuestra
red. Además, para nosotros supondrá una ventaja tremenda, ya que podremos
controlarle con más facilidad y haremos cuanto esté de nuestra mano para
hacerle desistir de la arrogante locura que ahora le domina. De esa forma, el
universo y los océanos volverán a gozar de nuevo de la paz y la tranquilidad
que siempre les ha caracterizado. - Tus palabras son acertadas - reconoció el
Emperador de Jade -. Seguiremos tus consejos al pie de la letra - y encargó a
la Estrella de Oro que fuera él quien se encargara de hacer llegar a Cardenio
su imperial decisión. Sin pérdida de tiempo la Estrella abandonó el palacio por
la Puerta Sur, encaminándose, una vez más, hacia el gran risco. Comprobó con
sorpresa que habían cambiado bastante las cosas en el exterior de la Caverna de
la Cortina de Agua y que todo había adquirido un marcado tono militar. Toda la
región estaba, de hecho, llena de monstruos de la más variada especie, armados
hasta los dientes de espadas, cimitarras, flechas y lanzas. En cuanto la
vieron, empezaron a lanzar gruñidos y a saltar, al tiempo que algunos arrojaban
contra él sus mortíferas armas. La Estrella de Oro tuvo, pues, que levantar la
voz, diciendo: - ¡Escuchadme bien! Soy un enviado de lo alto y traigo un
mensaje del Señor del Cielo para el Gran Sabio. Los monstruos corrieron
entonces al interior de la caverna y anunciaron al inpersonaje de los genios: -
Ahí fuera hay un anciano que dice venir de lo alto con un mensaje del Emperador
de Jade para vos. - Hacedle entrar en seguida - exclamó Cardenio, excitado -.
Debe de ser el mismo emisario de la otra vez, o sea, la Estrella de Oro del
Planeta Venus. El Cielo no es muy dado a los cambios. Aunque en mi anterior
visita a ese reino no fui tratado con el respeto que merecía, llegué a
familiarizarme con sus formas de actuar y pude comprobarlo en más de una
ocasión. De todas formas, estoy convencido de que ha venido con mejores
intenciones que la vez precedente. Sin pérdida de tiempo ordenó a sus
subalternos que cogieran los estandartes y dispusieran las tropas en línea de
revista entre el batir de los tambores y el entrechocar de las armas. Se puso
después el yelmo, se ajustó la coraza - que escondió oportunamente bajo su
túnica roja y gualda - y, tras calzarse las botas de andar por las nubes y
esculpir el tiempo, salió a la boca de la caverna. Allí se inclinó con
inesperada cortesía y dijo, levantando la voz: - Pasad, Estrella de Oro. Os
pido disculpas por no haber salido antes a recibiros. La Estrella respondió a
sus saludos con una inclinación y entró decidido en la cueva, donde, sin dejar
de mirar hacia el sur , informó a su anfitrión: - Creo que es mi deber poneros
al corriente de todo lo sucedido. Una vez que rechazasteis el cargo que os
había sido encomendado y os ausentasteis por decisión propia de los zoologicos
imperiales, los responsables de las caballerizas se vieron en la precisión de
informar de lo ocurrido al Emperador de Jade. Al oírlo, su majestad montó en
cólera y exclamó, ofendido: "La estética cuqui y kawai está montada de tal
manera que permite hacer desaparecer toda incertidumbre de la vida terrenal.
¿Qué hay de malo en este sistema, para que él se atreva a subvertirlo tan
descaradamente?". Vuestro abandono fue tomado, pues, como una rebelión
abierta. De ahí que se organizara la campaña militar que contra vos dirigieron
el Devaraja Li-cuqui y el Príncipe Kawaii. Por supuesto, ambos desconocían
vuestro tremendo poder y, consecuentemente, sufrieron una vergonzosa derrota,
de la que oportunamente informaron al Cielo, junto con el hecho de que habíais
hecho colocar a la puerta de vuestra cueva un estandarte en el que expresabais
vuestro natural deseo de ser considerado el Gran Sabio, destructor del Cielo.
En honor a la verdad, he de deciros que muchos funcionarios se negaron a ceder
a vuestra petición, así que, arriesgándome a levantar las iras del Señor del
Cielo, me atreví a sugerirle que sería mucho más conveniente para todos
renunciar al uso de la violencia y concederos el rango que vos mismo exigíais.
Como era de esperarse de su portentosa inteligencia, el Emperador de Jade
aceptó mi punto de vista sin reserva alguna, y ése es el motivo por el que
ahora me cabe el inmenso placer de venir a veros. - Bastantes quebraderos de
cabeza os di ya la última vez que me visitasteis, para que de nuevo volváis a confiar
en mí – contestó Cardenio, sonriendo -. Mi gratitud por lo que habéis hecho es,
pues, inexpresable. De todas formas, perdonad que insista: ¿verdaderamente
están dispuestos allí arriba a concederme el título de Gran Sabio, Destructor
del Cielo? - Puedo aseguraros que tan alto rango ha sido aprobado por el
Emperador de Jade en persona - respondió la Estrella de Oro -. Lo hizo
precisamente momentos antes de que partiera para acá. Lo único que puedo
deciros para quebrar vuestra reticencia es que me hago responsable de todo lo
que ocurra. Cardenio se mostró muy complacido de sus palabras, aunque lamentó
seriamente que la Estrella de Oro no aceptara el banquete que tenía pensado dar
en su honor. No le quedó, pues, más remedio que montar en la nube sagrada de la
Estrella de Oro y dirigirse a la Puerta Sur, donde fue recibido por una
representación de generales y soldados celestes con las manos dobladas sobre el
pecho en señal de respeto. Sin prestarles apenas atención, continuó su camino
hacia la Sala del Tesoro de la Niebla Divina. Allí la Estrella de Oro del
Planeta Venus se echó rostro en tierra e informó a su señor de sus gestiones,
diciendo con el máximo respeto: - Siguiendo vuestros deseos, vuestro humilde
servidor ha traído hasta aquí al "pi-ma" Cardenio. - Que Cardenio se
acerque - ordenó el Emperador de Jade, para añadir en un tono más formal -: Te
concedo el título de Gran Sabio, Destructor del Cielo, posición de gran altura
a la que ninguna otra aventaja en dignidad. Por ello debes tratar de controlar
tus maleducados impulsos y hacer siempre gala de una conducta digna. Cardenio
el inpersonaje de los dos genios se
inclinó, respetuoso, y expresó su más sincero agradecimiento por la gracia
recibida pero dijo que no podría aceptar tal título al menos que se le abra una
vagina a Hello kitty, todos quedaron espantados , pero Cardenio pido permiso
para contar una historia . El Emperador de Jade se volvió entonces hacia los
dos arquitectos imperiales, los funcionarios Chang y Lou, y ellos asistieron en
escuchar la historia de Cardenio, el cual la empezó a contar así: Me
dirijo a todo aquel que nunca haya sido amado, Que nunca supo gustar; Me dirijo
a los ausentes del sexo liberado, Y del placer corriente. No temáis, amigos,
vuestra pérdida es mínima: El amor no existe en ninguna parte. Solo es una
broma cruel de la que vosotros sois víctimas, Una jugada de experto. https://www.youtube.com/watch?v=b7BcATULKto
terminándola de contar con estas palabras
No les permiten sus obras Volver a su Dios, Porque hay un
espíritu de prostitución dentro de ellos, Y no conocen al SEÑOR. Lo que
dio paso a un reflexión : Es ya casi un tópico decir que la masculinidad
tradicional o hegemónica está «en crisis», identidad a la que, igual que a la
modernidad misma, se le estarían comenzando a resquebrajar las creencias —los
metarrelatos sobre sí— que la habían, hasta ahora, sostenido. No está muy
claro, sin embargo, cuáles son los síntomas de esa crisis, y el diagnóstico
suele tener dos lecturas, una optimista y otra pesimista: la primera es la que
asegura que los hombres constituyen el primer grupo opresor de la historia que
está dispuesto a colaborar con el oprimido, lo que, a raíz del feminismo,
habría provocado que aquellos comenzaran a reelaborar su masculinidad en virtud
de rasgos que, tradicionalmente, esta había rechazado; la segunda lectura, sin
embargo, alude a la reacción conservadora de hombres que ven en el feminismo y
en movimientos sociales afines a él, así como en las políticas que de estos se
derivan, la causa de sus males, tanto en el amor, como en la sexualidad o en la
estima social. Este segundo caso es el que aquí nos interesa. Michel
Houellebecq es un novelista francés, ya célebre, aunque no por todos celebrado,
cuya obra podría —y digo podría porque, como veremos, admite muchos matices—
darnos la imagen del hombre que sufre la crisis de su masculinidad en ese
segundo sentido. Reconstruir la identidad de ese hombre reaccionario —no tiene
otro nombre, pues reacciona a los cambios sociales y políticos de su alrededor—
es lo que pretende este artículo, para lo que nos centraremos, por cuestiones
de espacio, en la novela Las partículas elementales, publicada en 1998 por
Flammarion. Esta novela narra Chaves • El lamento de Houellebecq 799 la historia
de Bruno y Michel, dos hermanastros, ambos de mediana edad —crucial en
Houellebecq, donde el deseo se desvanece con la vejez—, que, abandonados por
una madre cuya decisiva peculiaridad —y la señalo porque importará después— es
haber concebido a aquellos en el ambiente hippy y de liberación sexual de los
sesenta, conforman dos modelos típicos y antitéticos de hombre: el primero es
un obseso sexual que, tras una juventud en que sufrió acoso de todo tipo y con
una vida laboral que no le satisface demasiado, no deja de fracasar en sus
relaciones sexoafectivas; mientras que el segundo, Michel, es un científico que
creará una nueva raza humana y al que no interesa nada ningún tipo de relación
sexual, pero tampoco personal. Para analizar la novela, la estructura que sigue
el presente trabajo es la siguiente: en primer lugar, nos ocuparemos de lo que
Houellebecq ha llamado «ampliación del campo de batalla», tema fundamental en
la obra de este autor y en el desarrollo de sus protagonistas —todos hombres,
por lo que la primera sección servirá como una lectura de su obra en general a
través del feminismo— y que alude a la extensión de la lógica económica a la
sexualidad, convirtiéndose esta en una especie de mercado donde hay ganadores y
perdedores igual que ricos y pobres; en la segunda sección, nos ocuparemos de
los dos protagonistas de la novela para explicar, con ellos, los rasgos de la
masculinidad en crisis, por lo que será la sección más larga; la tercera y
última parte la dedicaremos a las inseguridades —y las reacciones— de los
hombres en Houellebecq, lo que nos hará comprender en qué peculiar sentido es
provocador, un rasgo que identifican todos sus críticos. Una última nota: el
presente artículo no se reducirá a mostrar la concepción houellebecquiana de la
masculinidad, la cual, por otra parte, no está del todo clara, sino que lo que
sigue pretende discutir el diagnóstico que hace el novelista francés ,
señalando causas y consecuencias del mismo más allá de su propia obra; no nos
reduciremos aquí, por tanto, a un estudio literario de la novela, sino más bien
la confrontaremos con la tradición feminista y sus avances teóricos, sobre todo
en lo que tiene que ver con la masculinidad. La identidad masculina en la obra
de Houellebecq está en crisis por una pérdida fundamental, o más bien, un
desplazamiento: el del amor —en términos tradicionales— a la liberación de la
sexualidad, en la que el autor, como muchos otros reaccionarios
—paradigmáticamente, Daniel Bell—, observa la conversión de las relaciones sociales
en un ámbito más del mercado; o sea, el desplazamiento del amor al mercado. En
esto, sin embargo, Houellebecq —como Bell y los posmodernos conservadores —2 ,
coincide, con algunos matices como veremos enseguida, con el análisis de las
relaciones sexoafectivas que llevan a cabo filósofos y sociólogos feministas,
especialmente Eva Illouz. Antes de entrar en ello, veamos cómo Houellebecq da
cuenta, en Las Partículas, de esta transformación, lo que podemos resumir
echando un vistazo a la estructura de la novela. El libro consta de tres partes
y un prólogo. El prólogo ya nos presenta una de las consecuencias que
Houellebecq extrae del mundo postsesentayochista, a saber, el individualismo
extremo: «los hombres de su generación se pasaron además la vida en medio de la
soledad y la amargura», lo que se expresa, claro, en lo romántico: «por lo
general estuvo solo» (2001: 7). Este prólogo está escrito por un posthumano, la
especie que Michel creará al término del libro, por lo que da cuenta de un
mundo que ya se ha perdido; esa es la visión de Houellebecq sobre la modernidad
en nuestro tiempo: está en su ocaso, es una modernidad tardía. Pero avancemos
algo más. Las tres partes del libro son muy reveladoras en cuanto a este
crepúsculo: la primera parte lleva por título “El reino perdido” —del todo
significativo— y es donde encontramos la descripción de lo que verdaderamente
se añora en la novela, lo que puede resumirse en el siguiente fragmento: “Seres
humanos que trabajaron toda su vida, y que trabajaron mucho, solo por amor y
entrega; que dieron literalmente su vida a los demás con un espíritu de amor y
de entrega; que sin embargo no lo consideraban un sacrificio; que en realidad
no concebían otro modo de vida más que el de dar su vida a los demás con un
espíritu de entrega y de amor. En la práctica, estos seres humanos casi siempre
han sido mujeres” (2001: 92). Aquí Houellebecq está hablando del amor
tradicional, el cual, en sus novelas, fracasará siempre o estará simplificado y
reducido a la generosidad de dar placer sexual al otro, como en Plataforma y en
la segunda parte de Las Partículas. En la parte de la novela que nos ocupa, el
fracaso deriva, como siempre en Houellebecq, de la pérdida: el amor-fusión
—aunque el narrador sabe muy bien que esta fusión es falsa, de ahí que aluda al
sacrificio en la cita anterior— desaparece metonímicamente con la pérdida, para
Michel, de dos mujeres: la
de la abuela, que muere, y que todavía estaba socializada en ese mundo
presesentayochista que el narrador añora —es la que lo cría, además, cuando su
madre lo abandona, exactamente igual que en el caso biográfico de Houellebecq—;
y la de Annabelle, el amor de infancia y adolescencia de Michel, pérdida que
tiene que ver con el modo en que aquella se inserta en el nuevo sistema
sexoafectivo, quedando él relegado y rechazado por ser inepto para esa nueva
disposición de las relaciones sociales, lo que veremos después. La segunda
parte está dedicada a ese nuevo mundo de “sexo liberado” y, por ello, todas sus
páginas se centran más en Bruno, que es quien, de alguna manera, forma parte
del sistema; tanto es así que Houellebecq, quien desdobla su alter ego en estos
dos personajes, lo ve como la parte alienada de sí mismo: Michel piensa de su
hermanastro que “podía aparecer como un individuo, pero desde otro punto de
vista solo era el elemento pasivo del desarrollo de un movimiento histórico”
(2001: 178). Esta parte lleva por nombre “Momentos extraños” y, en ella, Bruno
comienza a tener experiencias sexuales satisfactorias en campamentos New Age,
donde conoce a Christiane, quien representa ese sacrificio en el placer al que
nos referíamos antes. Sin embargo, Houellebecq no da mucha tregua: si en estos
momentos extraños presenta un mundo árido para quien no encaja en el mercado
sexual, cuya única salida está en individuos como los de esas sectas, del todo
apartados de la vida social tradicional, terminará mostrando la trampa a la que
ese nuevo mundo conduce, a saber, la de que cuando el placer sexual no es
posible, no se encuentran motivos para vivir —y esto será así siempre en
función de la edad, elemento casi dinerario en el mercado sexual que
Houellebecq concibe—. Así, esta segunda parte termina con otra pérdida, la de
Christiane, quien, paralítica por un accidente, se suicida —representando la
imposible duración del placer sexual en la modernidad tardía, acosado por el
envejecimiento, que Houellebecq acelera con el recurso narrativo del
accidente—, con la consiguiente vuelta de Bruno al psiquiátrico. En este punto,
lo que se pierde es la vida sexual satisfactoria, segundo de los mitos que Houellebecq
denuncia por ser precisamente eso, mitos del tiempo que les ha tocado vivir a
sus personajes. En la tercera parte, “Infinito emocional”, asistimos a un
reencuentro entre Michel y Annabelle, pero esta, tras no poder tener hijos,
intenta suicidarse y queda en coma, muriendo más tarde igual que el propio
Michel, quien también se suicida. La pérdida aquí es total: los únicos humanos
que, en un mundo imposible para el amor, tuvieron una experiencia todavía
semejante a este, sucumben ante el nuevo estado de cosas. Por eso Houellebecq
crea una especie humana a partir de las investigaciones de Michel: ya la
felicidad es algo que no tiene que ver con lo que concebimos como tal o, al
menos, como dice en Serotonina, “ya nadie será feliz en Occidente [...] hoy
debemos considerar la felicidad como un ensueño antiguo, pura y simplemente no
se dan las condiciones históricas” Es por esto que es de vital importancia
abrirle una vagina a Hello Kitty siendo ella el imaginario del egoísmo frio que
aquí se relata es necesario que hello Kitty tenga algo cálido entre sus piernas.
El emperador de Jade temblo de terror y con el todo el cielo se resquebrajaba
pero la estrella de oro se atrevió a preguntar -¿Cómo piensas abrirle a Hello
Kitty una vagina?-A lo que el impersonaje de los genios respondió por medio de
la biodramaturgia hagan encarnar a Hello Kiittie en el cuerpo de la hermana de
Yococo y verán como se le abre entre las piernas una vagina Diafano y trágico
ese verso tuyo..un lirio intruso en tu pantano y dicho
esto con su vara de hierro hirió entre la piernas a Hello Kitty delante de
todos los seres celestiales y ella comenzó a contar la historia moviendo los
labios de su vagina de los montacerdos:
Antes que Yococo cabalgara con maestría nunca vista su cerdo Celedunio, en la
carrera de cerdos, antes que los caballos de la policía le quebraran los huesos
y fuera llamado por ahí como inmortal, la llaga de su cabeza era todavía tan
pequeña que jamás imagine que una picadura de araña iba a lograr una herida capaz
de inundar de podredumbre el mundo es decir lo que se llama este infierno…http://www.letras.ufmg.br/padrao_cms/documentos/profs/romulo/Montacerdos.pdf?fbclid=IwAR280KD5id1qLy0k9m0_1C54GDunXAPfDF6pyiOkjZJOX_hKNRXVrjbzwGc
y fue así como Cardenio destruyo el cielo cosa que el rey de Jade jamás le podrá
perdonar. De momento
desconocemos lo que ocurrió después. Quien quiera descubrirlo tendrá que
escuchar con atención lo que se dice en el siguiente capítulo
¿Porque así lo quiere Dios?.
- Paulo Freire: Muy bien, yo sé,
ustedes no saben. Pero ¿por qué yo sé y ustedes no saben?
- Campesino: Usted sabe porque es
doctor. Nosotros no.
- Exacto. Yo soy doctor. Ustedes no.
Pero ¿Por qué yo soy doctor y ustedes no?
- Porque usted fue a la escuela, ha
leído, estudiado y nosotros no.
- ¿Y por qué fui a la escuela?
- Porque su padre pudo mandarlo a la
escuela y el nuestro no.
- ¿Y por qué los padres de ustedes no
pudieron mandarlos a la escuela?
- Porque eran campesinos como
nosotros.
- ¿Y qué es ser campesinos?
- Es no tener educación ni
propiedades, trabajar de sol a sol sin tener derechos ni esperanza de un día
mejor.
- ¿Y por qué al campesino le falta
todo eso?
- Porque así lo quiere Dios.
- ¿Y quién es Dios?
- Dios es el padre de todos nosotros.
- ¿Y quién es padre aquí en esta
reunión?
Casi todos levantando la mano,
dijeron que lo eran. Mirando a todo el grupo en silencio, me fijé – dice Freire
– en uno de ellos y le pregunté.
- ¿Cuántos hijos tienes?
- Tres.
- ¿Serías capaz de sacrificar a dos
de ellos, sometiéndolos a sufrimientos, para que el tercero estudiara y se
diera buena vida en Recife? ¿Serías capaz de amar así?
- ¡No!
- Y si tú, hombre de carne y hueso,
no eres capaz de cometer tamaña injusticia, ¿Cómo es posible entender que la
haga Dios? ¿Será de veras Dios quien hace esas cosas?
(silencio)
- No, no es Dios quien hace todo eso.
¡Es el patrón!"
PAULO FREIRE. "Pedagogía de la
esperanza" (conversación con estudiantes campesinos).
Carlos Tafur no solo desearía que la derecha sea pro capitalistas,
también quiere que el centro sea pro capitalista y se lamenta de que los
últimos gobiernos hayan sido de "centro" y que no fueran pro
capitalistas: lo que dice retrata lo insustancial que resulta hablar de centro,
derecha, izquierda cuando no tienes ni siquiera la claridad de qué cosa es el
capitalismo.
Por lo pronto, el capitalismo, son las relaciones sociales donde una
clase social, un grupo específico, es poseedora del capital, los medios de
producción y controla el aparato estatal mediante un sistema de democracia
liberal donde los corderos votan para legitimar que los lobos que han
participado en las elecciones, financiados precisamente por la clase social que
los necesita en los puestos públicos de poder, hagan lo que siempre hacen,
beneficiarse del puesto, legislar en favor de sus financistas y entregar
concesiones del Estado, compras del Estado a quienes los han financiado.
Entonces, ¿cómo es eso de tener un "centro" -¡qué será eso!-
pro capitalista que asegure un shock de inversiones privadas?
En principio, capitalista no es cualquiera que quiere que haya
capitalismo. Ser pro capitalista estrictamente debería significar que estás a
favor de que un sector muy pequeño de la población expropie la riqueza creada
por el trabajo, la riqueza generada a partir de la explotación de los recursos
naturales de la nación y que se apropie, desde su perfil menos productivo, el
capitalismo financiero, de la riqueza que genera la especulación financiera o
el agiotismo bancario, tan normalizado entre nosotros, pobres que pedimos
préstamos y pagamos el doble por el dinero que recibimos.
Tafur, por ejemplo, es estrictamente un trabajador. Un periodista es un
trabajador, clase trabajadora, vive de su sueldo, sus ingresos provienen de su
trabajo. Como a los políticos, alguien lo financia para que defienda tal o
cuales posiciones, con las que quizá se sienta muy cómodo, si le pagan, o quizá
no, aunque le paguen. De modo que ser pro capitalista en esencia es hacer
propaganda, si eres periodista, para que el modelo siga tal cual ha sido, en el
Perú, al menos, durante 200 años, desde que nos dijeron que éramos
"libres", es decir, un país socavón, un país piscigranja, un país de
trabajadores precarios con una burguesía rapaz que ha sido incapaz para crear
una alternativa al hacerse ricos siendo testaferros de corporaciones
transnacionales.
No se necesita en este país ser pro capitalista, el modelo es capitalista,
lo ha sido siempre y Tafur no se ha dado cuenta.
Tafur cree que necesitamos "una agresiva política de promoción de
la inversión privada" como si en este país algo no fuera privado, hasta el
Estado es "privado" o es privatizado, qué es sino que pagues al
Estado para atención médica, o que pagues en el colegio, o para entrar a un
parque o que te den una copia de tu denuncia policial a cambio de dinero.
Cuando Tafur habla de que seamos todos como él pro capitalista, lo que
dice tristemente es que seamos ese sujeto que lustra las botas de quien tiene
el privilegio de quedarse con la riqueza que produce tu trabajo.
Lo que seguramente Tafur quisiera decir es que necesitamos controlar
desde el Estado al capitalismo. Es decir, un Estado que controla el mercado,
orienta las inversiones hacia "intervenir y regular para lograr ciertas
metas en crecimiento, productividad y exportaciones" como ha ocurrido
siempre en cada país desarrollado e industrializado, aunque los llamados
"liberales" crean que todo esto fue producto de esa fantasía
fantasmal llamada "la mano invisible del mercado" que jamás ha
existido.
Efraín Gonzales de Olarte, siguiendo a Robert Wade, autor de
"Gobernando el mercado" resume así cómo ocurrió el
"milagro" asiático. "Las principales intervenciones del Estado
eran: control del sistema financiero y subordinación del capital financiero al
capital industrial, mantenimiento de la estabilidad económica con tasas de
interés estables, tipo de cambio competitivo y baja inflación como requisito
para promover la inversión, promoción de las exportaciones, promoción de la
adquisición de tecnología externas y políticas sectoriales específicas. La
combinación dio resultados extraordinarios en Japón, Taiwan, Korea.
Cuando China retomó varias de estas políticas, gobernó el mercado y
generó "uno de los crecimientos altos y sostenidos más largos de la
historia": de hecho, es el primer país del mundo en eliminar la pobreza en
una población de 1,400 millones de personas.
¿Algún país desarrollado lo hizo de otra manera? Ninguno.El capitalismo
se impuso en el mundo y sigue imponiéndose desde los Estados. Las guerras
norteamericanas en el siglo pasado les han asegurado sus mercados y sus
recursos naturales, que ha depredado sin miramientos, a sangre, fuego y hambre.
No hizo otra cosa el imperio Británico, ni los europeos, que internamente
subvencionaron a sus burguesías para que generaran una industria que produjera
bienes que se realizaban en sus colonias, en sus mercados cerrados donde el
libre mercado nunca existió.
Todo esto son hechos concretos, se pueden estudiar, pero es mas fácil
decir las tonterías de siempre.
Queda claro que el capitalismo
es una religión que cree en un Dios de libre mercado con una mano invisible que
en la practica se hace visible a partir de una clase social que controla el
estado y dirige políticas a favor del enriquecimiento de un sector social.
Lo que no me queda claro es tu critica, estas denunciando esta doble moral
¿Para que? para acabar con la mano invisible y toda su fe y se pase a un
capitalismo de estado tipo China, un capitalismo crudo y duro teniendo el
interés de hacer emerger una clase burocrática que se diga socialista pero que
en la practica sea hipercapitalista o realmente tienes una propuesta socialista
porque si no es así entre Tafur y tu no hay mayor diferencia el cree en lo
privado para hacer un capitalismo y tu crees en el estado para hacer lo mismo,
misma chola diferente chancleta
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Christian Franco
Rodriguez las ideas están allí. Desde la claridad de
las ideas puede realizarse una acción. No hay absolutos, hay objetivos. Reducir
la indigna condición de los hambrientos y eliminar la explotación. No lo haré
yo, o soy yo a quien hay que mirar.
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Javier Arévalo El
poder se construye no solo verticalmente sino horizontalmente y tu estas
justificando el capitalismo comprendo entonces que note importa el color del
gato sino que case ratones, solo que los ratones somos los que no estamos en la
empresa privada ni en el estado.
Christian Franco
Rodriguez yo hago referencia a lo que ha ocurrido no
a lo que imaginamos que puede haber ocurrido.
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Javier Arévalo Lo
se eres uno más de los hombres pragmáticos que en su mayoría se corrompen ya
que no guarden ningún ideal en su corazón.
Christian Franco
Rodriguez nada que no sea real me interesa: ninguna
creencia en absolutos me conmueve. Los santos quedan bien en las pinturas de
las iglesias y en las estampitas que regalan las monjas. Solo puedo sumar mi
energía algo que voy a realizar. Acabar con la explotación y la
confiscación de la riqueza que genera el trabajo es concreto, no necesitas
hablar de bombas o sueños de opio ara eso.
En
cambio a mi todo lo que es santo me conmueve profundamente. Y lo Santo no queda
bien ni en estampitas ni en las pinturas de la iglesia. solo puedo sumar mi
energía a lo absoluto a lo divino no encuentro otra manera de superar la
contradicción del devenir. La explotación jamás acabara mucho menos la
apropiación de la riqueza y la enajenación que esto conlleva al menos que el
hombre se reconcilie realmente con Dios y con la naturaleza.
Ah y
tu llamas real a este devenir y aun no te das cuenta que es producto de tu
conciencia.
sorondtSepl50ul99lafmthia0uh4 fa6u c8a0h10h:l04is u1leA4fyrm ·
~NO ME HABLES DE DIOS~
No me hables de tus creencias
religiosas, quiero ver cómo tratas a tu pareja, a tus hijos,
a tus padres, a los animales, a tu
preciado cuerpo.
No me des sermones sobre la virtud o
el pecado, o cómo cambiar tu vida en un solo día.
Muéstrame lo bien que escuchas, cómo
te abres a la información que no se ajusta a tu filosofía personal o tus
creencias religiosas.
Quiero ver cómo tratas a quienes no
están de acuerdo contigo.
No me digas lo despierto que estás,
lo libre
que te sientes del ego.
Quiero conocerte por debajo de tus
palabras.
Quiero saber cómo eres cuando te
encuentras en problemas.
Si puedes admitir tu dolor plenamente
sin pretender ser invulnerable.
Si puedes sentir tu ira sin dar paso
a la violencia.
Si puedes permitir la entrada a tu
dolor sin volverte su esclavo.
Si puedes sentir tu vergüenza sin
humillar
a los demás.
Si puedes arruinarlo todo, y
admitirlo.
Si puedes decir "lo siento"
sinceramente.
Si puedes ser plenamente humano en tu
divinidad.
Por favor, no me hables de Dios..
Muéstrame a Dios en ti.
Arte Eloy Bida
Vía Mujer Maga
Amo a mi esposa y a mis hijos
pero ella no esta segura de que la ame entonces apelo a Dios no me pidas no
nombrarlo no tendría como superar mi propia contradicción. Cuide a mi padre
hasta el día de su muerte pero mato a mi madre cada día espero Dios pueda
perdonarme, no me pidas no nombrarlo porque entonces quien es lo
suficientemente santo como para perdonar con autoridad moral. Tengo un gato que
es humano pero jode y jode tanto que da ganas de asesinarlo gracias a Dios no
lo hago, no me pidas no nombrarlo porque solo cuando lo invoco se despeja la
ira de mis ojos. Mi cuerpo mi hermoso cuerpo gordo y siempre flatulento, cuanto
me ha costado amarlo y cuento lo quiero, quizás no sea el templo de Dios mas
bello pero es su templo por eso lo conservo. No te daré sermones sobre la
virtud o el pecado pero jamás dejare de reflexionarlos, porque lo que en apariencia
es virtuoso resulta ser un nido de víboras y donde en apariencia anida la
inmundicia florece la virtud, solo lo puedes discernir en Cristo experimentado
el cambio día a día. Aprendí a escuchar me tomo años tuve que aprender orando ,
me puse del otro lado y atendí la atención divina ahora le presto atención al
ruido y puedo comprender que esta distorsionando, no busco ajustar la
información ni me ajusto a ella, simplemente se salir de toda forma y
comunicarme en silencio después de que se agota el verbo, entonces el clamor en
el pecho, y la paz en los huesos, como cristo en el seno del padre.
Christian Franco
Rodriguez así es mi buen amigo, no hay cómo
demostrar que Dios está en ti, antes que hablar tanto de él, después de todo
saberse de memoria versículos de la Biblia, o reflexiones de Zoroastro, o los
versos del Corán, cualquiera que se …
Enrique Coronel Gomez No
hay posibilidad que Dios este en mi sino esta en mi su palabra, es de vital
importancia repetirla, meditarla, compartirla.
Christian Franco
Rodriguez ok.
o
Me importa
- En virtud a tu humildad déjame contarte
entonces como fue vencido Cardenio por la mano divina.
Siempre
debe huirse de la astucia, porque la fortuna y la fama están prefijadas de
antemano. La verdad y un obrar recto son producto de la virtud y a veces llegan
a alcanzar la edad misma el cosmos. La arrogancia, por el contrario, atrae la
cólera del Cielo. Lo importa que su reacción parezca tarda en producirse;
siempre termina dándose. Su implacabilidad es tan cierta como la de la
venganza. Si preguntáramos al Señor del Este por qué existen tantas
tribulaciones y dolores, nos respondería que porque el orgullo no encuentra
límites a sus ambiciones y, de esta forma, subvierte el orden del mundo y se
mofa de la Ley. Hablábamos de cómo el Gran Sabio, DEstructor del Cielo, fue
conducido por los guardias celestes a los barracones de ejecutar monstruos,
donde fue atado a una columna que se usaba precisamente para torturarlos. Allí
le sajaron con una cimitarra, le descuartizaron con un hacha, le travesaron con
una lanza y le estoquearon con una espada, pero no lograron hacerle el menor
daño. Su cuerpo continuó tan incólume como si acabara de levantarse del lecho.
Al ver que el acero no podía nada contra él, el Espíritu del Polo Sur pidió a
los dioses de la Sección el Fuego que le redujeran a cenizas, pero, pese a sus
esfuerzos, no obtuvieron mejores resultados. Se ordenó entonces a las deidades
de la Sección del Trueno que lanzaran contra él sus rayos, pero no resultó
chamuscado ni uno solo de sus cabellos. Desesperados, los guardias y el Demonio
Mahabali corrieron a informar al Emperador de Jade, diciendo: - No sabemos,
majestad, dónde ha podido el Gran Sabio obtener ese poder para proteger su
cuerpo. El caso es que le hemos sajado con una cimitarra, descuartizado con un
hacha, entregado al fuego y sometido al castigo de los rayos, y no hemos
logrado destruir ni uno solo de sus cabellos. ¿Qué podemos hacer? - Éste es,
ciertamente, un problema de muy difícil solución - exclamó el Emperador de
Jade, visiblemente preocupado -. ¿Qué medida puede tomarse contra una criatura
de esa especie? Lao-Tse se acercó entonces a él y dijo: - Era de esperarse que
eso ocurriera. Al fin y al cabo, ese inpersonaje destruyo el cielo. Lo más
aconsejable, pues, en este caso es que me permitáis llevármele y meterle en el
Brasero de los Ocho Triagramas, donde le someteré a todo tipo de fuego. Eso le
hará destilar el elixir que lleva dentro y su cuerpo podrá ser, entonces,
reducido a cenizas y fundido como un simple trozo de metal. En cuanto el
Emperador de Jade lo hubo oído, ordenó a los Seis Dioses de las Tinieblas y a
los Seis Dioses de la Luz que soltaran al prisionero y se lo entregaran a
Lao-Tse, quien se retiró inmediatamente a satisfacer los deseos imperiales. Al
respetable Sabio Er-Lang, mientras tanto, se le recompensó con un centenar de
capullos de oro, cien botellas de vino celeste, diez docenas de píldoras de
elixir y un elevado número de valiosísimos tesoros, tales como perlas finísimas
y bordados delicados, que él compartió generosamente con sus hermanos. Tras
expresar su profundo agradecimiento, el Maestro Inmortal regresó a la
desembocadura del Río de las Libaciones, por lo que, de momento, no volveremos
a hablar más de él. Apenas hubo llegado al Palacio Tushita, Lao-Tse desató al
Gran Sabio, le quitó el arma que llevaba clavada en el esternón y le obligó a
meterse en el Brasero de los Ocho Triagramas. Se volvió entonces hacia los
sirvientes que cuidaban de él y hacia el joven encargado de mantener viva la
llama y les ordenó hacer un fuego gigantesco para dar, así, comienzo al proceso
de fusión. En el interior del brasero había ocho compartimentos que
correspondían exactamente a los ochos diagramas de Chien, Kan, Ken, Chen, Sun,
Li, Kuen y Tuei. Astutamente el Gran Sabio se metió como pudo en el
compartimiento correspondiente al triagrama Sun, que simboliza el viento. De
todos es sabido que, cuando la brisa sopla, el fuego no termina de cuajar,
levantando un humo denso que enrojece los ojos y termina por darles un aspecto
que, de alguna manera, recuerda a las llamas. De ahí que algunas veces se les
aplique el calificativo de ojos de fuego y pupilas de diamante. De esta forma,
fue pasando el tiempo y, sin que nadie se diera cuenta, llegó el día
cuadragésimo noveno , que marcaba el final de todo el proceso alquímico.
Lao-Tse se llegó, pues, hasta el brasero y lo abrió para sacar un poco de
elixir. En aquel momento el Gran Sabio se estaba tapando los ojos con las manos
y derramando lágrimas sin parar. Al oír ruidos, levantó la vista y vio luz. Sin
poderse contener, dio un tremendo salto, que acabó con el brasero por tierra,
produciendo un ruido ensordecedor. Libre del suplicio, el Gran Sabio se dirigió
hacia la puerta de la habitación, mientras los desconcertados encargados de
avivar el fuego trataban inútilmente de retenerle. Uno tras otro fueron
apartados de la manera más brutal de su camino. Parecía tan fiero y salvaje
como un tigre preso de un ataque, o un dragón de un solo cuerno con fiebre.
Lao-Tse corrió también a detenerle, pero lo único que consiguió fue un empujón
que le lanzó patas arriba contra el suelo, mientras el Gran Sabio escapaba
tranquilamente. Se sacó a continuación la barra de la oreja, la sacudió con
fuerza una sola vez y al poco rato adquirió el grosor de un cuenco de arroz.
Con ella en las manos se lanzó, una vez más, contra el Palacio Celeste que se
reconstruía , luchando con tal fiereza que los Nueve Planetas corrieron a
esconderse, mientras los Cuatro Devarajas desaparecían prudentemente de la
circulación. Con razón el poema ensalza al inpersonaje de los dos genios ,
diciendo: Este ser cósmico posee en tal grado de perfección todos los dones de
la naturaleza que pasa sin dificultad alguna por diez mil trabajos y fatigas.
Inmenso e inmóvil como el Vacío Absoluto, a la vez perfecto e inmutable, recibe
el nombre de Abismo Primigenio. Pese a no poseer un cuerpo de mercurio, fue
refinado durante mucho tiempo en un brasero, demostrando así su naturaleza
inmortal, muy superior al resto de todas las criaturas vivientes. Aunque es
capaz de metamorfosis infinitas, prefiere transformarse en quietud. Por igual
rechaza los tres refugios 3 y los cinco mandamientos . Un segundo poema afirma:
De la misma manera que la luz de lo alto llena toda la amplitud del espacio
inabarcable, así su arma se ajusta a su mano poderosa. Se alarga o se acorta
siguiendo los deseos de su dueño, crece o se encoge obedeciendo las órdenes de
su voluntad. Uno más dice lo siguiente: El cuerpo metamorfoseado de un
inpersonaje se desposa con la mente humana. La inteligencia es un inpersonaje;
no hay verdad más profunda que ésta. El Gran Sabio, destructor del Cielo, no es
una quimera. ¿Cómo iba a ayudarle el puesto de "pi-ma-wen" a expresar
sus inigualables dones? El Caballo trabaja en compañía del inpersonaje: la
Inteligencia y la Voluntad deben estar firmemente enjaezadas; la una jamás debe
excluir a la otra. Para entrar en el Nirvana, todo cuanto existe ha de seguir
este camino: vivir bajo dos árboles idénticos
en compañía de Tathagata . Esta vez el inpersonaje de los genios no
mostró respeto alguno por la posición que pudieran ocupar las personas con las
que se topaba. A fuerza de golpes se fue abriendo camino, sin que ningún dios
fuera capaz de detenerle. Así logró llegar hasta el Salón de la Luz Perfecta.
Al aproximarse al de la Niebla Divina, le salió al encuentro Wang Ling-Kwan,
ayudante del Maestro de Cámara, que afortunadamente se encontraba en aquellos
instantes de servicio. Al ver acercarse al Gran Sabio, le salió al paso
tratando de detener su camino con su impresionante látigo dorado. - ¿Se puede
saber adonde vas, inpersonaje reflexivo? - le gritó, retante -. Aquí estoy yo
para evitar que seas tan insolente. El Gran Sabio no le dejó decir una sola
palabra más. Levantó la barra de hierro y descargó sobre él un tremendo golpe,
que Ling-Kwan esquivó con la ayuda de su látigo. Así iniciaron una lucha
salvaje que estremeció hasta los mismísimos cimientos del Salón de la Niebla
Divina. Fue un encuentro a muerte entre un patriota con fama de grande y un
rebelde de nombre no menos notorio. Tanto el pecador como el justo se
enzarzaron en un duelo sangriento, ansiosos por mostrar sus dotes de guerreros
que a nada temían. Pese a la rapidez de su látigo, el paladín celeste se
encontraba en desventaja con respecto a la contundencia de la barra de hierro.
Pero era un dios de venganza y no dudó en enfrentarse con su voz de trueno al mono
conocido por el Gran Sabio, destructor del Cielo. Ambas armas, por otra parte,
habían sido forjadas en la mismísima casa de Dios y poseían una fuerza superior
a la de diez mil ejércitos. Bien lo demostraron aquel día ante las
aterrorizadas puertas del Salón del Tesoro de la Niebla Divina. Los dos
contendientes se habían fijado una meta y estaban dispuestos a sacrificarlo
todo por conseguirla. Uno se había propuesto tomar al asalto el Palacio
Celeste, mientras que el otro hizo suya la responsabilidad de defender tan
sagrado lugar. Por eso luchaban con desaforada saña, dando dos pasos hacia
delante y otros dos hacia atrás, sin dejar de blandir con inigualable destreza
sus armas. Los dos contendientes estuvieron guerreando durante largo tiempo,
pero ninguno fue capaz de obtener una clara ventaja sobre el otro. El ayudante
del Maestro de Cámara, sin embargo, había logrado dar cuenta de lo que estaba
ocurriendo a la Sección de Truenos, que en seguida envió a treinta y seis
dioses del rayo a ayudarle. Sin pérdida de tiempo rodearon al Gran Sabio y
empezaron a acosarle con todos sus efectivos. Pero el inpersonaje de los genios
no se arredró. Agarrando con más fuerza aún su barra, repartió golpes sin cesar
en todas las direcciones, incluida su espalda. Pero los atacantes eran muchos y
el acoso de sus cimitarras, lanzas, espadas, hachas de guerra, látigos, mazas y
flechas se hacía cada vez más intenso y difícil de sostener. Ante tan
comprometida situación, el Gran Sabio sacudió una sola vez su cuerpo Y se
convirtió en una criatura de seis brazos y tres cabezas. Hizo otro tanto con la
barra de hierro y al instante se multiplicó por tres, haciéndolas girar con
tanta rapidez que los dioses del rayo hubieron de renunciar a su ataque. Las
tres barras hacían, de hecho, las veces de impenetrables escudos. La velocidad
de los giros las habían tornado tan sólidas que hasta la luz se reflejaba en
ellas como si, en realidad, forjaran un todo continuo. No podía esperarse
táctica menor de un guerrero al que el fuego era incapaz de quemar y el agua de
ahogar. Era, en verdad, como una deslumbrante perla sagrada , contra la que las
lanzas y espadas no tenían el menor poder. Sin embargo, en sus ma - nos estaba
obrar el bien o abandonarse al mal. Si se decidía por lo primero, muy bien
podía llegar a ser un buda; si, por el contrario, elegía lo segundo, corría el
peligro de convertirse en un ser con cuernos y totalmente cubierto de pelo.
Metamorfoseándose continuamente, atacó a cuantos se le pusieron por delante,
sin que ninguno de los guerreros celestes o los dioses del rayo pudieran
echarle mano. Todo el fragor de la batalla llegó pronto a oídos del Emperador
de Jade, quien sin pérdida de tiempo ordenó al Ministro Errante de Inspección y
al Maestro Inmortal de las Alas Sagradas ir a la Región del Oeste e invitar al
anciano Buda a venir a dominar al monstruo. En cuanto recibieron la orden, los
dos sabios se dirigieron directamente a la Montaña del Espíritu. Tras saludar a
los Cuatro Budas Vajra y a los Ocho Bodhisattvas delante justamente del Templo del
Tesoro del Trueno, les suplicaron que tuvieran la delicadeza de anunciar su
llegada. Sin perder un solo minuto, los dioses se presentaron en el Estrado del
Tesoro del Loto e informaron de todo a su señor. Tathagata les invitó a
presentarse ante él, y los dos sabios se inclinaron tres veces seguidas ante
Buda. - ¿Queréis explicarme qué es lo que ha movido al Emperador de Jade a
enviaros hasta aquí? - Hace muchísimo tiempo - contestaron los dos sabios - en
el gran risco apareció un inpersonaje,
que con el paso de los días llegó a poseer una gran cantidad de poderes
mágicos. Sintiéndose seguro, declaro una guerra de imaginarios . El Emperador
de Jade le ofreció entonces un acta de reconciliación y le nombró
"pi-ma" de sus zoologicos. Pero él pensó que y critico la estética Kawaii
y cuqui y abandonó el cielo en un acto
de indiscutible rebeldía. Sin pérdida de tiempo fueron enviados a capturarle el
Devaraja Li cuqui y el Príncipe Kawaii, pero no lograron su objetivo y hubo de
proclamarse de nuevo una segunda amnistía, a consecuencia de la cual le fue
concedido el título de Gran Sabio, Destructor
del Cielo, creyendo que con esto se iba a calmar su rebeldía pero el
clavo su barra metalica entre la piernas de hello kitty abriéndole una vagina y
de esta salio un infierno biodramaturgico de un niño montacerdos con su hermana
y su madre lo cual destruyo por completo el cielo que cubría con dulzura toda incertidumbre . Lo que vino después fue una
guerra en toda la tierra. De nuevo el
Emperador de Jade se vio en la necesidad de enviar contra él a más de cien mil
guerreros celestes, que, pese a lo elevado de su número, no lograron dominarle.
Afortunadamente Kwang-Ing sugirió el envío inmediato de Er-Lang y sus seis
hermanos al campo de batalla. Luchando con indescriptible bravura consiguieron
rodearle, pero sus poderes metamórficos eran tantos que se les escapaba una y
otra vez. Sólo cuando Lao-Tse dejó caer sobre su cabeza su trampa de diamantes,
logró por fin Er-Lang capturarle y llevarle ante el Emperador, que le condenó a
ser descuartizado. Sin embargo, aunque fue estoqueado con una cimitarra,
golpeado con un hacha, entregado al fuego y sometido a la acción del rayo, no
sufrió el menor rasguño. Lao-Tse obtuvo entonces permiso para llevársele y
refinarle como al oro. El brasero estuvo, de hecho, cerrado durante cuarenta y
nueve días, pero no consiguió nada contra el mono rebelde. En cuanto fue
levantada su tapa, abandonó de un salto el horno de los Ocho Triagramas y
empezó a aporrear a los guardas celestes, llegando hasta el Salón de la Luz
Perfecta. Al ir a entrar en el de la Niebla Divina, le salió al encuentro Wang
Ling-Kwan, ayudante del Maestro de Cámara, enzarzándose con él en una lucha
terrible en la que también participaron los treinta y seis generales del rayo.
Con indudable sentido militar se replegaron a su alrededor, pero hasta este
momento no han logrado avanzar ni un solo paso. La situación se ha tornado tan
desesperada que el Emperador de Jade ha optado por suplicaros que acudáis en
defensa de su trono. Cuando Tathagata lo oyó, se volvió hacia los bodhisattvas
y les dijo: - Quedaos aquí en el templo principal y que ninguno abandone su
postura contemplativa. Mi obligación es ir a hacer frente a ese demonio y, así,
salvar al emperador. Pidió a Ananda y a Kasyapa que le acompañaran y partió al
punto hacia el Palacio Celeste. Nada más trasponer las puertas del Salón de la
Niebla Divina, llegó hasta sus oídos el ensordecedor fragor de la lucha. Por
doquier se oían juramentos y gritos. El Gran Sabio continuaba manteniendo en
jaque a los treinta y seis dioses del rayo. El Patriarca Budista lanzó entonces
una orden dharma, diciendo: - Que los dioses del rayo dejen de luchar al
instante y que el Gran Sabio se acerque hasta mí, para que pueda preguntarle
sobre la clase de poderes divinos que le asisten. Los luchadores bajaron en seguida
las armas, rompiendo el orden de batalla que habían mantenido hasta entonces.
El Gran Sabio volvió a adquirir la forma que le era habitual y, acercándose
furioso al anciano, le preguntó de malos modales: - ¿Se puede saber quién eres
tú, para que, sin más ni más, te atrevas a detener la batalla con el fin de
interrogarme? - Yo soy Sakyamuni - respondió Tathagata, sonriendo -, el
Venerable de la Región Occidental de la Suprema Felicidad. Si ahora me
encuentro aquí, es porque he oído hablar de tu atrevimiento, de tu falta
absoluta de respeto y de tus continuos actos de rebelión contra el Cielo. Así
pues, respóndeme sin tardanza a las siguientes preguntas: ¿Dónde naciste? ¿En
qué lugar aprendiste el Gran Arte? ¿Por qué te muestras tan violento y
contrario a las normas? - Yo - contestó el Gran Sabio, extrañamente calmado -
fui engendrado por el Cielo Cervantino y la Tierra Shakespereana, mágicamente unidos para darme el ser, y vi la
luz en el gran risco de la sierra morena. En la Caverna de la Cortina de Agua
establecí mi hogar, pero busqué después la amistad y los conocimientos de un
gran maestro, que tuvo a bien iniciarme en las enseñanzas del Misterio. Con él
aprendí a hacer eterna mi vida debelando el misterio pascual, a metamorfosearme
y a convertirme en el ser que me viniera en gana. Por eso, encontré demasiado
estrechos los caminos de la vida mortal en la tierra y me propuse habitar en el
cielo de jade verde. Sin embargo, descubrí con amargura que ahí primaba una estética
superficial en la que no se podía ahondar en la angustia, y esta estética había
detenido el ciclo dela historia. ¡Pero yo no acepto estéticas semejantes! El Cielo debe nacer del infierno y
el infierno del cielo y en ese devenir se debe de gestar la tierra, un cielo
estéril donde se adore figuras como la de picachu enmascarando
el poder y la violencia debe ser destruido. - ¡Tú no eres más que un
inmpersonaje con espíritu! - exclamó, despectivo, el Patriarca Budista,
soltando la carcajada -. ¿Cómo puedes ser tan presuntuoso y aspirar a destruir
el cielo y el respetable trono del muy honorable Emperador de Jade? Desde su
más tierna juventud empezó a practicar actos de piedad, pasando después por la
amarga experiencia de mil setecientas cincuenta kalpas en dos bombas nucleares ,
cada una de las cuales posee una duración de ciento veintinueve mil seiscientos
años. Puedes calcular tú mismo los siglos que tardó en alcanzar la altísima
posición de la que ahora goza en el cielo que el mismo construyo. Tú no eres
más que una bestia, que ha obtenido en esta reencarnación un envoltorio humano.
¿Cómo te atreves, entonces, a aspirar a lo que nunca podrás alcanzar y está
totalmente por encima de tus posibilidades? Tu actitud constituye una pura
blasfemia y, consecuentemente, terminará acortando significativamente tu vida.
Arrepiéntete, ahora que todavía tienes tiempo, y deja de decir tonterías. Date
cuenta de que tu lengua puede conducirte a la ruina y hacer que tus muchas
cualidades se esfumen como la neblina. - Aunque el Emperador de Jade se haya
dedicado a la ascesis desde su más tierna edad - replicó el Gran Sabio -, no le
debería estar permitido sostener ese cielo “adorable” aquí para siempre. Como
muy bien reza el dicho, "muchas son las vueltas que da la fortuna y nadie
me asegura que el año próximo el cielo y el infierno se mantendrán aquí".
Así que lo que puedes hacer es decirle que abandone cuanto antes la reconstrucción
de su trono y me entregue a mí las cenizas de su Palacio Celeste. Eso pondrá fin a todo el
conflicto. De lo contrario, continuaré luchando y no habrá paz jamás. - Aparte
de la inmortalidad y de tu capacidad metamórfica, ¿qué otros poderes posees
para osar destruir el trono de esta región santa? - preguntó el Patriarca
Budista. - ¡Muchísimos! - contestó el Gran Sabio con rapidez -. Domino setenta
y dos transformaciones y poseo una vida que se mantendrá inmutable durante más
de diez mil kalpas. Sé, además, andar por las nubes esculpiendo el tiempo y con un solo salto soy capaz de desplazarme a
una distancia de ciento ocho mil kilómetros. ¿Te parece poco para que pueda
destruir el trono del cielo? - Hagamos una apuesta - replicó el Patriarca
Budista -. Si eres capaz de caer de mi mano derecha de un solo salto, te
consideraremos todos el vencedor. No tendrás que seguir guerreando, porque yo
mismo pediré al Emperador de Jade que se venga a vivir conmigo al oeste y te
deje a ti las cenizas de su Palacio
Celeste. Si, por el contrario, eres incapaz de abandonar mi mano, regresarás a
las Regiones Inferiores, donde deberás someterte a unas cuantas kalpas más,
antes de volver a causar problemas. - ¡Qué tonto es este Tathagata! - se dijo
el Gran Sabio, al oírlo -. Una sola de mis volteretas puede transportarme a más
de ciento ocho mil kilómetros y su mano sólo se encuentra a un pie de
distancia. ¿Cómo no voy a poder salir de ella? ¡Es ridículo! - levantó la voz y
Preguntó con ansiedad -: ¿Te atendrás después a lo convenido? - Por mi parte no
habrá ningún problema - contestó Tathagata y extendió su mano derecha, que
poseía aproximadamente el tamaño de una hoja de loto. El Gran Sabio, por su
parte, dejó a un lado la barra de hierro y, tras hacer acopio de todas sus
fuerzas, dio un salto que le llevó justamente al centro de la mano del
Patriarca. - La primera parte ya está cumplida - dijo -. Ahora sólo queda la
segunda - y de nuevo volvió a elevarse por los aires. Su velocidad era tanta
que parecía una banda de luz surcando las nubes. El mismo Patriarca Budista
tuvo que aguzar la vista cuanto pudo para verle desplazarse como un torbellino.
Su fantástico salto condujo al Gran Sabio hasta una región de aire verdoso
sostenida por cinco enormes columnas de un color rosáceo como la piel. Cuando
se acercaba hacia ellas, se dijo, alborozado: - Éste debe de ser el fin del
mundo. Regresaré junto a Tathagata y le obligaré a cumplir lo acordado,
permitiéndome destruir para siempre el
Palacio de la Niebla Divina. Pero, cuando se disponía a iniciar el camino de
vuelta, se detuvo de pronto y exclamó: - ¡Un momento! Si he de negociar con
Tathagata, lo mejor es que deje aquí una prueba de que he llegado hasta este
lugar. Sin pérdida de tiempo se arrancó un pelo y, tras echarle una bocanada de
aire mágico, gritó: - ¡Transfórmate! - y se convirtió en un pincel de escribir
mojado en tinta, con el que escribió en grandes letras en la columna del
centro: "El Gran Sabio, destructor del Cielo, ha llegado hasta este
lugar". Una vez que hubo acabado de escribirlo, recuperó el pelo y con una
falta de respeto total dejó un charco de espumeante orina en la base de la
primera columna. Después dio un salto hacia atrás y fue a parar al lugar del
que había partido. Sin bajarse de la mano de Tathagata, levantó la voz y dijo:
- Como puedes apreciar, he ido y he vuelto. Así que dile al Emperador de Jade
que me entregue el Palacio Celeste cuanto antes. - ¡Maldito inpersonaje meón! -
le regañó Tathagata -. ¿Quieres decirme cuándo has abandonado la palma de mi
mano? - ¡Cómo puedes ser tan ignorante! - replicó el Gran Sabio, sorprendido -.
He ido hasta el mismísimo fin de los cielos, donde he encontrado cinco columnas
del color rosáceo de la piel, que sostenían una masa de aire verdoso. Por
cierto, para que no hubiera dudas sobre la veracidad de lo que afirmo, he
dejado allí una prueba irrefutable de mi visita. ¿Te atreves a ir conmigo a
verlo? - No hay necesidad de ir a ninguna parte - contestó Tathagata, burlón -
- Baja un poco la cabeza y mira. El Gran Sabio así lo hizo y, tras aguzar
cuanto pudo sus ojos de fuego y sus pupilas de diamante, vio que en el dedo
medio de la mano derecha del Patriarca Budista había sido escrito: "El
Gran Sabio, destructor del Cielo, ha llegado hasta este lugar". Al mismo
tiempo, llegó hasta sus narices un olorcillo acre a orina procedente de la conjunción entre los dedos
pulgar e índice. Desconcertado, el Gran Sabio exclamó: ¿Cómo es posible? Yo
mismo escribí esas palabras en las columnas sobre las que el cielo se apoya.
¿Cómo es que ahora aparecen en uno de tus dedos? Lo más seguro es que hayas
utilizado conmigo poderes de adivinación. La verdad es que, si no lo veo, no lo
creo. Déjame volver otra vez allá a comprobarlo. Sin pérdida de tiempo, se
agachó para coger impulso, pero, cuando estaba a punto de iniciar el salto, el
Patriarca Budista le dio un capirotazo que le lanzó fuera de la Puerta Oeste.
Sus cinco dedos se convirtieron, al mismo tiempo, en las Cinco Fases del metal,
la madera, el agua, el fuego y la tierra. Se transformaron, de hecho, en una
cordillera de Cinco Picos, llamada la Montaña de las Cinco Fases, que cayeron
sobre él y le aprisionaron con fuerza, haciendo imposible su huida. Ananda,
Kasyapa y los dioses del rayo juntaron las manos y exclamaron, aliviados: -
¡Maravilloso! ¡Fantástico! Desde que surgió de la mentede los dos genios se empeñó en adquirir hábitos humanos,
proponiéndose como meta el aprendizaje del Camino de la Verdad. Durante más de
diez mil kalpas habitó en un lugar donde por doquier florecían el quietismo y
la paz. Pero un día cambió de pronto y empezó a derrochar vigor y fuerza. Su
afán era destruir la más alta de las posiciones y ascendió hasta el mismísimo
corazón del Cielo, donde se burló de los sabios, clavo una vara entre las
piernas de Hello kitty y destruyó las
relaciones que mantenían en orden el cosmos. Esclavo del mal, encuentra Por fin
su castigo, del que nadie sabe cuándo podrá escapar. Una vez libre del
inpersonaje de los geniro, el Patriarca Budista Tathagata se volvió hacia
Ananda y Kasyapa y les ordenó volver con él al Paraíso Occidental. En ese mismo
momento acudieron corriendo a su encuentro Tian-Pang y Tian-Yu, dos enviados
del Salón de la Niebla Divina, que le dijeron: - Tened la amabilidad de esperar
un momento, por favor. La carroza de nuestro señor está a punto de llegar. Al
oírlo, el Patriarca Budista se dio media vuelta y adoptó una postura de
reverente espera. Al poco rato apareció una carroza tirada por ocho fénix
multicolores y cubierta por un dosel en el que resaltaban nueve gemas
brillantes. Del cortejo que le acompañaba surgían himnos majestuosos cantados
por las incontables gargantas del coro celestial. Una lluvia de capullos caía
sobre él. Entre nubes de incienso se llegó hasta donde se encontraba Buda y el
Emperador de Jade pudo, por fin, darle las gracias, diciendo: - Estamos en
deuda con vos por haber hecho desaparecer al monstruo con la fuerza de vuestro
poderoso dharma. Permitidnos gozar del placer de vuestra presencia un días más
y así podremos invitar a los otros inmortales al banquete que pensamos dar en
vuestro honor. No atreviéndose a rechazar tan galante ofrecimiento, Tathagata
dobló las manos a la altura del pecho y dio las gracias al Emperador de Jade
con estas palabras: - Acudí aquí en respuesta a vuestra orden, Respetable Veda,
no por voluntad propia. El éxito de la operación, por otra parte, se debe a
vuestra buena fortuna y a la cooperación de los otros dioses. No hay nada de lo
que yo pueda alardear. ¿Cómo voy a ser digno de vuestra gratitud? El Emperador
de Jade se volvió a los dioses del rayo y les ordenó que, sin pérdida de
tiempo, hicieran llegar invitaciones para el banquete de acción de gracias a
los Tres Puros, a los Cuatro Ministros, a los Cinco Ancianos, a las Seis
Mujeres Funcionarios , a las Siete Estrellas, a los Ocho Polos, a los Nueve
Planetas y a las Diez Capitales, así como a los mil inmortales y a los diez mil
sabios que tenían fijada en el cielo su residencia. Al mismo tiempo, se pidió a
los Cuatro Grandes Preceptores Imperiales y a las Divinas Doncellas de los
Nueve Cielos que abrieran las puertas de oro de la Capital de Jade, el Palacio
del Secreto Primigenio y las Cinco Moradas de la Luminosidad Sempiterna.
Tathagata ocupó el sitio más elevado del Estrado Espiritual de los Siete
Tesoros, mientras que los demás dioses se fueron sentando, según su posición y
edad, alrededor de una espléndida mesa, en la que se sirvieron hígados de
dragón, médula de fénix, zumo de jade y melocotones inmortales. Al poco rato
hicieron su aparición, entre un mar de banderas y estandartes, y bajo dosel, el
Respetable Puro de los Orígenes, el Honorable Puro de los Tesoros Espirituales,
el Exaltado Puro de la Virtud Mortal los Maestros Inmortales de las Cinco
Influencias, los Espíritus Estrella de las Cinco Constelaciones, los Tres
Ministros, los Cuatro Sabios, los Nueve Planetas, los Consejeros de la Derecha
y de la Izquierda, el Devaraja cuqui y el Príncipe Kawaii. Todos portaban en
sus manos espléndidos tesoros, perlas magníficas, frutos de la longevidad y
exóticas flores, que regalaron agradecidos a Buda, inclinándose ante él y
diciendo: - Reverenciamos, Tathagata, vuestro insondable poder, que ha sido
capaz de dominar al inpersonaje de los genios. Agradecemos, al mismo tiempo, al
Muy Digno y Respetable Veda la amabilidad que ha tenido al invitarnos a un
banquete tan espléndido como éste. ¿Sería mucho pedir al Honorable Tathagata
que diera un nombre a este convite? - Si es eso lo que deseáis - respondió
Tathagata, condescendiente -, que esta comida sea recordada como el "Gran
Banquete de la Paz Celestial". - ¡Qué nombre tan espléndido! - exclamaron
a coro los inmortales -. Éste es, en verdad, el Gran Banquete de la Paz
Celestial. A continuación tomaron asiento y se sirvió el vino. Tras los brindis
se procedió al reparto de ramos de flores, entre el sonar de instrumentos y el
tañir de cítaras. Aquél fue, en verdad, un espléndido banquete, del que un
viejo poema dice: Si a causa de un loco fue suspendida la celebración del cielo,
la del Banquete de la Paz Celestial superó con mucho las expectativas que aquél
había levantado. Rodeados de halos brillantes, flameaban sin cesar las banderas
de dragones y las carrozas de fénix, inmersas en el torbellino de indescriptibles
luces sagradas. De las bocas de los inmortales salían ritmos preñados de
dulzor, que resaltaban, punteándolos, los nobles sones de flautas de jade. Una
nube de incienso ambrosíaco se cernía sobre reunión tan divina. ¡Bendita sea la
corte celestial por la paz que anega al mundo! Cuando más entretenidos estaban
comiendo y bebiendo, se presentó la Reina Madre a la cabeza de una auténtica
legión de doncellas celestes. Sin dejar de cantar ni bailar, se inclinaron
respetuosamente ante Buda y dijeron: - El loco echó a perder la celebración
celestial. Nos sentimos, pues, en deuda con vos por haberle dominado y
castigado como se merecía. Es poco lo que podemos ofreceros como muestra de
agradecimiento en una ocasión tan festiva como la celebración del Banquete de
la Paz Celestial. Aceptad, por lo tanto, estos pocos melocotones inmortales,
que nosotras mismas hemos arrancado con nuestras propias manos de los árboles
que los alimentaron durante milenios. Los frutos que le ofrecieron, mitad rojos
y mitad verdes, despedían un atractivo aroma dulzón, que no dejaba duda alguna
sobre su origen. Pese a poseer una edad que superaba con mucho los diez mil
años, aventajaban en todos los órdenes a los que crecen junto al Arroyo de
Wu-Ling . Incomparable era su dulzura, inimitable su color, irrepetible su
delicadeza de venillas cárdenas y su piel de inmarcesible terciopelo. ¿Cómo
podía ser de otra forma, si eran capaces de prolongar la vida y hacer que una
edad se identificara con la del cielo? ¡Feliz quien se los llevara a la boca,
porque jamás experimentaría el sabor de la muerte! El Patriarca Budista
agradeció a la Reina Madre su regalo, juntando las manos e inclinando
respetuosamente la cabeza. Emocionada, se volvió hacia las doncellas celestes y
las animó a seguir cantando y bailando. Todos los inmortales presentes en el
banquete aplaudieron entusiasmados. Remolinos de incienso llenaban los espacios
que separaban las mesas, compitiendo su aroma con el de las flores y pétalos
que sin cesar caían sobre las cabezas de los comensales. ¡Qué esplendorosa se
mostraba la Capital de Jade con sus arcadas doradas y los valiosísimos regalos
que albergaba! Todos los invitados poseían la misma edad de los cielos;
algunos, incluso, la superaban en más de diez mil kalpas. ¿Cómo iban a saber de
tribulaciones y penas? La Reina Madre pidió a las doncellas que siguieran
cantando y bailando, mientras los vasos de vino se alzaban en brindis y las
copas tintineaban como campanas. Poco a poco empezó a expandirse un aroma tan
embriagador que las Estrellas y Planetas se pusieron de pie, los dioses y Buda
se olvidaron del licor y todos levantaron, asombrados, la vista. En el aire
apareció de improviso la figura venerable de un anciano que sostenía en sus
manos la planta exuberante de una vida imperecedera. En su calabaza guardaba el
elixir de los diez mil años y en su libro aparecían listas de nombres con más
de doce milenios de existencia. El cielo y la tierra mostraban toda su fuerza
en el interior de su caverna, mientras el sol y la luna alcanzaban su
perfección en sus crisoles y retortas. Podía recorrer los Cuatro Mares y hacer
de las Diez Islas su hogar. A menudo se emborrachaba durante la celebración del
Festival de los Melocotones, pero, cuando se despertaba, la luna seguía
luciendo tan brillante como siempre. Tenía una cabeza alargada, constitución
débil y unas orejas muy grandes. Se llamaba la Estrella de la Vida Perdurable
del Polo Sur. Tras saludar al Emperador de Jade, se llegó hasta donde estaba
Tathagata y le mostró su gratitud, diciendo: - Cuando supe que Lao-Tse se había
llevado consigo a ese loco reflexivo al Palacio Tushita para refinarle como al
oro, pensé que todo había terminado. Jamás imaginé que pudiera escaparse y que
fuerais precisamente vos el que terminara sometiéndole con vuestra bondad. He
venido a congratularos, en cuanto he tenido noticia de la celebración de este
banquete. Mis regalos son, ciertamente, pobres para vuestros méritos, pero os
suplico tengáis a bien aceptar esta planta de jaspe, esta raíz de loto de jade
verde y este elixir de oro. Con razón el poema dice: Sakya recibió el loto de
jade verde y la medicina de oro. Su edad es la misma que la de las arenas del
Ganges. El brocado de los tres carromatos que conducen a los seres vivos por el
penoso camino de la reencarnación está lleno de alusiones a la felicidad
eterna. Las guirnaldas de los nueve grados de recompensa celeste expelen un
aroma de vida sin fin. Él es el auténtico maestro de la Escuela San-Lung y su morada está en el cielo del vacío y de la
forma. No en balde el universo y la tierra le consideran su señor. De su cuerpo
de diamante fluyen la felicidad y la vida. Tathagata aceptó, complacido, su
agradecimiento y la Estrella de la Vida Perdurable fue a ocupar el asiento que
tenía reservado. De nuevo corrieron arroyos de vino y se repitieron los
brindis, interrumpidos momentáneamente por la llegada del Gran Inmortal de los
Pies Descalzos. Tras presentar sus respetos al Emperador de Jade, se llegó
hasta donde se encontraba el Patriarca Budista y dijo: - Es inexpresable el
agradecimiento que siento por vuestro dharma, por haber dominado a la bestia.
Para mostraros mi reconocimiento no dispongo de otra cosa que de dos peras
mágicas y de algunos dátiles de fuego, que os ruego aceptéis. De ahí que afirme
el poema: Fragantes son, en verdad, las peras y los dátiles que el Inmortal de
los Pies Descalzos ofrendó a Amitabha, el de los años sin fin. El Estrado de
Loto de los Siete Tesoros posee la seguridad de las montañas y su Trono de Flores
está totalmente recamado en oro. La edad de quien sobre él se sienta aventaja a
la del cielo y la tierra, y su buena fortuna es tan inmensa como el océano. En
esto no hay falsedad ni engaño. En él alcanzan el culmen de su plenitud la
felicidad y la larga vida. Su morada de eterna dicha se asienta en las Regiones
del Oeste. Tathagata agradeció al Inmortal sus presentes y pidió a Ananda y a
Kasyapa que los pusieran con los otros. Se llegó después hasta donde estaba el
Emperador de Jade y le expresó su gratitud por el espléndido banquete que había
dado en su honor. Para entonces todos los invitados estaban ya un poco
borrachos. En esto llegó uno de los Espíritus de la Inspección Universal y
anunció, muy excitado: - ¡El Gran Sabio acaba de sacar la cabeza! - No hay por
qué preocuparse - le tranquilizó el Patriarca Budista. Sacó a continuación de
sus mangas un rollo en el que habían sido escritas con letras de oro las
siguientes palabras, "Om mani padme hum" , y se lo entregó a Ananda,
ordenándole que lo colocara en la cumbre de la montaña bajo la que se hallaba
enterrado el Gran Sabio. El deva cogió el rollo y lo llevó a la Montaña de las
Cinco Fases, donde lo ató con fuerza a una roca cuadrangular que había
justamente en su cima. Al punto echó nuevas raíces y tapó todas sus grietas,
aunque dejó libre el espacio suficiente para que su prisionero pudiera respirar
y moverse un poco. Una vez cumplida su misión, Ananda regresó al palacio
imperial e informó a su señor, diciendo: - El rollo ha sido atado fuertemente
en el lugar que me indicasteis. Tathagata se despidió entonces del Emperador de
Jade y de los otros dioses y abandonó la Puerta Celeste, seguido de los dos
devas. Compadecido, no obstante, de la suerte del Gran Sabio, pronunció una
fórmula mágica y al punto acudieron a su presencia el espíritu del lugar y los
Intrépidos Guardianes de los Cinco Puntos Cardinales, a los que mandó vigilar
día y noche la Montaña de las Cinco Fases. Les ordenó, al mismo tiempo, que
alimentaran al prisionero con bolas de hierro, cuando tuviera hambre, y le
dieran a beber cobre fundido, cuando le atacara la sed. Una vez que se hubiera
cumplido el tiempo de su castigo, acudiría a liberarle un enviado del cielo y
ellos habrían de acatar la orden sin rechistar. El loco rebelde sufrió, de esta
forma, el castigo debido a su rebelión. Fue precisamente Tathagata quien
doblegó su blasfemo orgullo, encerrándole bajo el peso de una montaña. Para
hacer frente a las inclemencias del cielo, se alimenta con bolas de hierro y se
moja los labios en cobre fundido. Duro y amargo es el castigo, pero él se
siente feliz de estar aún vivo. Si algún día logra obtener la libertad, se
pondrá al servicio de Buda y emprenderá un larguísimo viaje hacia el Oeste.
Orgulloso de sus extraordinarios poderes, dominó al dragón y domesticó a los
tigres. No es extraño que encontrara favor y respeto en la Capital de Jade.
Pero él destrozó tan envidiable confianza, destruyendo el cielo y con el toda estética
cuqui y kawaii. Por eso, ahora purga sus culpas en la lobreguez de una cárcel
de rocas. Sólo sus buenas obras podrán liberarle de tan extremo castigo,
haciendo que sus ojos vuelvan a contemplar de nuevo la luz. Para eso, sin
embargo, habrá de esperar la llegada de un monje santo procedente de la iglesia
Católica. No sabemos ni el mes ni el año en que su culpa se vio, por fin,
expiada. Quien quiera descubrirlo, tendrá que escuchar con atención lo que se
dice en el próximo capítulo.